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MORIR EN SAN HILARIO

Oportunidades perdidas

Hay algo peor que una película mala, y es una película fallida; esto es, que teniendo ingredientes para ser buena, no lo es. Cuando esto ocurre, frecuentemente es por errores de perspectiva, por falta de bagaje cultural o por una incapacidad para abordar el tema que la película trata. “Morir en San Hilario” se estrena esta semana, y lamentablemente, es una película fallida.

Hay algo peor que una película mala, y es una película fallida; esto es, que teniendo ingredientes para ser buena, no lo es. Cuando esto ocurre, frecuentemente es por errores de perspectiva, por falta de bagaje cultural o por una incapacidad para abordar el tema que la película trata. “Morir en San Hilario” se estrena esta semana, y lamentablemente, es una película fallida.
Fotograma de la película Morir en San Hilario
Laura Mañá es una actriz y escritora que se dio a conocer en el mundo de la dirección con Sexo por compasión, una historia surrealista centrada en un pueblo que corre el riesgo de perder la ilusión. Ahora vuelve al mismo planteamiento con Morir en San Hilario. Lo que ocurre es que si en aquella la trama giraba en torno al sexo, ahora lo hace en torno a la muerte. San Hilario es un pueblo que vivía gracias a su espléndido cementerio y a la habilidad de sus gentes para organizar los entierros más solemnes. Los moribundos viajaban a San Hilario para morir allí. Hoy, la vida moderna han dejado al pueblo sin trabajo y por eso ahora sus habitantes esperan anhelantes la llegada anunciada de Germán Cortés, un pintor enfermo de cáncer que ha decidido morir en San Hilario. Pero Germán muere antes de llegar a su destino y, por error, los de San Hilario dan la bienvenida a un asesino fugado. Éste, por esconderse, no deshace el malentendido y asiste, atónito, a la preparación de su entierro.
 
Este argumento podía haber dado pie a una interesante reflexión sobre la vida y la muerte, bien en clave poética, cómica, o dramática. Además, una historia así se presta a una inteligente crítica social sobre la deshumanización de la vida materialista. La figura del cura del pueblo, que encarna Juan Echanove, también podía haber servido para mostrar una atractiva cultura de la vida y de la muerte. Sin embargo, nada de esto encontramos en Morir en San Hilario. El sacerdote es un desequilibrado hombre sin fe; el protagonista es un personaje plano y errático, y la corazón-solitario del pueblo, que interpreta Ana Fernández, es un lastre para el film.
 
¿Cuál es el error? Buenos actores, buen equipo, un nivel de producción más que suficiente…El error es que no hay ideas, no hay profundidad, no hay originalidad. La película vuelve a caer en las todopoderosas garras del imperio del tópico. Y es una pena, pues no se puede decir que Laura Mañá sea una mujer banal, ni mucho menos. Esto que le ocurre a Morir en San Hilario es demasiado frecuente en el cine español, que ha perdido su capacidad de penetrar en la realidad y que acaba siempre patinando en la superficie. El Ministerio debería canalizar su esfuerzo de subvenciones hacia el guión, mucho más que a la producción; y las productoras deberían ser más exigentes a la hora de contratar analistas de guiones.
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