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DRAGONES Y MAZMORRAS

No llega tarde quien a casa vuelve

A pesar de que en el Corte Inglés ya ha llegado el verano, seguimos en la prometedora primavera, como lo demuestran los homenajes que se realizan al aire libre, sin temor al calor ni al frío cruel.

Precisamente por el frío, se trasladó del 4 de enero (fecha de su muerte) al 10 de mayo (fecha de su nacimiento) la ofrenda floral que todos los años se realiza en el parque del Retiro —huelga decir de qué ciudad— en memoria de Galdós y a los pies de su estatua. Yo procuro no faltar nunca a la cita, primero por devoción y luego por obligación, pues aunque no haga todo lo que debiera al respecto para merecérmelo, la Asociación de Amigos de Benito Pérez Galdós tiene la bondad de seguir contándome entre sus miembros. Se trata de una ceremonia muy estructurada, que lleva, como les digo, celebrándose casi sin interrupción desde la muerte del gran escritor y en la que siempre ha tenido un papel protagonista el Ayuntamiento de Madrid y la banda (de música) municipal. Este año no ha sido así y música y alcalde —sin embargo anunciados— brillaron por su ausencia. Nadie dio explicaciones a nadie y las autoridades del Cabildo insular y de la Casa de Canarias en Madrid, en cuyo nombre habló el escritor canario Fernando García Delgado, así como la secretaria general de la Asociación de Amigos de Galdós, Pilar García Pinacho, prosiguieron valientemente con el programa y, gracias a sus brillantes palabras, pudimos marcharnos con la satisfacción del deber cumplido.

Pero a mí me quedó ahí esa heridita, esa comezón, producida por la inexplicable e inexplicada ausencia del edil y —seamos francos— por la falta de acompañamiento musical, que es lo que le va a estas ceremonias mejor que nada, no sólo porque las arropa, sino porque corrobora su dimensión popular dándoles autenticidad, entusiasmo, sentido. La única justificación plausible que pude dar a esta ausencia fue la de que el equipo en pleno (otros años el alcalde delegó en algún concejal), banda incluida, estaban ocupados en otros menesteres electoralmente más rentables. Hubo especulaciones de todo tipo. Algunos apuntaron que, tal vez, estuviera incluso prohibido que apoyaran tales demostraciones en plena campaña, lo que está desmentido por la cantidad de cosas que han inaugurado en estas fechas, y alguien, en pleno delirio progre, llevó la suspicacia hasta creer que quizás, y dado el talante pacifista y liberal de Galdós, a los carcas del Ayuntamiento les asustaba —¡A estas alturas!— enfrentarse a manifestaciones en contra de la guerra de Irak.

Sea como fuere, nos quedamos sin el apoyo, ni oficial ni oficioso, de la única institución implicada históricamente en esta ceremonia, pues recuerdo a mis lectores que la estatua fue erigida, en 1919 (un año antes de la muerte del escritor, quien asistió a la ceremonia inaugural, ciego y enfermo), con sendos donativos de mil pesetas del Ayuntamiento de Madrid, el Círculo de Bellas Artes, la Real Academia y el Casino de Madrid y suscripciones populares de 25 cts. Vean que estoy hablando de organismos que no sólo están vigentes, sino pujantes, y sin embargo nadie los representó en esos Jardines, ni siquiera, repito, la única que siempre lo hizo, el Ayuntamiento, dándose la paradójica circunstancia de que en este acto tan genuinamente madrileño, sólo hubiera representación institucional (la Asociación, me temo, es eso que se llama “sociedad civil”) por parte de los canarios que, en su origen y que yo sepa, no tocaron pito —ni era ese el camino— en la erección de la estatua, y que no se incorporaron al Homenaje hasta 1989, más o menos cuando se creó la actual Asociación de Amigos de Galdós, con el gran biógrafo del escritor, don Pedro Ortiz Armengol, hoy retirado, al frente. Ahora, tantos años después, son el Cabildo y la Casa de Canarias de Madrid quienes llevan las riendas; incluso han dado techo a la Asociación cuando, hace ya algunos años, tuvo que abandonar, por reestructuración de locales, su anterior cobijo en el Círculo de Bellas Artes. En buena hora, pues como dijo el propio don Benito por boca de su admirable Benina (Misericordia), “no llega tarde quien a casa vuelve”. Ni siquiera después de muerto. Eso sí, el Retiro y la estatua de Victorio Macho siguen estando en Madrid. Por ahora.


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