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La Iglesia, el terrorismo y el nacionalismo

ETA existe y se manifiesta. Existe como es, y ha sido, y será; y se manifiesta de la única forma que conoce: con la dialéctica de la mentira –aunque se vista de apariencia de verdad en los comunicados– y con las bombas.

ETA existe y se manifiesta. Existe como es, y ha sido, y será; y se manifiesta de la única forma que conoce: con la dialéctica de la mentira –aunque se vista de apariencia de verdad en los comunicados– y con las bombas.
Juan María Uriarte, obispo de San Sebastián, obstáculo para la valoración del terrorismo y el nacionalismo de la Iglesia
Muchas son las preguntas que los ciudadanos nos hacemos en estos momentos en los que sólo la ciencia y la conciencia del señor Zapatero tiene la llave, y la información, del arcano que actúa en el presente y en el futuro de ETA.
 
Lo específico de la Iglesia es el juicio moral, no el político. El juicio político debe asumir el juicio moral en la medida en que la acción política está encaminada al bien común y se basa en la elección de los medios que, por más que se revistan de talante, merecen una calificación moral. ¿Es moral el diálogo con ETA en este presente histórico? ¿Cuáles son las condiciones morales para que nada se objete a ese diálogo? ¿Qué responsabilidad tiene el Gobierno y el partido en el poder ante el proceso de diálogo y de negociación? ¿Qué papel debe jugar la Iglesia en ese proceso de diálogo y de negociación?¿Aportan las víctimas, sean las que sean, una peculiar calidad que afecta a la moralidad del diálogo? ¿El papel de la Iglesia será de compañía o de abandono, de quién y por quién? ¿Y la Historia? ¿Y las condiciones que los terroristas ponen sobre la mesa? Y los presupuestos sobre los que se basan sus estrategias y sus acciones, ¿son objeto de juicio moral?
 
La amnesia histórica de la sociedad española, y el sopor moral al que nos está sometiendo la política en esta legislatura, ha hecho que el documento más importante de los obispos españoles en la época contemporánea, Valoración moral del terrorismo, de sus causas y de sus consecuencias, de noviembre de 20002, parezca haber sido condenado a las galernas de lo pretérito. La duda sistemática que se ha sembrado por varios sectores ha hecho que un texto que alcanzó el mayor número de votos ratificadores en la historia de la Conferencia Episcopal Española, sólo superado por la instrucción pastoral “Dios es Amor” de 1998, se haya convertido en escándalo para unos y piedra de desunión para otros. Incluso dentro de la Iglesia, en algunas diócesis del norte este documento, según el decir de su obispo, no es ni representa magisterio ordinario. Para ser más exactos, hablo de San Sebastián, para que nadie se equivoque maliciosamente y piense en otra u otras.
 
Sin embargo, lo que nadie negará es que fue profético, en la medida en que no sólo sintetizó el magisterio de la Iglesia sobre el terrorismo y el nacionalismo con una claridad que hay que agradecer, sino que asentó las bases para futuras intervenciones episcopales, tan necesarias como la anterior. Por ejemplo, una instrucción pastoral sobre el nacionalismo y los nacionalismos para que se nos aclare si España es y supone un bien común que hay custodiar desde la perspectiva de una Historia, que se ha configurado con la savia de la fe católica que es la que ha hecho que sea y llegue a ser lo que es.
 
Esta percepción equivocada hizo que la Comisión Episcopal para la doctrina de la fe encargara a un destacado grupo de profesores universitarios un libro que comentara ese documento. La petición lleva fecha de enero de 2003. El grupo de expertos, coordinados por José Rico Pavés y Juan José Pérez-Soba, entregó sus originales en la fecha señalada por el plan de edición. Pasaban los meses, pasaban los años, y el libro no se publicaba. Ahora, con la colaboración de Pérez-Soba y Rico Pavés, coordinadores de la obra, y de Cándido Pozo, Alfonso Fernández, María Teresa Compte, Vicente Vide, Javier Prades, José Antonio Tomás Ortiz de la Torre, Alfonso Carrasco Rouco y José Andrés Gallego, autores de procedencias intelectuales, geográficas y univesitarias muy diversas, nos encontramos, en la editorial BAC, un libro titulado Terrorismo y nacionalismo que cumple las dos finalidades con las que se pergeñó: despejar los obstáculos que, principalmente dentro de la Iglesia, se han levantado para la recepción del documento episcopal y mostrar la solidez doctrinal y argumental del documento sobre el terrorismo.
 
En la crónica de la elaboración del pastoral de la Asamblea Plenaria, firmada por el actual director del secretariado de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la fe, José Rico Pavés, leemos sobre la carta pastoral de los obispos vascos, Preparar la paz, de 30 de mayo de 2002: “la lectura política y politizada del documento entenebreció la condenación clara y la valoración moral certera del fenómeno terrorista. Ciertamente, a la Carta pastoral le falta el abrigo de una argumentación más sostenida por la palabra del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia. Su lenguaje se mueve en el ámbito de la ética política y no esquiva cuestiones candentes y resbaladizas, cuya iluminación requiere una distancia no siempre lograda” (p. 70). También merece la pena que nos el lector interesado se detenga en las páginas del profesor de Deusto Vicente Vide sobre la moralidad del diálogo con ETA –265 y siguientes-. Nada que ver con la actualidad.

El arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco, señala en la presentación del libro que “la Instrucción pastoral se revela, con el paso del tiempo, como uno de los documentos más importante emitidos por la Conferencia Episcopal Española a lo largo de su historia”. Quien lea detenidamente el libro de la BAC, no lo dudará.

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