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NAVIDAD EXTEMPORÁNEA

Mi padre es ingeniero de Robert Guédiguian

Del siempre interesante e inclasificable cineasta francés Robert Guédiguian, con doce largometrajes a sus espaldas, nos llega ahora su última realización, “Mi padre es ingeniero”, que ya pasó hace casi un año por el Festival de San Sebastián. Una historia que combina marxismo y cristianismo en una extraña propuesta.

Del siempre interesante e inclasificable cineasta francés Robert Guédiguian, con doce largometrajes a sus espaldas, nos llega ahora su última realización, “Mi padre es ingeniero”, que ya pasó hace casi un año por el Festival de San Sebastián. Una historia que combina marxismo y cristianismo en una extraña propuesta.
Fotograma de Mi padre es ingeniero
Jérémie es un médico famoso, Natacha es pediatra de barrio y están enamorados desde adolescentes. Cada año se plantean seguir la relación o acabar con ella. Un buen día Natacha decide acabar porque no quiere seguir a Jérémie en su carrera política y ella prefiere abrir su consulta en un barrio marginal. Pero unos sucesos inesperados darán al traste con todos sus proyectos.
 
Guédiguian opta por el lenguaje metafórico y religioso para abordar una trágica historia de tintes sociales. La Sagrada Familia de Belén es el referente del que se sirve la película para hablar del amor, del misterio de la vida, de la intolerancia y de la injusticia. Una voz en off nos relata “la Pastoral”, típica versión teatral del nacimiento de Cristo en la Provenza francesa –y en Nápoles-. Natasha imagina ser la Virgen María llevando al niño Jesús en su seno mientras pasea por los muelles remodelados de Marsella. Así Guédiguian combina de forma algo surrealista sus inquietudes marxistas con una lectura humanista del hecho cristiano, al estilo de Pasolini, Buñuel o Liliana Cavani. Guédiguian explica que el nombre de Natacha tiene dos connotaciones: la rusa –comunista- y la cristiana –de Natal, “Buena Nueva”-. Jérémie, por su parte, significa “elevado hacia Dios”, y su santo se celebra el primero de mayo, día del trabajador.- Guédiguian afirma que en los personajes del film hay dos niveles: uno inconsciente y permanente, que es cristiano; otro consciente y pragmático, que es marxista. Concluye el cineasta: “una subjetividad cristiana, una objetividad comunista”. La película se basa en la experiencia biográfica del cineasta en lo que al desengaño del militante de izquierdas se refiere. Por ello, la cinta se permite también ser dura –pero esperanzada–con la clase obrera, mostrando mucha maldad en algunos de los personajes de izquierdas: “Fui hasta el final porque sabía que, en el desenlace, se perdonaría al personaje del malo ante el Belén”.
 
Ariane Ascaride, esposa y actriz fetiche de Guédiguian, vuelve a protagonizar la cinta con la genialidad que le caracteriza. Encarna a un personaje que, en palabras del cineasta, se declara en “huelga de vida” porque ya no puede soportar tantas contradicciones. Y Jean-Pierre Darroussin, otro de los favoritos del director, le da también una excelente réplica. La película es interesante y sugerente, pero difusa en sus propuestas, abstracta, no por defecto, sino porque es la forma en la Guédiguian se aproxima a lo humano. Un fondo amargo, y una fe idealista se combinan en esta inclasificable película. “Se hacen películas como esta para que el comunismo exista. Es una forma de conversión”, declaró Guédiguian. En fin, se agradece encontrar marxistas que aún no han sepultado todo lo humano bajo la coraza ideológica. Con Guédiguian, como antes con Pasolini, merece la pena debatir.
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