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José María Marco

Punto de ruptura

Se ha puesto de relieve cuál sería la situación de Cisjordania en caso de ser gobernada por una autoridad en la que esté representada el grupo terrorista.

El descubrimiento de los cuerpos de los tres muchachos israelíes (judíos) ha supuesto una conmoción de fondo para el conjunto de la sociedad israelí. En España se relaciona con el asesinato en tiempo real de Miguel Ángel Blanco. Hay más.

El crimen evoca sin remedio el origen del Estado de Israel, tras el Holocausto, la virtual aniquilación del judaísmo en los países europeos y, antes, los pogromos y las persecuciones a las que se veían sometidas las poblaciones judías. El primer ministro Benjamín Netanyahu trajo a la memoria este recuerdo al citar, en una reunión gubernamental, un verso del poeta ruso (y nacional judío) Jaím Najman Biálik escrito tras el pogromo de la localidad entonces rusa de Kishinev, en 1903:

Venganza por la sangre de un niño, eso Satanás no lo ha imaginado todavía.

Claro que la evocación debe ser tratada con mucha prudencia. El Estado de Israel y su potencia militar, policial y de inteligencia están ahí para evitar que hechos así se produzcan, en cualquier sentido. Como era de esperar, el crimen ha abierto un debate a veces feroz entre los partidarios de las medidas violentas contra los criminales (es decir, Hamás) y quienes preconizan la mayor restricción posible en la búsqueda de la justicia.

Más en general, el crimen ha puesto de relieve algo básico para la forma en la que la sociedad israelí contempla su propio futuro, que es tanto como decir su propia naturaleza. La revolución en los países de mayoría musulmana otorga a Israel una nueva relevancia, como nación estable, liberal y democrática en una zona que se va a ver sometida a turbulencias de alta intensidad durante muchos años, por no hablar de décadas. Hace pocos días, un artículo recogía aquí el diagnóstico de Itamar Rabinovich sobre esta situación y describía las principales cuestiones a las que Israel se enfrenta en las relaciones con sus vecinos: Jordania, Turquía, Egipto, Siria y Líbano.

Una filtración reciente ha puesto de relieve lo que seguramente se piensa en los círculos de la inteligencia israelí. Según esto, Israel se enfrenta por lo fundamental a tres grandes problemas:Irán y su programa nuclear, la yihad global y el conflicto palestino. Según Tamir Pardo, jefe del Mosad, el principal, el más grave, el más urgente, el más peligroso es el tercero, el conflicto con los palestinos.

El asesinato de los tres adolescentes israelíes, el terrible asesinato de otro palestino, las represalias del Gobierno israelí, los enfrentamientos en las calles y la intensificación de los lanzamientos de misiles desde Gaza han puesto de relieve hasta dónde esta afirmación resulta verosímil.

Debe ser puesta en relación con la situación política en los territorios palestinos, donde está (o estaba) en trance de formación un nuevo Gobierno que debía surgir del pacto entre Hamás y la Autoridad Palestina (OLP), un acuerdo cuyo anuncio acabó con la maltrechas negociaciones de paz entre esta última y el Gobierno israelí. Desde el primer momento, el Gabinete Netanyahu responsabilizó a Hamás del secuestro de los tres muchachos. Mahmud Abás sí condenó lo ocurrido, aunque algunas de las reacciones en Fatah están lejos de esta actitud. Se sabe que desde el primer momento Abás colaboró con el Gobierno israelí en la búsqueda de los muchachos. Hamás, por su parte, elogió a los secuestradores.

No se sabe por qué Hamás ha realizado o autorizado el crimen. Sí estaba claro, en cambio, que el crimen iniciaría una espiral de desestabilización que se puede llevar por delante la autoridad de Mahmud Abás, quien hace pocas semanas confió su legado a la reconciliación con Hamás y se ha encontrado con una situación muy difícil de gestionar, inducida por sus nuevos aliados. También se ha puesto de relieve cuál sería la situación de Cisjordania en caso de ser gobernada efectivamente por una autoridad en la que esté representada el grupo terrorista.

La sociedad israelí, por su parte, debería ser capaz de detener la ola de odio que ha llevado al asesinato del joven palestino. Sobre ese impulso poco se va a poder construir. El recuerdo de los pogromos debería servir también para eso.

Se puede dar todo por perdido, o bien se puede (y probablemente esa debería ser la conducta de los países europeos, lejos de las presiones ejercidas últimamente) insistir en que Israel y la Autoridad Palestina se esfuercen por encontrar una nueva forma de diálogo, con objetivos más realistas, ahora que ha quedado de relieve la imposibilidad de continuar como hasta aquí.

De todo esto dependerá que la nueva situación abierta por estos sucesos derive en una violencia cada vez mayor, o abra alguna posibilidad para una convivencia mínimamente civilizada.

© elmed.io

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