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EL CÓNCLAVE, DE URDACI

¿Es posible elegir un Papa sin la Iglesia?

De la oportunidad al oportunismo hay un paso sutil, casi imperceptible, que Alfredo Urdaci, periodista acreditado en las lides informativas de la Santa Sede durante los años 1993 a 1996, no ha dado en su libro El cónclave. Los secretos de la elección del Papa al descubierto.

De la oportunidad al oportunismo hay un paso sutil, casi imperceptible, que Alfredo Urdaci, periodista acreditado en las lides informativas de la Santa Sede durante los años 1993 a 1996, no ha dado en su libro El cónclave. Los secretos de la elección del Papa al descubierto.
Vista de la cara interna de la Cúpula de San Pedro.
En la teoría del periodismo se denomina "pertinencia" a la cualidad de responder a la actualidad de lo que está ocurriendo aportando un criterio válido de interpretación. El periodismo es interpretación y los periodistas, intérpretes de la actualidad.
 
Éste es, sin duda, el libro que muchos hemos sentido la necesidad de leer en estos días y que –sin tener más cualidades de profeta que las que ofrece el observatorio periodístico especializado en estas materias– seguro tendrá una amplia y generosa venta y recepción por parte del público.
 
Urdaci consigue mantenerse ajeno a la tentación de la trivialización y de la frivolidad con que, habitualmente, se abordan estas materias. Incluso daría un paso más: escribe alejado de la fabulación inserta en muchos de los mal llamados géneros del nuevo periodismo. Un caso concreto: la comprensión del silencio. Si existe un muro de silencio a la hora de los procesos de elección del Pontífice es como garantía de los mismos y como ejercicio de la libertad.
 
La aplicación de las categorías de la política, o de la cultura mediática, que es la de la sociología del conflicto, no sirve tanto como habitualmente se cree para este curso y concurso en la elección del nuevo Pontífice, en el que se potencia, a veces desaforadamente, una carrera en el conocimiento y en la información.
 
El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, minutos antes de salir a Roma para asistir a los funerales del Papa Juan Pablo II, recordó que el Espíritu Santo es una realidad de difícil cuantificación sociológica. Lo que prima, ineludiblemente, en la historia de las elecciones del Pontífice es la vida de la Iglesia, de la sociedad y del mundo. La Iglesia, quizá más ahora, se mira en el espejo del proceso de elección, en el espejo del Status ecclesiae. No en vano estamos en unos días en que los cardenales, reunidos en las Congregaciones, a la puerta simbólica del Cónclave, dilucidan y delinean los perfiles de la respuesta que la Iglesia, encarnada, debe dar al hombre contemporáneo.
 
Juan Pablo II.Alfredo Urdaci tiene el acierto de documentarse y de seguir de cerca a los más destacados especialistas en la historia de la elección de los Papas. Se inclina, en las citas y en la perspectiva de tratamiento de fondo, por, digamos, la escuela italiana, sin olvidar la anglosajona. Aquí aparecen los nombres de Domenico del Rio, Giancarlo Zizola y, no tanto, Alberto Melloni, además del inolvidable L. Accatoli. De la corriente anglosajona seria –porque hay, sin duda, una menos seria– debemos referirnos a John Allen y Michael Walsh. Para los aspectos biográficos de Juan Pablo II parece que no se puede despegar de Geroge Wiegel y, en menor medida, de Tad Szulc.
 
Además de los inevitables capítulos dedicados a la normativa actual, recogida en la tantas veces citada Universi Dominici Gregis, y a la visión de conjunto de la elección papal en la historia, recomendaría a los lectores que disfruten del capítulo dedicado al Cónclave que eligió a Juan Pablo II, que no sólo es verosímil en la composición sinfónica de lugares y actores sino que es verdad.
 
El libro está henchido de un amor por Roma, lo romano y la romanidad, y, por tanto, en clave teológica, de catolicidad. Y también de una fascinación por Juan Pablo II no escondida. Otra cuestión, y aquí la línea estrecha que apunta al oportunismo ambiental se traspasa –considero que sin pretenderlo siempre–, es el octavo capítulo, dedicado a la herencia de Juan Pablo II y a las grandes cuestiones para el futuro.
 
Da la impresión de que repite en exceso algunos tópicos de la bibliografía divulgativa menos científica sobre los problemas dogmáticos, eclesiológicos y morales a los que se enfrenta la Iglesia sin hacer, como hubiera sido de esperar, un análisis, evidentemente periodístico, de las causas de procesos de conformación de la doctrina y de las posibilidades de su evolución. Es decir, de la aplicación del Concilio Vaticano II. Pero, para ser del todo justos, debemos tener claro que a un libro no se le puede pedir más de lo que puede dar, y éste da todo de sí.
 
Los lectores El cónclave seguro que esperan una segunda edición actualizada en la que se eliminen las imponderables huellas del paso del tiempo, que ha corrido más que la edición del libro y ha hecho que algunos de los nombres que aparecen en las quinielas estén ya, esperemos, contemplando la gloria de Dios.
 
Por último, debemos agradecer el gran servicio que hace el autor al explicar, al público interesado, algo de lo que ocurre en ese centro del universo, y en el corazón de muchos hombres, que es Roma. No quisiera dejar de reseñar que, durante los días pasados, he oído y he visto por diferentes medios algunos reportajes, documentales, insertos, complementos de informaciones que me sonaban demasiado, después de haber leído el libro de Alfredo Urdaci, que se ha convertido en guía de perplejos y en fuente de información. Un éxito, sin duda.
 
 
Alfredo Urdaci, El cónclave, Barcelona, Planeta, 2005, 258 páginas.
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