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DRAGONES Y MAZMORRAS

Sefarad y don Quijote

Mucho llamará la atención a mis lectores este título y esperarán de él grandes revelaciones respecto a su enunciado. No hay tal, sino puntual referencia de dos actos independientes, relacionados con cada uno de los aspectos mencionados.

De Sefarad, que siempre llevo en mi corazón, hablé, si mal no recuerdo, hace unas semanas cuando referí mi visita a Toledo para ver la exposición así llamada. Si no lo hice —ahora no puedo comprobarlo— valga esta referencia para que no caiga en el olvido de quienes han depositado en mí su confianza para hacerse una idea de por dónde van las cosas culturales en España. En una ciudad arrasada por las obras de restauración (El Alcázar, la casa del Greco, las sinagogas) destacaba de manera especial esta exposición patrocinada por la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior (SEACEX para los iniciados), titulada Memoria de Sefarad, que no podía haber elegido mejor emplazamiento. Lo que más llamaba la atención en esa exposición (que acaba de cerrar sus puertas), incluso por encima de sus magníficas piezas, era su espíritu didáctico. La avanzadísima instalación permitía asistir, virtualmente se entiende, a una ceremonia religiosa en la sinagoga, al sabat en una casa corriente y a otros aspectos de la vida cotidiana de los judíos españoles de la época. Me conmovió, la atención, la unción y el respeto con el que los visitantes, muchos de ellos extranjeros y tal vez sefarditas, contemplaban todas las partes de la exposición. Me di cuenta de que para muchos era una especie de “retorno”, en todo caso un acto ceremonial del que no podíamos excluirnos los no judíos que lo contemplábamos.

Ese afán didáctico es muy necesario en estos tiempos, cuando la ignorancia y la maldad (a partes iguales) tienden a desvirtuar todavía más los hechos pasados y presentes de ese pueblo para mí entrañable. Todo esto me vino a la memoria el otro día mientras asistía a la presentación de la novela de César Vidal titulada El aprendiz de cabalista, publicada por la editorial Siruela. Tuvo lugar en el salón de actos de la Comunidad Judía de Madrid, que se está convirtiendo en uno de los puntos focales de la “acción cultural interior” y corrió a cargo de Gabriel Albiac y de Uriel Macías. Tengo que confesar que a pesar de la brillantez y elocuencia de ambos, y por supuesto del autor, no pude darme cuenta del verdadero alcance de la obra hasta que la leí, cosa que hice de inmediato.

La impresión que saqué fue la de que es un libro cuya lectura debería de ser puntuable a efectos pedagógicos. A nadie mejor confiaría yo la tarea de explicar, no ya a los jóvenes, sino a los mayores, cómo vivían los judíos en la época en que fueron expulsados, en qué consistía su aprendizaje religioso, y sobre todo cómo se come eso tan misterioso y temeroso de la Cábala. Lo que hacen los personajes de la novela con ella es, por supuesto, especulación del autor y forma parte esencial del encanto y el misterio del argumento, que no conviene desvelar en modo alguno. También son dignos de destacar dos aspectos en los que el autor hace hincapié. El primero se refiere a la condición de judío de Jesús —que hermana a ambas religiones— y el segundo consiste en la observación reiterada (y oportuna dentro de la narración) de que la expulsión de los judíos de España fue un hecho tardío respecto a expulsiones anteriores en Francia e Inglaterra, dato que sin duda, será un descubrimiento para quienes todavía creen que, después de Alemania, España ocupa el segundo lugar en la historia universal de la infamia.

¿Y qué pasa con don Quijote, se dirán ustedes? Pues que fue el tema central de un coloquio que se desarrolló los días 24 y 25 de enero en Antigua Guatemala (normalmente llamada La Antigua). Se titulaba “Esperanza, imaginación y libertad en Don Quijote” (“Hope, Imagination and Liberty in Don Quixote”). Me refiere José María Marco, que participó en el mismo, y de quien tengo todas las referencias al respecto, que el marco era alucinante, pues La Antigua es una ciudad del siglo XVII que permanece intacta, con gigantescas ruinas de iglesias derruidas en el terremoto de finales del siglo XVIII, después de lo cual se decidió trasladar la capital a la actual Guatemala City. “Alrededor de ese escenario de otro mundo —me escribe Marco— unos cuantos volcanes de más de 4.000 metros, uno de ellos activo (el Volcán de Fuego)”. El coloquio reunió a 15 participantes, procedentes de muy diversas áreas: profesores de Filosofía: Armando de la Torre (Guatemala), Emeterio Gómez (Panamá); abogados y profesores de Derecho: Eduardo Mayora y José Luis González Dubón (Guatemala); arquitectos: Warren Orbaugh (Guatemala); economistas: Fritz Thomas (Guatemala); sociólogos: Carlos Sabino (Panamá) —un habitual de Albarracín; ingenieros: Giancarlo Ibargüen (Guatemala, moderador y coordinador de todo el proyecto); profesores de literatura: Siang Aguado de Seidner (Guatemala, hija de José María Aguado, el exiliado republicano, estudioso del Lazarillo de Tormes y de Juan Ramón Jiménez, de Guatemala) y Darío Fernández-Morera (USA), y de España únicamente ya citado José María Marco a quien agradezco la
información. Con su permiso, reproduzco el resto de la carta en la que me
la comunica tan importante acontecimiento:

“La organización corría a cargo de la Universidad Francisco Marroquín, de Guatemala. La Universidad lleva el nombre del obispo de Guatemala de tiempos de la conquista, un temperamento exactamente opuesto al del muy fanático, como sabes, Fray Bartolomé de las Casas. Fundada en 1972, la Universidad Francisco Marroquín es una universidad privada, que imparte carreras diversas: Medicina, Arquitectura, Derecho, Economía y Política, entre otras. Tiene un ideario muy sencillo: ayudar a formar hombres libres y responsables en una sociedad pluralista y democrática. Todos los estudiantes, de cualquier carrera que sean, tienen que estudiar como curso obligatorio las ideas sociales y económicas de Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, o sea liberalismo puro y duro, del de verdad. Son completamente independientes del gobierno y la Universidad como tal se define como apolítica. Probablemente eso le habrá ayudado a sobrevivir durante los duros años de la guerra civil en Guatemala. Tienen un campus maravilloso, pequeño, con edificios muy modernos, además de dos museos, uno exquisito dedicado al arte precolombino y otro igual de precioso, dedicado al arte textil y a la vestimenta indígena) en medio de un ambiente tropical. Si quieres más información, en www.ufm.edu”.

“El patrocinio del curso, en cambio, era de la Liberty Fund, que es una organización filantrópica norteamericana, fundada por un millonario norteamericano, a la que legó toda su fortuna. Está dedicada a propagar la idea de la libertad en el mundo. No se meten en política, y promocionan una considerable cantidad de actos (casi 200 al año). Uno de los formatos de estos actos es el del “Coloquio”, como el dedicado al Quijote: se reúne a gente de muy variadas especialidades y lo único que se les pide es que hayan leído el texto en cuestión para poder participar en un coloquio de dos días de duración, moderado. En este caso fue El Quijote. Para este año los hay también sobre Tocqueville, Buchanan, Plutarco, Burke, Soljhenitsin, Montesquieu, Locke, Tucídides, Niebuhr, John Adams, Oakeshott, Maquiavelo, Shakespeare, Savonarola, Dostoievski, Homero, etc. etc. Otros son sobre temas generales, como “Culture and Identity in Our Contemporary World”, “Religion, Constitutionalism, and Democratic Principles in Contemporary Islam”, “Children, Responsibility, and Liberty”, etc. En algunas ocasiones de los debates surge un libro. Otros, como el del Quijote, no: se trata simplemente de debatir sobre el tema propuesto, con total libertad y tranquilidad. También tienen otros formatos, especialmente diseñados para estudiantes. Y tienen una colección de clásicos sobre la libertad, en ediciones ejemplares y económicas. Como ves, una cosa de nada: los europeos, tan sofisticados, ni siquiera soñamos con algo mínimamente parecido. (Para más información, www.libertyfund.org)”.

Y como ven ustedes —y es adonde yo quería llegar— no todo lo que tiene que ver en España sucede en España. Menos mal.


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