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MITOS SOCIALISTAS

Rubén Darío y la fijación antiamericana

En otra columna tratamos del silencio oficial de la izquierda en torno al centenario de Cantos de vida y esperanza. Tal silencio es parte de la tergiversación de Rubén Darío por parte de la crítica literaria marxista. Para mostrar la falaz visión ideológica dada sobre este poeta vale la pena desmentir el erróneo marbete que el marxismo le ha venido colgando como enemigo de los Estados Unidos.

En otra columna tratamos del silencio oficial de la izquierda en torno al centenario de Cantos de vida y esperanza. Tal silencio es parte de la tergiversación de Rubén Darío por parte de la crítica literaria marxista. Para mostrar la falaz visión ideológica dada sobre este poeta vale la pena desmentir el erróneo marbete que el marxismo le ha venido colgando como enemigo de los Estados Unidos.
Rubén Darío.
Darío fue, no hace falta insisitr, un liberal convencido. Con sus errores y aciertos, creyó en la libertad y huyó siempre del totalitarismo y de la falsa democracia. Pero, en el intento de apropiarse de él y vender sus despojos más convenientes con los sectarios principios de la crítica marxista, a este excelente poeta había que disfrazarlo también de anticapitalista y, sobre todo, de antianorteamericano.
 
Así, se imprimieron y comentaron hasta la saciedad ciertos textos referidos a EEUU donde el nicaragüense expresaba su temor y sus dudas respecto a determinadas actitudes geopolíticas del gigante del Norte hacia el mundo hispánico. Son innegables las quejas y temores de Darío frente a lo que, al filo de 1898, fue la Guerra de Cuba y el papel de Estados Unidos. Darío se puso claramente de parte de España, y así lo corroboran poemas posteriores como la oda 'A Roosevelt', o crónicas como 'El triunfo de Calibán'. Son escritos que tienen su lógica en el contexto bélico y al hilo de la Enmienda Platt, pero que no son exclusivos del pensamiento de Darío, siempre tan múltiple y tan variado.
 
Contrariamente a lo que la crítica ha venido machacando en repetidas ocasiones, Darío no estuvo siempre en contra de EEUU; lo elogió cuando correspondía, igual que el cubano José Martí –otro mito manipulado por la crítica literaria marxista–. Su poema 'A Roosevelt' –dirigido al presidente norteamericano Theodore Roosevelt– ha sido manoseado por la propaganda marxista para ofrecer un Darío exclusivamente antinorteamericano.
 
Theodore Roosevelt.Pero lo que la crítica marxista nunca cuenta es cómo, al final de su vida, el mismo Darío suprimió dicho poema de la recopilación que él mismo organizó de sus libros, y que publicó en Madrid. En ese poema Darío elogió la herencia colonial española en Hispanoamérica a través del símbolo del león español y los cachorros hispanoamericanos. Ahí hallamos otro aspecto que no encaja en el galimatías de la ideología marxista latinoamericana, ni entre los teóricos del postcolonialismo y el indigenismo, tan reacios siempre a ver algo positivo proveniente de España.
 
Esa crítica sectaria no cuenta tampoco –porque no le interesa– que, en el prólogo de El canto errante (1907), Darío alabó a ese mismo presidente Roosevelt, por su respeto al arte y la poesía: "El mayor elogio hecho recientemente a la Poesía y a los poetas –asegura– ha sido expresado en lengua 'anglosajona' por un hombre insospechable de extraordinarias complacencias con las nueve Musas. Un yanqui. Se trata de Teodoro Roosevelt. Por esto comprenderéis que el terrible cazador es un varón sensato".
 
Junto a ese elogio al presidente norteamericano, aparece la alabanza a EEUU y a sus gentes en el poema 'Salutación al Águila', donde saluda al águila estadounidense y le da la bienvenida en nombre de la América hispana: "Bien vengas, mágica Águila de alas enormes y fuertes, / a extender sobre el Sur tu gran sombra continental, / a traer en tus garras, anilladas de rojos brillantes, / una palma de gloria, del color de la inmensa esperanza, / y en tu pico la oliva de una vasta y fecunda paz".
 
Darío poetiza en esa 'Salutación al Águila' la unión de las dos Américas, la hispánica y la anglosajona, e incluye versos de sincera voluntad de hermandad cultural, como cuando pide a EEUU: "Tráenos los secretos de las labores del Norte, / y que los hijos nuestros dejen de ser los rétores latinos, / y aprendan de los yanquis la constancia, el vigor, el carácter". Por estos versos, a Darío lo insultaron ya en vida.
 
Mucho antes, en una crónica escrita desde París en agosto de 1900 y titulada 'Los anglosajones', Darío afirmó sin reparos: "No; no están desposeídos esos hombres fuertes del Norte del don artístico. Tienen también el pensamiento y el ensueño. Los hispanoamericanos todavía no podemos enseñar al mundo en nuestro cielo mental constelaciones en que brillen los Poe, Whitman y Emerson. Allá donde la mayoría se dedica al culto del dólar, se desarrolla, ante el imperio plutocrático, una minoría intelectual de innegable excelencia. No es fácil amarles, pero es imposible no admirarles".
 
Crsitóbal Colón.Lo mismo pasa con el temprano poema 'A Colón', una composición desengañada ante el fracaso de las nuevas repúblicas hispanoamericanas. Darío se lamenta del fallido proyecto continental panhispánico, por la ineficacia organizadora de los propios hispanoamericanos. Rechaza, así, el exceso de palabrería política y plantea el error de los caudillos populistas hispanoamericanos, de espaldas siempre a las necesidades de sus pueblos y al respeto de las instituciones.
 
Ahí está la razón por la que Darío apostó por una auténtica construcción panhispánica al calor de la grata figura fundacional del descubridor Colón, el mismo que ahora es descalificado por la crítica postcolonial de raíz marxista, tan ligada al antiamericanismo y tan inmersa en el discurso de la victimización. Por eso interesa tanto manipular estos textos darianos y acabar leyendo este poema como un ataque a la figura de Colón, cuando en realidad es una crítica a la ineficacia en el acuerdo hispanoamericano: "Hoy se enciende entre hermanos perpetua guerra, / se hieren y destrozan las mismas razas".
 
Pero lo que más enoja a esos diletantes del sectarismo crítico es el hecho irrefutable de que Darío admiró la libertad y la constancia emprendedora de Estados Unidos. Pese a las dudas y temores ante la expansión estadounidense, Darío elogió a los grandes poetas norteamericanos, a sus hombres de ciencia y, en general, a una cultura apoyada en el ideario liberal, donde el trabajo y la independencia intelectual constituían el éxito de una sociedad en progreso. Lo mismo había observado el cubano José Martí y, luego, Leopoldo Lugones desde Buenos Aires, justo el centro del liberalismo donde Darío vivió varios años.
 
En su anhelo de libertad, Darío detestó la época que le tocó vivir. Pero en EEUU pudo ver esa libertad de primera mano. En Nueva York conoció a José Martí, y allí volvió acogido por Archer Huntington y, de paso, por la Universidad de Columbia. Resulta obvio que en Darío –pese a lo que oculta la crítica literaria marxista– hubo una admiración por los Estados Unidos, aspecto que molesta al sectarismo activista de la izquierda, tan incrustada en la intelectualidad universitaria.
 
Darío se juzgó siempre un hijo de América y un nieto de España. Amó todos y cada uno de los países de Hispanoamérica, pero no atacó a España ni se cegó contra EEUU. En sus años por Barcelona vio con mucha preocupación el movimiento secesionista catalán, se disgustó ante la violencia del anarquismo y del incipiente socialismo. Y todo eso mientras rechazaba cualquier espíritu intransigente y reaccionario. Quizá por eso, en este año de Cantos de vida y esperanza, a muchos no les convenga recordar a Darío y otros tantos prefieran olvidarse de él. Y eso que ese gran libro se publicó en Madrid hace ahora justo cien años.
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