Hubiera sido más apropiado que en las enormes cartulinas amarillas del "Sí" que se han visto en el congreso del PP pusiera "Sí a todo". Digo más apropiado, porque esto no es un congreso, es como la celebración de la consecución de la Copa del Mundo. Y es que con el PP gobernando en todo lo gobernable, es comprensible que Rajoy y los suyos se den una fiesta.
Y es normal, oigan; el tiempo y los resultados electorales han justificado el enorme cambio y cierto vaciado ideológico que llevó a cabo Rajoy después de marzo de 2008. Lo que sucede es que siendo que el fin ha justificado los medios, los medios fueron los que fueron. Me refiero a que Rajoy ha relacionado de forma directa su victoria en las urnas con la victoria en el congreso de 2008, como si aquel hubiera sido algo siquiera parecido a un congreso democrático. Rajoy se sirvió de varios de los líderes regionales para bloquear el partido, como no dejó de recordar Francisco Camps en la entrevista que le hizo mi querido Pedro Madera en "Estamos de fin de semana". Magnífica entrevista, por cierto.
Así, Valencia fue un elemento fundamental para mantener viva la llama de la recuperación del poder, dijo con cierta sorna; o algo así. Y es verdad, Rajoy se apoyó en los que tenían poder real para evitar a la competencia. Y ahora Rajoy es Presidente del Gobierno, y su partido es el símbolo del poder en España. Pero nos quedaremos con la duda de si otro candidato elegido democráticamente hubiera llevado al partido a la mayoría absoluta. No lo sabremos nunca.
Por cierto, cuando Rajoy se ha legitimado a sí mismo, la única que ha optado por no aplaudirle ha sido Esperanza Aguirre. Igual ha sido un despiste. O que incluso el "sí a todo" tiene límites. Tampoco lo sabremos nunca, a no ser que ella lo cuente, claro.