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DESDE GEORGETOWN

Apunte para el nacional socialismo gay

La coalición nacional socialista gay que gobierna España pronto pondrá en marcha sus planes para instaurar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Los norteamericanos, en las pasadas elecciones, han dicho no al cambio legal de la institución del matrimonio. Los españoles, que tantos años de democracia llevamos disfrutando con una madurez y un civismo envidiados en el resto del mundo, por no decir en el resto del universo, vamos a dar lecciones de progresismo a los norteamericanos.

Los pobres sólo pueden presumir de doscientos años de estabilidad democrática ininterrumpida.
 
Los activistas gays norteamericanos habían sido avisados que no plantearan como lo estaban haciendo, de modo radical y sin un largo debate previo, la cuestión del matrimonio entre personas del mismo sexo. No hicieron caso, siguieron adelante e incluso relacionaron el asunto con las elecciones presidenciales. El resultado ha sido el previsible: las aspiraciones a la instauración del matrimonio entre personas del mismo sexo se han visto paralizadas, por lo menos para mucho tiempo.
 
En once de los Estados de la Unión se planteó el día de las elecciones un referéndum acerca de la naturaleza del matrimonio. En todos ellos, y por mayorías muy amplias, los electores decidieron que el matrimonio lo es sólo entre un hombre y una mujer. Estos Estados no son unánimemente republicanos. La cuestión del matrimonio entre personas del mismo sexo desborda con mucho las lealtades partidistas. En términos generales, dos de cada tres americanos están en contra. No ocurre lo mismo con las uniones de hecho, respaldadas por el 52% de los votantes, empezando por el presidente Bush.
 
En el Partido Republicano, Bush quería reformar la Constitución para especificar la naturaleza del matrimonio. El vicepresidente Cheney no estaba de acuerdo y prefería seguir la tradición legislativa según la cual son los Estados, y no el Gobierno federal, los que se ocupan de la regulación del matrimonio y la familia. Bush argumentaba que hay que evitar que los jueces introduzcan cambios radicales en una institución que considera fundamental. Los más próximos a Cheney suelen decir que la Constitución es un texto de índole político y moral cuya misión no es decirle a la gente lo que tiene o lo que no tiene que hacer. La Constitución debe garantizar a los individuos y a los Estados la libertad de ejercer sus propias responsabilidades.
 
El Partido Demócrata tampoco era favorable al matrimonio entre personas del mismo sexo. Matizaba algo más con respecto al futuro y sugería una posible evolución de la sociedad hacia la aceptación del matrimonio entre personas del mismo sexo. También descartaba cualquier enmienda para la reforma constitucional, pero la posición oficial era clara. No se iba a promover desde el gobierno la reforma de la institución del matrimonio.
 
Pues bien, a pesar de todo esto, la cuestión del matrimonio entre personas del mismo sexo ha estado muy presente en la campaña electoral y, según todos los análisis, ha tenido un efecto relevante en el resultado de las elecciones al reforzar la reacción conservadora. ¿Por qué?
 
La causa primera está en la forma en que los activistas gays han promovido el matrimonio entre personas del mismo sexo. En vez de razonar y exponer sus razones con humildad, han defendido su causa con un tono desafiante y despreciativo, como si los que no la compartiera fueran imbéciles o ultraconservadores. Cuando se quiere vender algo, conviene no dejar tan claro que se desprecia al posible comprador. Las fotos de los matrimonios gays en la alcaldía de San Francisco, que presentaban como natural algo que no lo es para la mayoría de la población, resultaron demoledoras.
 
Por si eso fuera poco, los activistas gays relacionaron su propuesta con un frente anti Bush que, gracias a diversas aportaciones parecidas a esta, fue adquiriendo caracteres cada vez más pintorescos, por no decir grotescos. Algunos gays conservadores echaron más leña al fuego al retirar su apoyo a la candidatura de Bush tras su propuesta de enmienda constitucional sobre el matrimonio.
 
Dadas sus posiciones de base y conociendo como se supone que debe conocer a la sociedad norteamericana, el Partido Demócrata debía haberse distanciado de todo este movimiento. En vez de eso coqueteó con él e incluso dio a entender que se identificaba con sus posiciones. Así ocurrió durante los debates de la campaña, cuando Edwards y sobre todo Kerry sacaron a relucir la homosexualidad de Mary Cheney, la hija del vicepresidente.
 
La alusión era intencionada. Kerry conoce a suficientes homosexuales demócratas como para ir a poner como ejemplo justamente a la hija del candidato a vicepresidente. Lo hizo como un guiño a los militantes gays. Les vino a decir que aceptaba su respaldo y a cambio dejaba que crucificaran a Mary Cheney por atreverse a decir que es homosexual y republicana a un tiempo, es decir por transgredir el diktat más intocable de la gestapo gay, un diktat racista del que depende toda su influencia y según el cual la inclinación sexual de una persona determina su vida entera y, claro está, su opción política.
 
Intuitivamente, sin necesidad de más explicaciones, la gente entendió que Kerry había hecho algo indigno de un futuro presidente de los Estados Unidos. De ahí el escándalo que suscitó aquella intervención y el daño que causó al candidato.
 
Las lecciones de todo este asunto son muy variadas. Quiero destacar dos. En primer lugar, ha quedado demostrado que el movimiento a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo no monopoliza la tolerancia y el progreso. Al revés. El dogmatismo y la intransigencia de sus promotores no han llevado al electorado a una reacción anti-gay. Se ha rechazado el matrimonio entre personas del mismo sexo sin el menor síntoma de intolerancia hacia los homosexuales.
 
En segundo lugar, ha quedado claro que el partido más beneficiado ha sido aquel que no ha querido hacer política de la cuestión del matrimonio entre personas del mismo sexo y se ha atenido a la defensa sensata de la institución del matrimonio. En España, la coalición nacional socialista gay ha abanderado este movimiento como un ejemplo de libertad y progreso. En realidad, lo hace para acorralar al PP, obligarle a plantear la cuestión ante el Tribunal Constitucional y dejar que el PP quede como un partido ultraconservador. En mi opinión, está manipulando descaradamente a los homosexuales y la institución del matrimonio para conseguir un beneficio político de corto plazo, pero también regalándole una oportunidad de oro al Partido Popular. Sacar las consecuencias de lo ocurrido en estos meses en Estados Unidos no debería ser muy difícil.
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