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José García Domínguez

El PP y Cataluña

Frente al nacionalismo indigenista, la única estrategia política viable es la de la confrontación constante.

Frente al nacionalismo indigenista, la única estrategia política viable es la de la confrontación constante.
Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, en la clausura de las Jornadas del Círculo de Economía en Barcdelona | Europa Press

Decía el viejo Tarradellas que en política se puede y se debe hacer cualquier cosa, excepto el ridículo. Y resulta que el Partido Popular lleva demasiados años ya haciendo justo eso, el ridículo, en las urnas domésticas catalanas cada vez que se repite un nuevo proceso electoral. Un problema no menor, por cierto, si se repara en lo muy difícil que resulta para cualquiera intentar llegar a la Moncloa sin disponer de una implantación significativa en los tres territorios que, por su simple peso demográfico, terminan resultando decisivos siempre. Por más señas, Andalucía, Madrid y Cataluña.

En Cataluña, y desde mucho antes de la traca final del año 17, el voto viene determinado por exclusivos factores etnoculturales que nada tiene que ver, por ejemplo, con todas esas manidas tonterías, las que tanto siguen circulando por el resto del país, sobre el presunto seny y el no menos presunto afán por lo económico que caracterizaría a los autóctonos de la demarcación. En Cataluña, por el contrario, la economía no tiene ninguna importancia cuando se la trata de contraponer a la querella nacionalista; absolutamente ninguna. Esos catalanes tan sensatos, tan prudentes, tan ahorrativos y tan de derechas, los famosos nacionalistas moderados que solo existen en la imaginación de algunas élites peninsulares que jamás se enteran de nada, estarían dispuestos a arruinarse con mucho gusto a cambio de la independencia.

Lo que no le cabe en la cabeza a la gente que conoce esto solo de oídas, gente como Feijóo, es que esos tipos están locos. Pero es que están locos. Por lo demás, el PP no es un partido del establishment, el PP es el establishment. Y si algo repudia sobre cualquier otra cosa al establishment es la confrontación permanente y el clima belicoso. Pero en Cataluña resulta que no queda otra. Frente al nacionalismo indigenista, la única estrategia política viable, la única que no aboca a la irrelevancia inane y testimonial, es la de la confrontación constante. Y a cara de perro. Justo lo que (casi) nunca ha querido hacer la derecha española en Cataluña. Personalmente, estoy seguro de que el PP tampoco lo hará a partir de ahora. En fin, más campo libre para Vox.

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