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EDUCACIÓN

Lo que Gabilondo evita diagnosticar

La Evaluación General de Diagnóstico 2009 que ha publicado el Ministerio de Educación (MEC) pone de relieve dos evidencias: la desigualdad de la educación en España y la falta de voluntad para ir a los problemas de fondo del sistema educativo.


	La Evaluación General de Diagnóstico 2009 que ha publicado el Ministerio de Educación (MEC) pone de relieve dos evidencias: la desigualdad de la educación en España y la falta de voluntad para ir a los problemas de fondo del sistema educativo.

En primer lugar, esta evaluación evidencia el hecho de las desigualdades educativas entre las Comunidades Autónomas. Durante el período 1996-2004, los pedagogos ligados al PSOE, férreos defensores del paradigma logsiano, reconocían el hecho de la desigualdad en el sistema educativo, pero culpaban de ello al PP. Viñao (colaborador de A. Tiana en la Secretaría de Educación desde 2004) afirmaba en 2004 que la causa de la desigualdad de la educación desde 1996 hasta 2004 era fruto de la política neoconservadora del PP:

(...) buena parte de lo sucedido en el ámbito educativo ha sido consecuencia de la contención o restricción de los gastos sociales –la educación entre ellos–, de una financiación pública insuficiente y, en relación con ello, del empleo del sistema educativo como un instrumento de polarización y segregación social y educativa. En síntesis, un sistema educativo menos equitativo.

Ahora bien, tan pronto el MEC publicó la evaluación de 2009 –que pone en evidencia el hecho de la creciente desigualdad educativa entre las CCAA–, la secretaria de Educación, Eva Almunia, se apresuró a decir a los medios (el pasado 15 de junio) que el informe muestra que el sistema educativo es "homogéneo". Y Gabilondo repite la consigna; por ello, ante los estudios internacionales que denuncian el fracaso escolar en España, afirma:

Hay informes que cuestionan que los datos sean fidedignos, porque podrían no ser conmensurables con los conceptos de abandono y fracaso que se barajan en otros países. He leído un trabajo de Julio Carabaña, que cuestiona que los parámetros españoles sean comparables a los utilizados en otros países; de lo que él deduce que no es cierto que en España estemos tan mal.

Y es que Gabilondo, si quiere seguir conservando la silla y la cartera, tiene que encajar con los planteamientos de los círculos pedagógicos dominantes en el partido socialista, que siguen sosteniendo la siguiente creencia: como el nivel económico de los alumnos es bajo, los resultados son bajos, de ahí que estemos tan mal en PISA; pero en realidad no estamos tan mal. Así, ya en 2003 Tiana afirmaba:

Tenemos unos resultados educativos que no son inferiores a los que cabría esperar en función de nuestro nivel de desarrollo económico, sino más bien superiores. (...) Así pues, no podemos olvidar que España es uno de los países con menor nivel de desarrollo económico y cultural de la Unión Europeo, que cuenta con un atraso secular en el acceso a los niveles educativos medios. Por tanto, no debe extrañar que nuestro desarrollo educativo actual sea todavía inferior a la media de nuestros vecinos.

La afirmación de Gabilondo en 2010 es calcada a la de Tiana en 2003.

En resumen, para los pedagogos del partido socialista no estamos tan mal.

Pero la cuestión clave de la evaluación de 2009 del MEC es que la medición está diseñada para evitar mirar a los problemas de fondo del sistema educativo. De ahí que el informe evite medir los elementos internos del sistema y se centre casi exclusivamente en medir el contexto socio-económico del alumno; es decir, se mide justo aquello sobre lo que la escuela no puede actuar directamente. El paradigma Logse no se cuestiona bajo ningún concepto.

De ahí que el empecinamiento por ocultar la realidad –debido a la politización de que ha sido objeto la enseñanza– haya llegado a convertirse en un serio problema para la educación y para la igualdad social en España. Ese planteamiento pedagógico idealista –que es el imperante– insiste una y otra vez en los mismos postulados mediante el recurso a una especia de fe ciega: "Estamos en el camino correcto: nuestra educación hoy es la mejor de nuestra historia. Por tanto, hay que tener fe y esperar al futuro". Hace tiempo que Europa superó el idealismo (aunque los logsianos usan –erróneamente– el término utopía). Quizá este estado de cosas no sea más que el fruto de la pobreza de pensamiento del mundo pedagógico reinante hoy en España.

Ángel Gabilondo.Las competencias tienen un límite

Al mismo tiempo, la evaluación del MEC mide un currículum escolar basado en las competencias (esto es, una enseñanza dirigida a que el alumno muestre la operatividad del conocimiento adquirido). Ese enfoque viene a admitir que la escuela debe enseñar ciertos contenidos instrumentales necesarios para la vida laboral. Por tanto, parece superada una idea restrictiva de currículum centrada en valores (emotivos, morales, políticos, etc.). Al menos en esta evaluación, la ciudadanía aparece como una competencia curricular más.

Dos razones han influido a la hora de poner énfasis en las competencias instrumentales; la primera y fundamental, las exigencias de la UE, dirigidas a consolidar el mercado común europeo; la segunda, la demanda de los padres: "Quiero que mi hijo sepa matemáticas, lengua...", tras un exceso de educación para la ciudadanía (promulgada por ciudadanos que, en su inmensa mayoría, nunca han estado en una escuela) y educación moral (con sobreabundancia de sermones pronunciados, en su inmensa mayoría, por ex sacerdotes reciclados vía departamento de pedagogía).

Ahora bien, el entusiasmo dirigido a que los niños (¡por fin!) puedan aprender en nuestras escuelas matemáticas, lengua, historia... no debería llevarnos a olvidar que la competencia (el currículum escolar basado en la operatividad del conocimiento) tiene sus límites. El quicio de la tradición educativa occidental reside en que la finalidad de la educación no es fabricar operarios útiles, ni moldear ciudadanos políticamente correctos, sino que la educación está dirigida a formar fundamental y básicamente personas (ofertar posibilidades para la libertad, la razón, responsabilizarse de la realidad...). La educación –la genuina educación– nunca puede tener un carácter instrumental. Por tanto, o se forman instrumentos (ya operarios útiles, ya patriotas políticamente correctos) o se forman personas.

Dicho de otro modo, el conocimiento escolar (la lengua, la historia...) sirve para conseguir y desarrollar un trabajo (competencia laboral); también sirve para convivir dentro de una comunidad (competencia para la ciudadanía); pero, ante todo, el conocimiento es –quien lo ha probado lo sabe– posibilidad de libertad para la persona (educación de personas). El conocimiento (la lengua española, la historia universal, la matemática, la filosofía...) es una posibilidad que se nos brinda, dentro de nuestro proceso de formación, para que podamos ejercitar nuestra libertad y nuestra razón responsable ante la realidad. El conocimiento escolar nos permite estar en el trabajo, convivir en una comunidad, pero esencialmente nos permite ser en la verdad y mantenernos firmes frente a los poderes encubridores de la realidad.

El trabajador no es (no debería ser) un instrumento útil, sino una persona libre que se desarrolla mediante su trabajo. El ciudadano no es (no debería ser) un borreguito servil de quien le ordeña y manda, sino un ciudadano racional, libre y responsable. Por tanto, que la Logse y la política socialista subyacente hayan insistido hasta el empacho en los valores de un ciudadano políticamente correcto no significa que, para superar eso, haya que centrarse en formar sólo y únicamente buenos operarios, como dicen ahora buena parte de los críticos de la Logse. La educación tiene como eje curricular central la formación de personas. Ese es, de otro lado, el único camino para construir una sociedad seria y sólida, que es lo que realmente necesita España.

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