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COMER BIEN

Se nos fue "Currito"

Las sardinas del Cantábrico se han quedado huérfanas: el pasado fin de semana, a sus jóvenes 72 años, se ha ido José María González Barea, "Currito", sin duda alguna el personaje más querido de todos los que se mueven en el mundo de la gastronomía española, de la cocina española.Lloran las sardinas, se enlutan los bacalaos y los marmitakos deberían servirse, en adelante, con crespones negros.

Las sardinas del Cantábrico se han quedado huérfanas: el pasado fin de semana, a sus jóvenes 72 años, se ha ido José María González Barea, "Currito", sin duda alguna el personaje más querido de todos los que se mueven en el mundo de la gastronomía española, de la cocina española.Lloran las sardinas, se enlutan los bacalaos y los marmitakos deberían servirse, en adelante, con crespones negros.
El cocinero vizcaíno Currito
Currito era, es, una institución en toda España, no sólo en sus queridísimos Santurce y Vizcaya. A todos sus amigos nos invade estos días una profunda tristeza.
 
Todos sus amigos... Pocas personas como Currito podían contar a sus amigos por sus conocidos, porque conocerlo era quererlo. De él se puede decir, sin exagerar ni un pelo, que fue eso que todos querríamos ser: millonario en amigos. Es que era imposible no ser amigo suyo, no quererlo.
 
Bajo su sempiterna chapela sonreía un vasco socarrón... con un corazón de oro, pero un enorme corazón de oro. Su generosidad era ilimitada, proverbial; y no me estoy refiriendo ahora a la generosidad en lo material, con ser inagotable, sino a la generosidad en los sentimientos, que al final es la que de verdad se agradece y no se olvida jamás.
 
Currito siempre estuvo, con sus cazuelas, sus parrillas, su esfuerzo y, sobre todo, su cariño, en todas partes desde donde se le llamó. Ejerció sus saberes a lo largo y ancho de toda España: no había más que insinuarle "mira, Currito, voy a hacer unas jornadas y me gustaría que tú..." Innecesario decirle más: allá iba.
 
Sabía disfrutar con sus amigos como pocos. El, con sus dos inseparables Lucio Blázquez ("Casa Lucio") y Miguel García ("La Trainera"), formaba una trinca inigualable; tres personalidades muy distintas, pero imparables cuando se juntaban: eran el alma de todas las fiestas, animaban cualquier ambiente...
 
Sabía disfrutar, sí; pero también sufrir. Yo, que le quiero muchísimo y me he sentido siempre querido por él, lo he visto llorar sin disimulo cuando la vida ha golpeado a alguno de sus amigos. Pero te hacía sentirte bien, incluso cuando el consolado, viendo la emoción de Currito, acababa por tener que consolarle a él.
 
Conoció, en su vida que se me antoja demasiado corta, las mieles del triunfo -su "Currito" de la Casa de Campo madrileña es, desde hace muchos años, una referencia inexcusable de esa cocina vasca de siempre, en la que cada cosa sabe exactamente a lo que tiene que saber- y las hieles del fracaso: pero jamás se desanimó, siempre siguió luchando, trabajando, volcándose...
 
Anécdotas... a millares. Cómo no acordarme de un viaje a Vigo en el que, al salir del hotel, nos sorprendió un aguacero de los que hubieran asustado al mismísimo Noé. Cerca del hotel había un negro -perdón: un inmigrante subsahariano- que se calaba hasta los huesos intentando colocar su cargamento de paraguas. Currito, sin pensárselo dos veces, le compró todo su material, que repartió entre todos los que le acompañábamos...
 
La expresividad de Currito contrastaba con la serenidad y la discreción de Juli, su mujer, siempre un punto de contención. Currito estaba orgullosísimo de sus hijos, Marta, María José y Emilio, y de sus yernos y nuera, José Miguel, Roberto y Arantxa. Todos ellos han seguido los pasos del patriarca. Como su sobrino Carlos, responsable directo de los fogones del "Currito" madrileño y que heredó de su tío la sabiduría gastronómica y la bondad, que le lleva a pasar sus vacaciones en Burkina Fasso trabajando para mejorar la vida de los niños, de los jóvenes, de ese país...
 
Otra pasión de Currito, aparte de su familia, su tierra natal y la cocina, era el Athletic de Bilbao. Lo siguió por toda Europa, con gran alegría del resto de los pasajeros de los aviones donde viajaba el club rojiblanco, que se veían sorprendidos por el "catering" que aportaba, porque sí, Currito: esas "txorraditas" de merluza que repartía apenas se emprendía el vuelo están en la historia del Athletic.
 
Una más: comprar en el mercado de Guernica del último lunes de octubre; allí, con las "casheras", disfrutaba de lo lindo, buscando el mejor género, que jamás regateaba; incluso sabía que a él, por ser Currito, le cobraban un poquito más... y yo creo que, en el fondo, le encantaba.
 
Currito ya no está aquí. Pero es un consuelo saber que, cuando nos toque volver a verlo, San Pedro nos recibirá con la txapela que el propio Curro le habrá impuesto nada más llegar al cielo... o un ratito después, porque seguro que la primera txapela celestial se la regaló a... San Mamés.
 
Mientras tanto, cerramos filas con su familia y recordamos a esa grandísima persona que fue Currito, el amigo de todos.
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