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NUEVO LIBRO DE BOB WOODWARD

La guerra de Obama

Bob Woodward es una de las figuras indiscutibles del periodismo de nuestros días. La expectación que despiertan sus artículos, los premios que ha recibido y los millones de libros que ha vendido son buena muestra de ello.


	Bob Woodward es una de las figuras indiscutibles del periodismo de nuestros días. La expectación que despiertan sus artículos, los premios que ha recibido y los millones de libros que ha vendido son buena muestra de ello.

En los últimos años se ha especializado en la política exterior norteamericana. Así, ha narrado con extremo detalle los procesos de toma de decisiones seguidos por sucesivas Administraciones norteamericanas ante los grandes retos de seguridad. El último tiene como protagonista indiscutible a Barack Obama, el presidente que llegó imbuido de un carisma extraordinario y que en apenas dos años ha demostrado al mundo que puede ser un nuevo Jimmy Carter.

Obama conquistó la Casa Blanca afirmando que la Guerra de Afganistán era legítima y legal, supuestamente a diferencia de la de Iraq, y que era allí donde Estados Unidos se jugaba su seguridad. Prometió revisar en profundidad la estrategia que seguir y derrotar a los auténticos enemigos. Woodward nos cuenta, a partir de una información excepcional, el proceso de reflexión seguido por su Administración, y la lectura de lo que cuenta vale mucho la pena.

Llama la atención, en primer lugar, la falta de planes de futuro con que Obama ganó las elecciones, algo que no fue obstáculo para que criticara irresponsablemente a unos y otros durante la campaña. El candidato se rodeó de figuras destacadas para dar la sensación de que su gestión sería solvente, pero en realidad aquello fue una utilización descarada.

Cuando se encontró con las recomendaciones de acción de los mandos militares, cuando escuchó los análisis de esos consejeros solventes descubrió lo que cualquiera podía saber, lo que Rafael Bardají y yo mismo dejamos por escrito hace ya meses, cuando repasamos los primeros pasos de Obama en política internacional: que no hay más estrategia de victoria que la de contrainsurgencia, aquella que Bush siguió, con la oposición de los demócratas, en Iraq.

Obama quería ganar rápido y retirarse, pero la realidad militar era algo más compleja. Él no había llegado a la Casa Blanca para hacer lo mismo que Bush, al que había criticado hasta la saciedad, pero los mandos militares no le daban otra opción que permanecer mucho tiempo, con muchos hombres combatiendo y con serias incertidumbres sobre el comportamiento del gobierno afgano a la hora de establecer un nuevo estado y un sistema político aceptable.

El libro nos cuenta una historia de voluntarismo. El grupo de asesores políticos de Obama se niega a aceptar un plan coherente pero contrario a su discurso político y exige que la estrategia militar se adapte a sus intereses, como si de plastilina se tratara. Al final se opta por la incongruencia: se aprueba una estrategia de contrainsurgencia pero se anuncia el inicio de la retirada de las tropas a partir de mediados de 2011, una perfecta contradicción en sus términos. Si los afganos saben ya las fechas de retirada, lo lógico es que piensen que la OTAN ha asumido su derrota, por lo que al día siguiente tendrán que llegar a un entendimiento... y más vale llegar a acuerdos ya con los comandantes fieles al mulá Omar, porque ellos sí están dispuestos a luchar hasta el final.    

Como era previsible, las críticas a un comportamiento tan incongruente han hecho mella en la Administración Obama, pero eso no quiere decir que vaya a cambiar en lo fundamental. Quiere, porque es lo que sus votantes demandan, abandonar lo antes posible Afganistán. No está dispuesta a asumir los sacrificios necesarios para estabilizar la región, y el resultado es que se vuelve a jugar con el lenguaje, el mal que asola la política contemporánea.

En la reciente cumbre atlántica de Lisboa se ha aprobado el inicio de la retirada para mediados de 2011; el proceso se completaría en 2014. Sin embargo, conscientes de que eso es como proclamar al mundo la derrota aliada, los aliados añaden que el redespliegue estará condicionado a la evolución de los acontecimientos. Si eso es verdad, ¿qué necesidad había de fijar y proclamar fechas? Desde un punto de vista operativo, lo normal es que se envíen las tropas necesarias en cada momento y anunciar la retirada sólo cuando los objetivos hayan sido alcanzados. Cualquier otra opción es demagogia política e incongruencia militar.

La lectura del libro de Woodward no ayudará al lector a reforzar su confianza en el futuro de Occidente, pero le será de gran utilidad para entender los dilemas que atenazan a nuestras sociedades en este conflictivo inicio de siglo. El problema es que su lectura convencerá aún más a los dirigentes islamistas de que están en el buen camino, de que somos un tigre de papel incapaz de mantenerse firme durante un tiempo prolongado y al que se puede derrotar tirando de constancia y kaláshnikovs de segunda o tercera mano.

 

BOB WOODWARD: OBAMA'S WARS. Simon & Schuster (Nueva York), 2010, 441 páginas.

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