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NARRATIVA

Deudas y dolores

Una mujer agonizante escribe una carta a su hijo. Nada más terminarla, pero sin que le dé tiempo a firmarla, muere. El hijo recibe la epístola mientras lee el Retrato de una dama de Henry James, su única relación con el mundo de la sensibilidad en la zona desértica de Oklahoma donde se encuentra cumpliendo con el Ejército.

Una mujer agonizante escribe una carta a su hijo. Nada más terminarla, pero sin que le dé tiempo a firmarla, muere. El hijo recibe la epístola mientras lee el Retrato de una dama de Henry James, su única relación con el mundo de la sensibilidad en la zona desértica de Oklahoma donde se encuentra cumpliendo con el Ejército.
En la misma página, con prodigioso talento narrativo, cuenta brevemente el receptor de la carta, y narrador y protagonista de la novela, un viaje por Europa; especialmente, deja constancia de su paso por Londres y de lo que pudo leer en una placa homenaje dedicada a James, ese "amante e intérprete de los sutiles y gratos aspectos de valientes decisiones".
 
Impresionado por la carta de su madre y la lectura de James, lleno de pesar y confusión, Gabe Wallach, el narrador, se promete a sí mismo no realizar "actos de violencia contra la vida humana", ni contra la del prójimo ni contra la suya propia.
 
Todo eso sucede a finales del año 1953.
 
No he llegado al tercer punto y aparte, pero siento que alguien me ha abierto la "puerta de otro mundo". Entro sin otras "distracciones" que las exigidas por la vida cotidiana, el mundo real, y me engancho a la lectura con fruición. Leo, leo y ya no puedo dejar de leer esta novela, aunque al principio asusten sus 728 páginas en un cuerpo de letra de ocho puntos y muy comprimida.
 
Llego al final, después de haber atravesado todo tipo de historias sentimentales, reales y con una precisa circunstancia histórica y social, a saber, la de los EEUU de la época de los 50, y el protagonista de la novela se despide con una carta a una amiga, Libby Herz, donde deja constancia de que todo lo que ha escrito responde al ánimo de un "hombre indeciso" que se aferra a su único momento decisivo, "dejarse llevar".
 
Philip Roth.Éste es, precisamente, el título original del libro: Letting Go. Es la novela de la curiosa "dejadez" de una época, de una nación, de una cultura, que pronto se extiende por el mundo entero. El choque generacional entre los ciudadanos judíos de EEUU, que lleva a los enfrentados al "abandono" de sus destinos, es sólo un hilo de esta obra de un autor de origen judeo-americano. El asunto central es otro más importante y universal: la soledad humana.
 
Se trata de la primera gran novela larga de uno de los autores más celebrados y premiados de EEUU, publicada en inglés en 1962 con el título de Letting Go, que podría traducirse, como ya hemos comentado, por "dejarse llevar", pero nunca por "huida", como se hizo en una primera traducción. El problema de la traducción del título ha sido solucionado con inteligencia. El consejo del propio autor ha prevalecido: Deudas y dolores, según Roth, recogería perfectamente el espíritu de la obra. Es también el título del primer capítulo.
 
Ambientada en la década de los 50 en las ciudades de Iowa City, Chicago y Nueva York, Deudas y dolores muestra un fresco brillantísimo de los Estados Unidos de esa época. Esta obra sugiere y desarrolla un "dilema" muy propio de la política de los años 50: sumergirse en el elemento destructivo y luego soltarse, o bien "dejarse llevar", cuando uno ya no puede continuar; pero, en otro sentido, ofrece la perspectiva de una nueva individualidad, al hacer que uno se abra a nuevas experiencias, soltar lo viejo y abrazar lo nuevo.
 
Entre el salvajismo y la impotencia, dijeron críticos sutiles de los años 60, se moverían los jóvenes de esta novela. Es posible. Una cosa es indudable: entre uno y otro extremo, hay un momento en que no puede salvarse nada. Ese momento lo refleja como nadie Roth: "A eso se le llamaba prudencia".
 
Saul Bellow.Gabi Wallach, el personaje central, abunda en detalles autobiográficos del autor, pero no es ésta, sin embargo, una novela autobiográfica. Gabi es una especie de mensajero que anuncia mesura, o mejor, no ser presa de las elecciones salvajes. Es menester evitar los extremos y buscar un centro civilizado, entre la impotencia y el salvajismo, la acción racional que no desprecia los sentimientos. Por desgracia, la negación de esos extremos conduce a algunos de los protagonistas, por ejemplo, al judío Paul Herz, casado con la gentil Libby, a la pasividad, a aislarse del mundo.
 
Paul, después de haber abandonado Harvard y dado el salto al matrimonio con la oposición de su familia judía, carece de energía y metas significativas… Este personaje recuerda la presencia inconsistente de otro personaje de la época: el Augie March de la novela de Bellow.
 
De muchos modos ha sido presentada esta obra: un relato académico de los judíos intelectuales y jóvenes atormentados con problemas tanto morales como de identidad, una obra verista sobre la América contemporánea, una descripción exacta de la soledad moderna, etcétera. Lo cierto es que en Deudas y dolores está en potencia buena parte de las aportaciones literarias de quien pasa por ser una de las espinas dorsales, junto a Faulkner y Bellow, de la narrativa norteamericana del siglo XX. Roth ya podría ser catalogado aquí como un "rostro rojo", síntesis subversiva de la clasificación del encargado de la Partisan Review, Philip Rahv, entre escritores pieles rojas (bulliciosos y anárquicos) y rostros pálidos (estirados y mojigatos).
 
La compleja relación entre Gabe Wallach y el matrimonio Herz, por un lado, y entre aquél y Martha Rehangart, por otro, es el pretexto para recrear de modo imaginativo el entusiasmo moral de un personaje de origen judío por entrar en las vidas ajenas. Al final, la soledad es el gran asunto del libro. La soledad de todos y cada uno de los personajes. Por eso no resulta extraño que esta obra esté iluminada más por Kafka, el gran referente de Roth, que por Bellow, su maestro, quien reconoció con sinceridad magisterial que mientras otros escritores arriban al mundo aullando, ciegos y desnudos, Roth aparece de entrada "con uñas, pelo, dientes, hablando coherentemente y escribiendo como un virtuoso".
 
Es menester volver a esta primera novela larga de Roth, después de los relatos premiadísimos de Adiós, Colón, porque rompe moldes con los autores de tradiciones judías, refleja detalles autobiográficos que son algo más que adornos para darle realidad al relato ficticio, muestra con verosimilitud parejas en conflictos. Por no decir nada de los retratos de personajes que impresionan, por ejemplo mujeres fatales y fatalizantes, que el cine de los 60 hará suyos. En esta perspectiva, es memorable el contraste entre personajes como Martha Reganhart, cristiana, con dos hijos, divorciada, desaliñada y corpulenta, y Libby Herz, gentil convertida al judaísmo por amor a su novio judío, delgada, enferma y sentimental enamorada.
 
Deudas y dolores puede tener fallos. Por ejemplo, ha sido criticada por su densidad de tono y forma, pero es menester volver a ella, porque es la primera gran novela de un gran autor. Aquí está anunciado todo Roth, quien, sin embargo, no ha logrado hacer totalmente verosímil a Gabe Wallach, a pesar de admitir éste la culpa, "haber vivido como un hombre indeciso, colgado de un gancho". A favor de Roth puede argüirse que pocos como él, en la literatura norteamericana del siglo XX, han logrado vincular los problemas de identidad u ontológicos del individuo con los morales y políticos para adentrarnos en los secretos de la soledad.
 
 
PHILIP ROTH: DEUDAS Y DOLORES. Mondadori (Barcelona), 2007, 728 páginas.
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