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ASUNTOS EXTERIORES

Tortura y democracia

La publicación de las fotos de malos tratos infligidos a prisioneros iraquíes por parte de unos cuantos soldados norteamericanos se ha convertido, como no podía ser menos, en un arma de propaganda. Los políticos —demócratas y republicanos—, buena parte de la prensa norteamericana y casi toda la europea las han convertido en el mejor argumento en contra de la intervención en Irak y sus responsables.

The Economist ya ha comparado la foto del hombre encapuchado y en una escenografía asociada a prácticas de electrocutamiento con la de la niña vietnamita corriendo bajo un bombardeo norteamericano. The Economist apoyó la guerra de Irak. Lo recuerda, y argumenta que las fotos de malos tratos perjudican seriamente la causa de la democratización del país Irak. Llega a pedir, como otros diversos medios, la dimisión de Rumsfeld (“Resign, Rumsfeld”, 06.05.04). Rumsfeld, por su parte, ya ha tenido que aguantar los reproches de Bush. El propio Bush ha aparecido en varios medios de comunicación, entre ellos dos árabes, para dar explicaciones.
 
Si hacemos el esfuerzo de alejarnos un poco de la polémica partidista, podremos añadir algunos datos significativos sobre el asunto. El primero es que los casos de malos tratos ocurridos en la prisión de Abu Ghraib parecen haber sido eso, humillaciones y vejaciones, pero no torturas. Los realizaron un número muy pequeño de soldados —en torno a unos trece— y fueron puestos en conocimiento de los mandos militares el pasado 13 de enero. Desde entonces han sido objeto de varias investigaciones. La primera terminó el 20 de marzo, con la apertura de causas criminales contra seis soldados. Y una segunda, de orden “administrativo”, a cargo del general Antonio Taguba. Esta última presentaba las fotos que ahora han salido a la luz. La prensa tiene la obligación de dar a conocer este material. Pero el material procede del propio ejército norteamericano y ha servido, antes que para la propaganda, de prueba en varias investigaciones internas (“Abuse and the Army”, The Wall Street Journal Europe, 07.05.04).
 
Sería de desear que la misma transparencia de la que ha hecho gala el ejército norteamericano fuera practicada por otras instituciones, partidos políticos y empresas. Por ejemplo, la ONU en el programa “petróleo por alimentos”. Esperemos que en España la investigación del 11 M y los hechos ocurridos entre ese día y el 14 alcancen el mismo grado de publicidad. No hay la menor esperanza de que la opinión pública occidental o árabe, y los medios de comunicación apliquen la misma exigencia a los gobiernos árabes.
 
Aun así, hay que reconocer a existencia de malos tratos en Irak pone de relieve algunos de los problemas más graves a los que se enfrenta Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo. Entre los más urgentes está el número de detenidos, su estatuto legal, las condiciones de detención y el personal a cargo la gestión de estos centros. En cuanto a estos últimos, se trata de soldados, no de personal especializado en regímenes carcelarios. En cuanto a las condiciones de detención y el estatuto legal de los detenidos, estos no son tratados por Estados Unidos como prisioneros de guerra —y por tanto como soldados de un ejército enemigo— sino como presuntos terroristas. Son inspeccionados por la Cruz Roja y de otras organizaciones humanitarias, pero no se pueden amparar en el anonimato ni en el silencio. Esto ha facilitado indudablemente la existencia de malos tratos.
 
El número de prisioneros en estas condiciones se acerca, sólo en Irak, a los 14.000. Estados Unidos está creando un enorme complejo carcelario fuera de sus fronteras, sin control judicial. Entre Afganistán, Irak y Guantánamo, no se conoce exactamente el número de detenidos. Es el caldo de cultivo perfecto para lo que han revelado las investigaciones del Ejército norteamericano.
 
Además, estos detenidos no tienen en perspectiva ningún proceso judicial. Por el momento, en Irak no existe administración de justicia, ni se celebran juicios ni se dictan sentencias. Es uno de los puntos más débiles de la gestión norteamericana. La población civil y los terroristas saben que los crímenes no van a ser juzgados y castigados. Los reclusos lo saben también, y tampoco facilita el trabajo de los soldados encargados de una custodia cuyos límites y objetivos no están claros.
 
Los malos tratos ocurridos en el centro de detención de Abu Ghraib deberían llevar por tanto a varias reflexiones. Primero, a exigir que se terminen definitivamente con estos hechos, que contradicen los principios mismos de la democracia y en particular el espíritu y la letra de la Constitución norteamericana.
 
En segundo lugar, deben llevar a reflexionar sobre la gestión de la posguerra por parte de la autoridad provisional, y las medidas que ha adoptado. Michael Ignatieff ha publicado en The New York Times un ensayo (Lesser Evils [El mal menor] 02.05.04), extracto de un próximo libro en el que aborda estos problemas desde la perspectiva de la guerra contra el terror y de las diferencias que presenta con una guerra convencional.
 
Ignatieff aboga por reforzar las instituciones y por una mayor transparencia, así como por un mayor control judicial, por ejemplo para evitar situaciones como las que han propiciado lo ocurrido en Abu Ghraib. Pero también se esfuerza por abrir el debate acerca de los medios necesarios para combatir el terror: en una guerra sucia como es esta, no se puede tratar a los tersitas como soldados, ni se pueden aplicar estrictamente reglas dictadas por la Convención de Ginebra (respeto a los edificios religiosos, por ejemplo) cuando estas reglas son sistemáticamente utilizadas por los terroristas en su favor. Ignatieff llega incluso a preconizar el establecimiento de protocolos para el ejercicio de la violencia sobre prisioneros, en los casos en los que sean legítimas prácticas de este tipo. Ignatieff no quiere que vuelva la tortura, pero argumenta que las democracias tienen derecho a defenderse del terrorismo, y que si quieren hacerlo, habrán de pensar con seriedad y sin miedo los medios de defensa que poseen.
 
Hay mucha gente, para qué nos vamos a engañar, que no se escandaliza ante los atentados terroristas palestinos o ante los de la “resistencia” Iraquí. Muchas de estas personas, en cambio, han manifestado una profunda y ruidosa indignación ante las fotos de lo ocurrido en Abu Ghraib. Todas ellas, probablemente, pondrán el grito en el cielo ante los argumentos de Ignatieff. Los que se sientan dolidos por toda esa violencia, estén convencidos de que son incompatibles con la defensa de los derechos humanos y se compadezcan del dolor y la humillación padecidos por quienes han sido sometidos a malos tratos en las cárceles iraquíes harían bien en leer el ensayo de Ignatieff con atención.
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