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RELIGIÓN

Tolerancia cero

Más del 80 % de los padres españoles solicita anualmente la enseñanza de la religión católica para sus hijos. El gobierno socialista de ZP, en cambio, está seguro de conocer lo que necesitan los niños españoles en esta materia, mucho mejor que sus progenitores. Aunque nuestro Consejo de Ministros cuente en su seno con la presencia de grandes estadistas de la solvencia intelectual de Doña Carmen Calvo, esta actitud no deja de ser un acto de soberbia injustificable.

Más del 80 % de los padres españoles solicita anualmente la enseñanza de la religión católica para sus hijos. El gobierno socialista de ZP, en cambio, está seguro de conocer lo que necesitan los niños españoles en esta materia, mucho mejor que sus progenitores. Aunque nuestro Consejo de Ministros cuente en su seno con la presencia de grandes estadistas de la solvencia intelectual de Doña Carmen Calvo, esta actitud no deja de ser un acto de soberbia injustificable.
Milicianos del Frente Popular disparando a una estatua
Pero, ¿A qué se debe la especial inquina de nuestros gobernantes contra la enseñanza de la religión católica?
 
Lo primero que salta a la vista en nuestro sistema de enseñanza desde que los socialistas introdujeron sus reformas, es el diametral cambio de concepto de los fines que debe perseguir la educación pública. A partir especialmente de la LOGSE, la educación española, dirigida por el alto comisariado de pedagogos vagamente marxistas, se preocupa mucho menos del desarrollo intelectual de los niños a través de la transmisión de conocimientos, que de introducir a los alumnos en el tipo de actitudes que harán de ellos adultos receptivos al colectivismo económico y al estatismo desaforado. En esencia, la escuela nacida de la LOGSE ha pasado de ser la transmisora de una herencia intelectual y moral, a convertirse en uno de los principales agentes para el cambio y la agitación sociales. Ciertamente, la obsesión educativa de la izquierda es hoy el último reducto de una vieja categoría política, la «revolución permanente»: carente de una doctrina política —pues la socialdemocracia no es sino oportunismo táctico—, al pensamiento de izquierdas —pseudorreligión— sólo le queda, como proyecto histórico, alterar las conciencias de las nuevas generaciones. En este sentido, el diseño educativo se orienta a que los niños se conviertan en ese tipo de «adulto» que los sedicentes pedagogos-progresistas han diseñado, a despecho del proyecto vital que los propios padres anhelan para ellos, que en la mayoría de los casos no son precisamente coincidentes.
 
Miliciano con imágenes expoliadas de una iglesia en plena Guerra Civil En este contexto, la enseñanza de la religión católica supone un cierto grado de amenaza para el único y último proyecto de la izquierda, pues no cabe duda de que la sólida tradición moral que encarna el cristianismo es ajena, cuando no abiertamente combativa, respecto al ideario socialista, especialmente en los aspectos que afectan a las libertades naturales del individuo —libertad de conciencia, libertad personal, libertad civil—. No es necesario insistir en el papel determinante del catolicismo —escolástica española de los siglos aúreos— para el desarrollo de las ideas seminales del liberalismo actual. Basta con repasar la situación actual de la libertad y la democracia en el mundo, para concluir que en los países cuya herencia histórica hunde sus raíces en el legado moral judeocristiano, han fructificado los sistemas democráticos respetuosos con las libertades naturales del individuo. Muy otra es la situación en los regímenes que combaten abiertamente el hecho religioso —los paraísos imaginarios del socialismo, marxista o no— o provienen de la tradición islámica, pues en ambos casos menudean las dictaduras totalitarias.
 
Expolio de una iglesia durante la Guerra CivilLa irreflexiva decisión del gobierno ZP de relegar la enseñanza de la religión católica a un plano meramente accesorio en nuestra escuela pública, dudosamente constitucional, dicho sea de paso, podría justificarse como un sano ejercicio de laicismo educativo, a pesar de que, mientras se mantenga cautiva la voluntad paterna a través del nefasto sistema de educación pública obligatoria, cualquier medida que vaya en contra del sentir mayoritario de los contribuyentes ha de ser considerada, en rigor, como gravemente inmoral. Sin embargo, hasta el entramado de esta coartada se viene estrepitosamente abajo, cuando simultáneamente se anuncian todo tipo de facilidades para la enseñanza del Islam y su promoción en los medios de comunicación públicos, lo que se compadece escasamente con ese otro pintoresco proyecto educacional de reforzamiento «de los valores democráticos» y en general con el espíritu laicista del gobierno actual.
 
Quizá nuestros políticos de progreso opinen alegremente que la difusión de una religión que discrimina a la mujer arrebatándole cualquier vestigio de dignidad pública, o que eleva las arcaicas costumbres religiosas recogidas en el Corán al rango de código de conducta pública con efectos punitivos, sea un excelente vehículo para reforzar los valores democráticos de los educandos. En caso contrario, habrá que concluir que nuestros laicos gobernantes socialistas, muy a su pesar, son los más fieles cumplidores de uno de los principales preceptos bíblicos; pues si alguien ama realmente a su enemigo, en verdad esos son ellos.
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