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DERECHOS EN PELIGRO

Libertad con las otras libertades

Como es sabido, la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, tras un consejo de ministros, dijo sobre la maternidad de Carme Chacón que era "un símbolo de la España que queremos construir". Algo que no deja de entrañar una cierta contradicción.

Como es sabido, la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, tras un consejo de ministros, dijo sobre la maternidad de Carme Chacón que era "un símbolo de la España que queremos construir". Algo que no deja de entrañar una cierta contradicción.
De la Vega

Si un nacimiento natural se convierte en símbolo de una construcción, uno ha de preguntarse, claro, si las naciones se construyen como los artefactos. ¿O no será, más bien, que las naciones tienen, acaso por estar formadas por hombres y no ser nada al margen de ellos, una dinámica de carácter histórico más comparable a la natural que a la manufacturera? Por eso se le llama nación, porque nace, se desarrolla, puede enfermar e incluso morir. Aunque bien pensado, algo que ya existe, además desde hace muchos siglos, ni se construye ni siquiera nace, porque ya nació. Por eso, también es un contrasentido que los nacionalistas hablen de reconocer naciones seculares y, a la vez, del proyecto de construcción nacional. Los estados se construyen; las naciones, nacen. Por eso, todas las concepciones contractuales fracasan como explicación de la nación; un contrato social es algo normativo, por tanto, posterior y estatal.

Segunda RepúblicaLa Constitución deutero-republicana de 1931, como huella de las tres fuerzas dominantes que concurrieron a su elaboración, tenía no simplemente un carácter normativo para regular la vida social, sino también pretensiones de ingeniería social. De los socialistas, tomó principalmente su tendencia socializante; de los nacionalistas, la federalizante; y de los jacobinos, la laicizante. De todos ellos, la estatalizadora. La norma, confirmada por las Cortes constituyentes, fue luego alimentada por esas tres fuerzas; todo ello condujo al fracaso de aquella República de disparates de toda clase. En nuestra comatosa Constitución hay vestigios de esa cuaterna, pero no su vocación; incluso la regulación de las autonomías tenía pretensión de limitación. Aunque la acción de las fuerzas de ingeniería social y la pasividad casi total del resto han llevado a que la ley fundamental esté quedando desbordada y vayan camino de hacerse con el monopolio las dinámicas neosocialiZante –el modelo tal vez sea ruso-chino, autoritarismo con mercado libre; parecido al paternalismo franquista–, confederaliZante, laiciZante y, cómo no, estataliZadora; tres amenazadoras zetas en una sola.

A este proceso se le ha llamado segunda transición y supone algo más que una reforma constitucional, no sólo por estarse haciendo al margen de la nación soberana, sino porque conlleva un cambio completo de modelo. La pereza mental, la cobardía vital y/o el manto de somnolencia informativa con que arrullan nuestros sueños hacen que sea difícil que la sociedad se percate de la gravedad que esto comporta. Porque lo que está en juego es que la iniciativa sea de las personas en la dinámica social o que lo sea del Estado.

Ciertamente uno de los derechos más en riesgo es el de la libertad religiosa. Pero no el único. En primera fila están también los que más directamente hacen referencia al pensamiento, expresión, comunicación y conciencia. Pero, no nos engañemos, todos lo están. Porque cuando algunos derechos se tienen que vivir al dictado estatal, en vez de estar el Estado al servicio de los ciudadanos y sus derechos, entonces los derechos fundamentales, por mucha amplitud con que se puedan vivir, han dejado de ser considerados innatos y han pasado a ser arbitrarias concesiones estatales –algunos se deben de estar frotando ya las manos pensando en el negocio que vayan a hacer con alguna franquicia–. Y siempre, por muy amplia que sea la tolerancia en el ejercicio de un derecho, estará amenazada por la intolerancia del autócrata de turno, tenga o no visos de legitimidad democrática.

Es verdad que la libertad religiosa se ve constreñida de múltiples modos: programas televisivos, multitud de actos ofensivos, inmersiones educativas varias.... Pero, aunque uno no se quedara encogido, procurando molestar lo menos posible, para conseguir que no le quiten lo que aún le queda, sería un error que los creyentes se limitaran a defender "lo suyo". Sería como estar en la sacristía: una alienación, porque el bien común es interés del cristiano. La Iglesia del futuro en España será lo que vaya siendo en este presente y gracias a él.

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