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LOS OBISPOS ANTE ETA

Teología moral para el “club” de Perpiñán

Si bien es cierto que los obispos del País Vasco no hicieron pública una nota a los fieles de sus diócesis ante las pasadas elecciones del 17 de abril en el País Vasco, por diversas razones que suponemos no sólo contextuales, no lo es menos que, ante la deriva de la política socialista y nacionalista respecto a ETA es más que oportuno que recordemos algunos principios entresacados del hoy vigente, hasta que no se diga lo contrario, documento de la Conferencia Episcopal Española “Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias”. Un texto que continúa cumpliendo un inigualable servicio a la clarificación del juicio moral sobre ETA y que viene a suplantar demasiados silencio sospechosos, en el orden ético y moral, sobre este fenómeno que ensombrece nuestra historia.

Si bien es cierto que los obispos del País Vasco no hicieron pública una nota a los fieles de sus diócesis ante las pasadas elecciones del 17 de abril en el País Vasco, por diversas razones que suponemos no sólo contextuales, no lo es menos que, ante la deriva de la política socialista y nacionalista respecto a ETA es más que oportuno que recordemos algunos principios entresacados del hoy vigente, hasta que no se diga lo contrario, documento de la Conferencia Episcopal Española “Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias”. Un texto que continúa cumpliendo un inigualable servicio a la clarificación del juicio moral sobre ETA y que viene a suplantar demasiados silencio sospechosos, en el orden ético y moral, sobre este fenómeno que ensombrece nuestra historia.
Joan Puigcercós, dando la bienvenida a Zapatero al club de Perpiñán
En una reciente semblanza que el teólogo Olegario González de Cardedal ha publicado sobre el arzobispo de Pamplona, monseñor Fernando Sebastián, a propósito de su epílogo al libro “La Iglesia frente al terrorismo de ETA”, el prestigioso académico señala que “mientras la situación política y el ordenamiento jurídico han cambiado, sin embargo, el terrorismo de ETA ha seguido idéntico y, sobre todo, se ha mantenido el apoyo directo o indirecto de un sector de la población vasca, y lo que es más grave, una especie de gozosa o resignada tolerancia por arte del partido político, que persigue el mismo fin de la independencia, aun cuando diga diferir en los medios. Entre tanto esa corrupción interna de las conciencias, derivada de la absolutización de un fin político, llevado a cabo por medios moral y democráticamente inaceptables, ha arrastrado consigo una degradación y esterilización de las conciencias cristianas”.
 
Conviene, pues, poner un poco de teología, moral en este caso, para contrastar y clarificar el pensamiento y la acción del “Club” de Perpiñán. Indudablemente el primer principio del que hay que hacer memoria es el referido al diálogo. Dicen lo obispos españoles: “Ante cualquier problema entre personas o grupos humanos, la Iglesia subraya el valor del diálogo respetuoso, leal y libre como la forma más digna y recomendable, para superar las dificultades surgidas en la convivencia. Al hablar del diálogo no nos referimos a ETA, que no puede ser considerada como interlocutor político de un Estado legítimo, ni representa políticamente a nadie, sino al necesario diálogo y colaboración entre las diferentes instituciones sociales y políticas para eliminar la presencia del terrorismo, garantizar firmemente los legítimos derechos de los ciudadanos y perfeccionar, en lo que sea necesario, las formas de organizar la convivencia en libertad y justicia”.
 
Poco contraste necesitan las afirmaciones del documento episcopal que, en sus primeros apartados, insistía en que ante un dilema moral, quien adopta intencionalmente una actitud ambigua, cierra el camino a la determinación de la bondad o de la maldad de esa realidad con la que se enfrenta. Un principio que debemos relacionar con el que señala que “la presencia de razones políticas en las raíces y en la argumentación del terrorismo no puede hacer olvidar a nadie la dimensión moral del problema. Es ésta la que debe guiar e iluminar a la razón política al afrontar el problema del terrorismo. El olvido de la dimensión moral es causa de un grave desorden que tiene consecuencias devastadoras para la vida social”.
 
No se trata sólo de pedir al presidente del gobierno –para la historia Zapatero I, el pacificador– que tenga en cuenta el referente moral a la hora de dialogar y de negociar con ETA. Se trata de que tengamos en cuenta que la combinación de los principios marxistas “el fin justifica los medios” y “cuanto peor, mejor” es demoledora para la dignidad de la persona humana y para la sociedad. Cuando las víctimas se sientan a la mesa del diálogo cambian las posiciones de salida y de llegada. El fin de ETA no es sólo un problema político, es un problema, esperemos que no un dilema, moral y, por tanto, referido a la justicia y a la verdad de y en la vida muchas personas. Con ambigüedades, ocultamientos y cesión en los principios básicos, el futuro se oscurece y se degrada la conciencia de la sociedad y las condiciones de vivencia y de supervivencia para las nuevas generaciones. El profetismo de los obispos españoles, al firmar en noviembre de 2002 el documento sobre el terrorismo, debe ser, en estas circunstancias, reseñado.
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