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ECONOMÍA

Crisis, culpas...

Todos los días aparecen informaciones sobre familias que pierden sus hogares por no poder cumplir con unas hipotecas que habían tomado sin pagar entrada alguna y con unos intereses muy bajos en un primer momento. A menudo dicen no haber comprendido que los intereses irían creciendo con el paso del tiempo, ni que su inversión inmobiliaria podría esfumarse en cuanto los precios de la vivienda dejaran de subir y comenzaran a caer, que es lo que ha acabado ocurriendo. Al parecer, pensaban que los buenos tiempos habían llegado para no marcharse.

Todos los días aparecen informaciones sobre familias que pierden sus hogares por no poder cumplir con unas hipotecas que habían tomado sin pagar entrada alguna y con unos intereses muy bajos en un primer momento. A menudo dicen no haber comprendido que los intereses irían creciendo con el paso del tiempo, ni que su inversión inmobiliaria podría esfumarse en cuanto los precios de la vivienda dejaran de subir y comenzaran a caer, que es lo que ha acabado ocurriendo. Al parecer, pensaban que los buenos tiempos habían llegado para no marcharse.
Lo de echar la culpa a los demás es moneda corriente hoy en día, y no sólo en lo relacionado con el precio de la vivienda. Así, muchos delincuentes convictos por graves delitos tratan de alegar que fueron maltratados por sus padres o por otros adultos cuando eran niños. El caso es que los intentos exitosos por transferir la culpa a los demás y a la sociedad dan pie a la aparición de incentivos perversos. Si no se les pide que se hagan cargo de las consecuencias de sus actos y decisiones, los individuos tendrán menos incentivos para comportarse responsablemente, pues saben que otros acabarán responsabilizándose de su mala conducta.
 
En las sociedades libres y las economías de mercado es preciso que los individuos tomen sus propias decisiones y asuman sus responsabilidades. Quienes están habituados a que otros, o el Estado, decidan por ellos ven mermadas sus posibilidades de tomar las decisiones que más les convienen.
 
Ciertamente, no todo el mundo tiene la misma habilidad para adoptar las decisiones que le son más beneficiosas. De hecho, la gente más formada tiene a elegir mejor. Así, en Nueva Orleans, las víctimas del Katrina más preparadas reaccionaron, por lo general, mejor que las demás.
 
Por otro lado, la asunción de las responsabilidades inherentes a cualquier decisión suele mejorar considerablemente la capacidad de la gente para decantarse por lo que más le conviene. La crisis de las hipotecas subprime, que tanto daño está haciendo a las instituciones financieras en EEUU y en otras partes del mundo, no obedece a que los deudores manejaran información escasa, pues también está sacudiendo a expertos y competentes inversores y banqueros. Mucha gente se ha visto atrapada en una burbuja que parecía prometer beneficios a todo el mundo y durante todo el tiempo.
 
La intervención estatal en el mercado está justificada si contribuye a una más rápida recuperación de la economía, pero es difícil entender que la Reserva Federal acudiera en ayuda de JP Morgan Chase para que comprara Bear Sterns garantizando hipotecas por miles de millones de dólares.
 
 
© AIPE
 
GARY S. BECKER, profesor de Economía de la Universidad de Chicago y Premio Nobel de Economía.
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