Menú
ASUNTOS EXTERIORES

Polémicas

A veces da la sensación de que la inmensa mayoría de los intelectuales está en contra no sólo de la intervención en Irak, sino de cualquier forma de intervención bélica, sea cual sea su causa y su objetivo. No es así.

Uno de los escasos motivos para el optimismo en este asunto es precisamente la existencia de una intensa discusión acerca de las justificaciones de la intervención bélica. El debate empezó como consecuencia de los ataques del 11 de septiembre. En febrero de 2002 se hizo público un documento titulado “Por qué estamos luchando: Carta desde América”. Exponía los principios básicos en los que se funda la convivencia civilizada: la dignidad esencial del ser humano; la convicción de que existen verdades morales universales; la creencia de que el hombre sólo tiene un acceso parcial a la verdad, por lo que debe prevalecer la pluralidad y el diálogo; y la necesidad de establecer la libertad de conciencia y la libertad religiosa.

A partir de estos valores universales, el documento se esforzaba por hallar los principios morales que justifican el recurso a la violencia. Una guerra será justa cuando se haga para evitar la muerte de personas inocentes, amenazadas por un agresor que demuestra una hostilidad implacable. Sólo la puede conducir una autoridad legítima y responsable. Y sólo tienen categoría de adversarios las fuerzas armadas, nunca la población civil.

“Por qué estamos luchando” fue firmado por intelectuales norteamericanos de muy diversas tendencias políticas. Entre ellos había personas consideradas conservadoras, como Francis Fukuyama, Samuel Huntington o Michael Novak, y otras progresistas, como Amitai Etzioni o Michael Walzer. Son grandes nombres. En contra de lo ocurrido con la guerra de Vietnam, una parte muy importante del pensamiento norteamericano respaldaba la solución bélica.

No faltaron las respuestas críticas. Vinieron de América, con una “Carta desde Estados Unidos a los amigos europeos”, y de Alemania, donde se publicó una réplica titulada “Un mundo justo y pacífico sería distinto” (Frankfurter Allgemeine, 02.08.02). Los dos textos criticaban el “imperialismo norteamericano”. En Arabia Saudí, un importante grupo de intelectuales y profesores firmó un documento titulado “Cómo podemos coexistir” (www.islamtoday.net).

“Cómo podemos coexistir” exponía diferencias de fondo con respecto al primer manifiesto norteamericano, en particular en lo que se refiere a la separación entre poder político y religión. Pero también se basaba en los grandes principios morales derivados del Corán. Como los principios morales son universales, el documento saudí abría un campo bastante amplio al diálogo. Curiosamente, no ocurría lo mismo con los documentos occidentales. Al partir de posiciones básicamente antinorteamericanas, es decir puramente ideológicas, no invitaban al debate.

El manifiesto saudí tuvo dos respuestas. Una vino de los norteamericanos firmantes del primer documento, que se congratulaban de la actitud de sus colegas árabes. La otra resultó más sorprendente. Es un texto titulado “Carta al pueblo americano”, que circuló en la red y fue publicado en The Observer (24.11.02). Aunque finge responder a quienes iniciaron la discusión, en realidad es un recordatorio de consumo interno, dirigido a los intelectuales saudíes, acerca de los auténticos valores islámicos. De una violencia y un antisemitismo feroz, primario, debería ser calificado de delirante si no supiéramos la eficacia de estos delirios. El texto ha sido atribuido a Al-Qaeda (ver “Reading an Enemy”, de David Blankenhorn, promotor del primer documento al que hemos hechos referencia, en www.americanvalues.org, donde se puede encontrar estos textos).

No ha habido ningún comentario a los saudíes por parte de los intelectuales opuestos a cualquier intervención. El silencio parecerá natural. No lo es. Revela la inconsistencia de buena parte de las posiciones antibelicistas.


0
comentarios