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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Nostalgia de la URSS

Estuvimos invitados una semana a la isla de Ré, cada año más chic. Nuestra anfitriona, para agasajarnos aún más, invitó a cenar a ocho personas, que, desde luego, nosotros no hubiéramos invitado. Pero no se trata de eso. Durante la sobremesa, un señor, productor de cine, contó con cierta ironía, que su padre le enviaba a los campos de veraneo de las Juventudes Comunistas, y para sus estudios universitarios, a Oxford, naturalmente, pero también a Moscú.

Estuvimos invitados una semana a la isla de Ré, cada año más chic. Nuestra anfitriona, para agasajarnos aún más, invitó a cenar a ocho personas, que, desde luego, nosotros no hubiéramos invitado. Pero no se trata de eso. Durante la sobremesa, un señor, productor de cine, contó con cierta ironía, que su padre le enviaba a los campos de veraneo de las Juventudes Comunistas, y para sus estudios universitarios, a Oxford, naturalmente, pero también a Moscú.
Como aquello suscitó alguna broma, su esposa declaró con vehemencia que por los años sesenta “todo el mundo” estaba convencido de que iba a ganar la URSS, que era una superpotencia, que sus avances tecnológicos eran los más importantes del mundo, dio el ejemplo del Sputnik y otros. Con cierta ingenuidad dijo que puesto que la URSS iba a ganar, era lógico ser filosoviético. Más o menos todos los invitados, manifestaron su nostalgia de la URSS. No es que esa conversación de bobos –Bourgeois-bohèmes– tenga la menor importancia, pero es sintomática de un sentimiento muy difundido en la sociedad francesa, (como en la española), la nostalgia de la URSS.
 
Es cierto que durante años lo único que funcionaba o parecía funcionar, era la industria militar, con el llamado “complejo militar industrial”, la conquista del espacio, los misiles nucleares, y todo lo demás. En cambio, la agricultura, los servicios públicos, la producción petrolera, los bienes de consumo, etcétera, estaban por los suelos, y sobre todo, si, repito, sobre todo, los soviéticos sentían una asfixia creciente debido a la falta de libertad. Muchos dicen que los rusos son un pueblo pasivo y fatalista, acostumbrado desde hace siglos a un poder autoritario, cuando no totalitario. No me lo creo. Como en todos los países hay una franja de la población pasiva y timorata, pero los anhelos de libertad recorren toda la historia contemporánea rusa, y también soviética. Las ilusiones sobre la supremacía militar de la URSS, se derrumbaron en Afganistán que el Kremlin consideraba como la primera etapa de una ofensiva militar de gran magnitud contra Occidente, y tuvieron que constatar que sus tropas se negaban a combatir, que su tecnología guerrera no servia para esa guerra de guerrillas, que su censurada opinión pública estaba en contra, y que las madres de los soldados manifestaban para que sus hilos volvieran a casa, fenómenos inédito en la URSS.
 
Paralelamente, ciertos jefes de estado y de gobierno occidentales, algunos partidos, y aún menos, cierta prensa y un puñado de intelectuales, conscientes del peligro de agresión soviética, y de la injusticia de su sistema político y social, hacían sonar la alarma y criticaban al comunismo. Pero creo que, a nivel mundial, fue sobre todo el Presidente Reagan quien, constatando las insuficiencias militares de su país, se volcó, a trancas y barrancas, para superarlas, lanzándose en una carrera armamentista y tecnológica, que agotó a los soviéticos, que no tenían los recursos económicos, ni las bases sociales para aceptar el reto y triunfar. Perdieron.
 
Mientras tanto la oposición democrática en la URSS iba creciendo, los “disidentes” cada vez tenían más influencia, dentro como fuera de la URSS. Dirigentes como Andropov y Gorbachov, llegaron a la conclusión de que había que cambiar muchas cosas, para salvar lo esencial, o sea la URSS intacta y el partido único. Fracasaron. Lo que prácticamente nadie comentó entonces es que habían planeado para salvar el comunismo, o un comunismo “remozado”, había que procurarle fuetes dosis de heroína capitalista, como hizo Lenin con la NEP. Pero Gorbachov (Andropov había muerto) fue barrido por los acontecimientos, y ahora hasta se atreve a hacer publicidad para Coca-Cola para mantener su nivel de vida.
 
Matanza islámica de BeslánTodo esto, recordado a vuelo pluma, importa tres cominos a nuestros bobos galos (o a nuestras centurias de Pilares Bonet), añoran la URSS por odio a los USA, con el grotesco señuelo de que antaño les protegía del imperialismo yanqui. Y eso explica su intransigencia con Putin –que no es santo de mi devoción– que llega a una mala fe supina, y que jamás hubieran manifestado frente a Stalin, ni siquiera frente a Brejnev, ese cadáver ambulante. De los trágicos sucesos de los secuestros en la escuela de Beslán, como antes en un teatro de Moscú, el único responsable sería Putin, como si no existieran terroristas islámicos, que dinamitan aviones, ponen bombas en Moscú, como en Grozni, y en el caso de Beslán, secuestran a niños, y cuando hay explosiones y parte del techo de la escuela se derrumba y los niños logran escaparse y huir desnudos, los terroristas les ametrallan por la espalda. Todas estas acciones y otras, porque hay más, demuestran el profundo humanismo terrorista de los locos de Alá. Da lo mismo, la culpa de todo, la tiene Putin. Que el asalto –necesario– haya sido demasiado bestial e hizo demasiadas víctimas, eso lo reconoce hasta el propio Putin.
 
Gorbachov ilusionó a muchos, desde la “dama de hierro”, a la izquierda mundial, pero defraudó en seguida. También es cierto que se rajó ante los golpistas, y se suicidó políticamente. En cuanto a Yelstin, no hablemos, desde sus comienzos fue despreciado e insultado, un borracho que destruye la URSS, y que además tiene pinitos liberales. Según mis criterios, Putin es demasiado autoritario, exactamente lo contrario de un liberal, censura la televisión, actúa suciamente contra la petrolera Yukos, y mil cosas más, pero su proyecto es evidente, convertir de nuevo Rusia en gran potencia. Caiga quien caiga. Eso podría satisfacer a muchos, obsesionados por la supremacía norteamericana. Pues no, Putin no vale, porque no ha restablecido la URSS. Están todos locos.
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