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TU VIDA EN 65'

La absurda naturalización de la muerte

María Ripoll es una directora interesante. Ya lo era cuando debutó internacionalmente con "Lluvia en los zapatos" (1998). La directora catalana estudió dirección de actores y redacción de guiones en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y dirección en el American Film Institute.

María Ripoll es una directora interesante. Ya lo era cuando debutó internacionalmente con "Lluvia en los zapatos" (1998). La directora catalana estudió dirección de actores y redacción de guiones en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y dirección en el American Film Institute.
Fotograma de Tu vida en 65'

"Tu vida en 65'" es su cuarto largometraje, y en él afronta la adaptación de una obra de Albert Espinosa ("Planta cuarta"), co-guionista del film. La historia, protagonizada por los actores Javier Pereira, Marc Rodríguez, Oriol Vila y Tamara Arias, se sitúa en un domingo cualquiera, cuando tres jóvenes amigos leen la esquela de quien suponen era un antiguo compañero del colegio. Acuden al tanatorio y se dan cuenta de que se han equivocado: aquel entierro no es el de su viejo amigo. Pero a uno de ellos le interesa seguir con el malentendido: se queda prendado de la hermana del verdadero difunto.

La directora ha querido hacer una aproximación "desdramatizada" a la muerte, como algo cotidiano, natural. Y cotidiana y natural es la muerte, sin duda, pero nada banal, al contrario, es el hecho radical que nos pone frente al sentido de todo lo que somos, hacemos y vivimos. Por tanto, todo el desarrollo del film, y sobre todo su desenlace, a pesar de su honestidad de intenciones, peca de irracionalidad. Quiere encontrar su sitio a la muerte en el clima nihilista en que vivimos, y sólo cabe ubicarla como algo "natural", como la lluvia o las flores. Por eso, el final del film, que aquí no desvelamos, provoca una rebelión íntima e inmediata en el espectador.

La película, a pesar de su tono cómico, es seria, es decir, se toma en serio al espectador y a los personajes. Pero lo hace desde una perspectiva parcial, y sin quererlo, ideológica, porque propone una óptica selectiva e interesada sobre el drama de la muerte, una óptica que precisamente afirma que la muerte no es un drama. Y esto sólo se puede afirmar, y únicamente en cierto sentido, desde un planteamiento religioso y trascendente, algo que en el film está tratado de forma algo superflua, aunque no beligerante. Se agradece el estilo y tono de su puesta en escena y el descubrimiento de jóvenes talentos, se agradece el ritmo y el buen oficio, pero naufraga en su diseño antropológico, que propone una forma de mirar la muerte que, sencillamente, es imposible.
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