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LA NIEBLA, DE FRANK DARABONT

El controvertido cine de terror

Está comprobado: son muchos los creyentes que consideran el cine de terror como algo intrínsecamente insano, fruto de una errónea antropología y de una metafísica aún peor. Normalmente este juicio negativo se extiende a la literatura “gótica”, que está casi siempre en el origen de las películas de ese género.

Está comprobado: son muchos los creyentes que consideran el cine de terror como algo intrínsecamente insano, fruto de una errónea antropología y de una metafísica aún peor. Normalmente este juicio negativo se extiende a la literatura “gótica”, que está casi siempre en el origen de las películas de ese género.
La niebla, de Stephen King (y Frank Darabont)

Nos parecen muy lícitas esas apreciaciones, pero también aquellas que descubren en ciertas películas y novelas aciertos inteligentes y diagnósticos válidos sobre la sociedad y el ser humano. Es el caso, por ejemplo, de La niebla, la recién estrenada obra del brillante director Frank Darabont a partir de un texto de Stephen King. Ya antes había adaptado con éxito otros libros del autor, en películas como Cadena perpetua o La milla verde. Con esta, ya son casi cincuenta las películas basadas en obras del escritor estadounidense.

La niebla, ambientada en la región de Maine que vio nacer a Stephen King, se alimenta de referentes de serie B para ofrecer una reflexión sobre la influencia que el miedo ejerce en las decisiones morales. Dicho de otra forma: analiza cómo la irracionalidad desemboca en la inmoralidad, y cómo la religiosidad, cuando da la espalda a la razón, se transforma en violento fanatismo.

El argumento cuenta cómo, como fruto de unos experimentos militares, sobreviene la niebla en una región del Estado de Maine, a unos kilómetros de Portland. Pero la niebla lleva dentro algo indeseable: unos letales insectos gigantes que matan a todo bicho viviente. La niebla mortal sorprende a unas treinta personas en un supermercado que se convierte en su refugio salvador. Pero a medida que el pánico y la incertidumbre se van apoderando de ellos, empiezan a desarrollar conductas regresivas y primitivas, especialmente en lo que a religiosidad se refiere. Sólo hay un pequeño grupo de personas que mantienen la cordura, pero tampoco serán capaces de mantenerla hasta el final.

Cuando la religiosidad abandona la senda de la razón, y se deja llevar por un miedo incontrolado, se convierte en superstición, fanatismo, profetismo... y violencia. El personaje de la señorita Carmody (Marcia Gay Harden), sustituye al Dios-amor cristiano por el Dios vengador ávido de sacrificios humanos. Hay otro asunto interesante: la película, de una forma silenciosa y muy simbólica, en los planos finales que no podemos desvelar, propone una sugerente y paradójica reflexión sobre el egoísmo como lo más inconveniente para los propios intereses. Hay quien interpreta el film en clave fatalista, ensombrecido por un pesimismo antropológico, pero es más adecuado entenderlo en clave de fábula moral. Una fábula que, a pesar de su regusto hobbesiano ("El hombre es un lobo para el hombre"), reivindica una interesante unidad entre razón y moral.

Desde el punto de vista de la puesta en escena, la película es bastante violenta y muy extremada en sus aspectos dramáticos, aunque está muy bien rodada y montada, y tiene en su haber un sentido del ritmo muy pegado a los cánones del género. En fin, una película estimable para los amantes del género con estómagos curtidos.

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