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Ignacio Cosidó

El cerebro de la trama

La operación era casi perfecta. Un personaje que alardeaba de sus fechorías mencionando a multitud de cargos del PP en sus relatos reales o imaginarios. Un policía dispuesto a instrumentalizar políticamente una investigación criminal. Un ministro capaz de

Que a Rubalcaba no le guste la caza no significa que sea políticamente inocente de la operación de acoso y derribo puesta en marcha contra el Partido Popular. Es más, cada vez parece más evidente que el ministro del Interior es el cerebro gris, el principal responsable y el jefe máximo de la trama urdida por el PSOE para tratar de criminalizar al principal partido de la oposición en vísperas de un doble proceso electoral y cuando el Gobierno atraviesa sus horas más bajas a consecuencia de la crisis económica en la que ha sumergido al país.

La operación era casi perfecta. Un personaje que alardeaba de sus fechorías mencionando a multitud de cargos del PP en sus relatos reales o imaginarios. Un policía dispuesto a instrumentalizar políticamente una investigación criminal. Un ministro capaz de utilizar todos los resortes del Estado para atacar a sus enemigos políticos. Una fiscalía entregada a la causa. Un juez con un insaciable afán mediático y una clara animadversión hacia una de las partes. Un potente altavoz dispuesto a dar la adecuada cobertura mediática. Y un autor intelectual capaz de dar coherencia estratégica a todo el entramado, medir los tiempos y coordinar adecuadamente el operativo.

El momento no podía estar tampoco mejor elegido. En plena campaña de dos elecciones en las que se dirime no sólo el gobierno de dos importantes comunidades autónomas, sino que tenían también importantes implicaciones nacionales. Se trataba de lanzar un torpedo a la línea de flotación del PP sin que el partido tuviera siquiera tiempo de reacción ante la inminencia electoral. Nada mejor que una gran explosión para cubrir las vergüenzas de un Gobierno totalmente noqueado por la crisis económica y que empezaba a resentirse electoralmente. El golpe era perfecto y probablemente mortal para el PP.

Lo que Rubalcaba no podía imaginar es que la torpeza de algunos de los protagonistas de la operación dejara pistas tan evidentes de la trama, como el irse a cazar juntos para celebrar el éxito del primer golpe o cenar en un restaurante para planificar las nuevas fases. Me temo que es en definitiva esa torpeza, fruto del exceso de seguridad, la que costó el puesto al Ministro de Justicia, en mucha mayor medida que por cazar sin licencia.

Esa inmensa metedura de pata ha hecho además que el tiro le haya salido al PSOE por la culata. Al ponerse en evidencia de forma tan descarada la operación de acoso, lo que se generó fue un cierre de filas total en el PP dispuesto a defender su honorabilidad como partido por encima de cualquier posible diferencia interna. El liderazgo de Rajoy se vio reforzado por una decidida reacción que ha propiciado la dimisión de un ministro y ha puesto al Gobierno a la defensiva. Una parte importante de los ciudadanos se dieron cuenta además del peligro que supone para el Estado de Derecho un Gobierno que no duda en utilizar todos los recursos del Estado para atacar a sus adversarios.

Hay varios motivos para sospechar que Rubalcaba es el verdadero cerebro de toda esta trama. Primero porque Rubalcaba ha demostrado a lo largo de carrera política una falta absoluta de escrúpulos cuando se trata de golpear a sus adversarios. Segundo, porque no hay en el Gobierno muchas cabezas capaces de diseñar una operación con este grado de sofisticación. Tercero, porque como ministro del Interior disponía de toda la información y tenía a sus ordenes al responsable de la investigación. Cuarto, porque es el miembro del Gobierno que mantiene mejores relaciones con el altavoz mediático utilizado para hacer públicas todas las filtraciones. Pero bastaría con una sola, porque Rubalcaba es Rubalcaba.

El problema es que el ministro del Interior es lo suficientemente listo como para no dejar pistas tan burdas como las que dejaba el felizmente dimitido Bermejo. Pero también es posible que si uno debió abandonar el Gobierno en última instancia por cazar jabalíes sin licencia, Rubalcaba termine dimitiendo por dedicarse a la caza ilegal de inmigrantes y, además, mentir sobre ello. En definitiva, ambas cosas son igual de dañinas para nuestra democracia.

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