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José García Domínguez

Los socialistas y la inmersión

Y la izquierda española aplaudiendo con las orejas a los torturadores...

Y la izquierda española aplaudiendo con las orejas a los torturadores...
Meritxell Batet y Miquel Iceta. | EFE

“Se tortura a nuestros niños durante los primeros años de la escuela aprendiendo en una lengua que no es la suya”. La frase está extraída de un librito muy celebrado en su día, allá por 1977, que firmaba Josep Benet, el democristiano de misa y comunión diarias que los eurocomunistas descafeinados del PSUC enfrentaron contra Pujol en las primeras elecciones autonómicas. Ese en concreto lo escribió Benet, pero se podrían encontrar centenares de textos similares suscritos por otros tantos líderes nacionalistas de la época, todos denunciando la horrible tortura que para los escolares locales suponía recibir instrucción en otro idioma distinto de su lengua materna. Un inadmisible martirio que, como es sabido, se transformó al súbito modo, de la noche a la mañana, en una maravillosa y admirable “historia de éxito” cuando los torturados y los torturadores intercambiaron sus papeles en las aulas, esto es, tras la imposición de la inmersión en la otra lengua de los catalanes. Mutación instantánea que si algo vino a certificar fue que los pobres niños y sus pisoteados derechos les importaban en realidad una higa a los catalanistas.

Catalanistas entre los que, huelga decirlo, procede incluir al PSC, cuya particular batería argumental en defensa de la inmersión forzosa se articula en torno al muy peregrino axioma de que resultaría inadmisible que se separara a los escolares dentro de los colegios en función de cuál resultase ser su lengua familiar. Y es que, siendo coherentes con ese principio tan irrenunciable, lo preceptivo sería que en todas las aulas de todos los colegios e institutos de Cataluña las clases se impartieran única y exclusivamente en castellano, ya que, como todo el mundo sabe, ese idioma, el castellano, resulta ser la lengua mayoritaria, y con notable diferencia, de los jóvenes nacidos en Cataluña a partir de la segunda mitad del siglo pasado. Un predominio lingüístico, el del castellano en Cataluña, que se revela todavía mucho más acusado en el caso particular de los electores socialistas. Al punto de que en torno al 82 por ciento de cuantos suelen votar de modo habitual al PSC lo considera su lengua propia. La nada sospechosa fuente de ese dato es la propia Generalitat; más en concreto, el Centro de Estudios de Opinión, un sucedáneo autonómico del CIS. Y la izquierda española aplaudiendo con las orejas a los torturadores.

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