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José García Domínguez

Trapero y el Día de los Inocentes

La Audiencia puede decir misa, pero el referéndum se realizó como habían ordenado los golpistas a cuya disposición nunca dejó de estar Trapero.

La Audiencia puede decir misa, pero el referéndum se realizó como habían ordenado los golpistas a cuya disposición nunca dejó de estar Trapero.
| EFE

Como es universal fama, el gran Samuel Johnson refutó la falaz metafísica inmaterialista del lamentable obispo Berkeley por el sencillo método de darle una patada a una piedra. Y algo parecido se podría hacer hoy con esa sentencia no firme de la Audiencia Nacional, la que absuelve al policía Trapero y a sus jefes políticos cuando el 1 de Octubre, ya que no se ha acreditado, barrunta el tribunal, que “hubieran tratado de impedir o dificultar el cumplimiento de las resoluciones del Tribunal Constitucional, del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña o de la Fiscalía Superior”. Y es que la Audiencia, igual que su ilustre ancestro Berkeley, puede decir misa, pero lo único cierto y seguro es que el referéndum se realizó en la fecha prevista, tal como habían ordenado los golpistas a cuya disposición nunca dejó de estar el policía Trapero. Y se realizó porque 17.000 hombres y mujeres armados, todos ellos bajo el mando directo del policía Trapero, no hicieron nada, absolutamente nada, para evitar que se realizase. El resto es música celestial. Eso lo sabe todo el mundo, excepto dos señores jueces de la Audiencia Nacional, ambos discípulos tardíos de la escuela filosófica del idealismo subjetivo irlandés.

Sin duda, Trapero rebosará a estas horas de felicidad, pero a quien procede felicitar es a su inmediato superior el día del golpe, el también absuelto Pere Soler. Soler, tipo nombrado semanas antes de la asonada dada la reticencia a violar la legalidad de su antecesor en el cargo, que ganó súbita notoriedad pública gracias a la siguiente declaración de intenciones: “Espero que nos vayamos ya, porque me dais pena todos los espanyols”. Aunque lo más probable a estas horas es que le demos ya más risa que pena, empezando por los señores togados de la Audiencia. Por cierto, también fue el muy inocente Soler, y siendo ya jefe supremo del también muy impoluto Trapero, quien galleó en las redes sociales domésticas con deposiciones públicas del siguiente tenor: “Somos soldados al servicio del MHP Puigdemont, por la dignidad y la decencia de nuestro país”. O con esta otra: “No lo podrán evitar”. En ese instante, no se olvide, tenía 17.000 pistolas cargadas a sus ordenes y a Trapero a sus pies. Sí, le tenemos que suscitar más risa que pena. Mucha más.

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