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José Luis Roldán

Diatriba contra todos

Se han corrompido los fundamentos del estado liberal: libertad a cambio de seguridad de vida y hacienda. Claro, que era de esperar; Tocqueville lo anunció.

Está entre las debilidades de la humana condición el anhelo de ver y oír sólo aquello que nos agrada, y de olvidar lo que la conciencia no aprueba. Mas, ahora, de nada sirve ya el disimulo y el autoengaño. España está perdida. La podredumbre alcanza tal nivel que, siguiendo las leyes de la dialéctica, lo mejor que nos puede pasar es que las cosas vayan a peor. Como suele decirse, mientras peor, mejor. Que todo salte por los aires, que estalle la pústula hedionda; o, como dice un ocurrente bloguero andaluz, "que caiga el meteorito".

Vivimos una gran mentira. Metidos en una burbuja de fantasía, creemos una existencia en democracia, en libertad, en un estado social y de derecho. Y, sin embargo, es todo ficción. No hay democracia (o la hay en el sentido que le daba Aristóteles: es decir, como desviación o corrupción del gobierno de la mayoría para el bien común; que él llamaba politeía o república), sino oligarquía partidista, partitocracia, que sólo mira por sus intereses de casta; no hay libertad, sino en aquello que no empece los intereses sectarios (el consejero andaluz de Justicia ha criticado recientemente la libertad de prensa, por airear la corrupción); no hay estado de derecho, sino desigualdad, arbitrariedad y privilegios; ni estado social, sino un vil limosneo impúdico y corruptor. Plutarco lo denunció:

Parece que tenía toda la razón el que dijo que el primero que arruinó la soberanía del pueblo fue el primero que le obsequió con banquetes y reparticiones de dinero.

Se han corrompido los fundamentos del estado liberal: libertad a cambio de seguridad de vida y hacienda. Claro, que era de esperar; Tocqueville lo anunció:

Las instituciones humanas son por su naturaleza tan imperfectas que basta casi siempre para destruirlas sacar todas las consecuencias de sus principios.

Hoy, aquí, si quieres proteger tu propiedad, te ves obligado a contratar seguridad privada (hasta en la Escuela de Seguridad Pública de Andalucía, la seguridad la garantiza una empresa privada) o un seguro contra robos. Si quieres atención médica (en un plazo razonable), has de contratar un seguro privado (por ejemplo, Rubalcaba, que critica al Rey por lo que él mismo hace, es usuario de la sanidad privada). Si cobrar una pensión que te permita en tu vejez una vida digna, un plan de pensiones (recomendado por el gobierno; que, por cierto, pretende, con el apoyo de UGT y CCOO, aumentar las cotizaciones sin aumentar parejamente las pensiones. Báñez nos roba). Si una enseñanza de calidad, libre de adoctrinamientos estúpidos, los centros privados o irte al extranjero. Si justicia, será más fácil obtenerla de don Vito Corleone; con él sabes cuáles son las reglas, es más accesible y, además, te saldrá más barato.

Así pues, ¿para qué sirve todo este tinglado? ¿Qué utilidad reporta al ciudadano que lo sostiene con su esfuerzo y dinero? ¿Dónde va a parar el dinero de los numerosos, variopintos y, sobre todo, voraces y desmesurados impuestos? Las apariencias apuntan hacia la cleptocracia. Ahí vivimos.

Alguno pensará que exagero. Bien, ¿y qué cambiaría si las cosas fuesen sólo la mitad de lo dicho? Verdaderamente, en nada. Precisamente ese es el quid. Que aquí, como en el tango, es todo a media luz. Todo difuso, entre tinieblas, la realidad desdibujada, bulto y apariencia. Todo a medias; vivimos una verdad a medias. O sea, la peor de las mentiras. Y, hablando de tangos, la cuestión es parecida a la que contaba el genial argentino Juan José Saer, por medio de dos personajes de una de sus novelas: Horacio Barco le dice al diputado Peyretti -tal vez más real de lo que pensamos-: "Siempre hay un grupo de hombres que sirven para que las cosas se hagan a medias. Ustedes son esos hombres…no tienen más que media conciencia". Aquí, en esta triste realidad española, como en la novela.

Pero no toda la culpa es de la casta política. Nos toca nuestra parte. ¿Quién, si no, tolera este estado de cosas? Todo este tinglado está montado sobre una sociedad adormecida, de media conciencia, cohechada y, en buena parte, ignorante ("En la ignorancia del pueblo está seguro el dominio de los príncipes; vasallos doctos… saben juzgar si merece reinar el que reina…", lo advirtió Quevedo). Y sobre una justicia sometida, gustosamente sometida, indigna de tal nombre. Jueces y fiscales son colaboradores necesarios del sistema; en cierto modo, forman parte de esa casta oligárquica, aun en calidad de lacayos.

Un árbol tiene esperanza, pero el hombre... se gastarán los cielos y no despertará de su sueño…; escrito está, en el libro de Job. O abrimos los sentidos a la realidad, y espabilamos la conciencia, o nos hundiremos más aún en el fango… y la desesperanza.

En España

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