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Miguel del Pino

El final del silvestrismo

El silvestrismo consiste en la captura, con redes u otras artes más o menos sofisticadas, de pájaros vivos para los concursos de canto y el posible cruzamiento con canarias.

El silvestrismo consiste en la captura, con redes u otras artes más o menos sofisticadas, de pájaros vivos para los concursos de canto y el posible cruzamiento con canarias.
Jilguero | Wikipedia

La diversidad de leyes de protección de la naturaleza en las diferentes Comunidades Autonómicas españolas puede crear confusionismo y dificultades a la hora de tomar medidas eficaces. La caza de pájaros para la práctica del silvestrismo es un claro ejemplo de ello.

El silvestrismo es una afición muy arraigada en España y otros países mediterráneos y del norte de África. Consiste en la captura, con redes u otras artes más o menos sofisticadas, de pájaros vivos para los concursos de canto y el posible cruzamiento con canarias para la obtención de híbridos llamados mixtos en el argot de los pajareros.

El Convenio de Berna prohibió muchas de estas prácticas cinegéticas ancestrales, como la caza de perdiz con reclamo o el empleo de hurones para capturar a los conejos por un método tan cruel y poco selectivo como la entrada en la madriguera de una de estas fierecillas domesticadas al respecto. La caza con trampas también figura entre las prohibiciones establecidas por dicho Convenio europeo.

Las especies afectadas por la caza con red para el silvestrismo pertenecen a la familia de los fringílidos, que son pájaros granívoros susceptibles de ser mantenidos en cautividad si son objeto de los cuidados adecuados. A esta familia pertenece también el popularísimo canario, rey de los pájaros domésticos.

Como prueba de la antigüedad del mantenimiento de fringílidos en jaula, se cita el hallazgo de los caballeros normandos Juan de Bethencourt y Gadifer La Salle cuando exploraron hace más de quinientos años el archipiélago canario para incorporar las "Islas afortunadas" a la corona de Castilla, siguiendo instrucciones del rey Juan II. Comprobaron entonces que los guanches mantenían en sus hogares canarios cautivos para deleitarse con su canto, e importaron estos ejemplares a Europa donde se multiplicaron con gran rapidez.

En España se ha practicado tradicionalmente otros tipos de capturas de pájaros, no sólo granívoros, sino también insectívoros, principalmente por medio de trampas cebadas con insectos. Esta reprobable práctica venía cobrándose la vida de más de cuatro millones de pajarillos anualmente, hasta que la entrada en vigor del Convenio de Berna, y el celo y diligencia del Seprona, fueron dando al traste con semejante desatino.

En la actualidad la práctica legal del silvestrismo, es decir, de la captura sin muerte de granívoros, afecta al jilguero, al pardillo y al verderón; el resto de los fringílidos, como lúganos, verdecillos o pinzones son especies rigurosamente protegidas.

Pagan justos por pecadores

En las diferentes Comunidades Autonómicas el cerco sobre los cazadores legales con red se va estrechando y cada vez son más estrictas las prohibiciones y las vedas. Me informan de fuentes ornitológicas que los días de esta actividad están contados y que la captura de fringílidos con red está a punto de pasar a la historia.

Si ello fuera así no cabe duda de que se pondría coto a muchos excesos, como la captura masiva con finalidad gastronómica o para la exportación a otros países. Desde luego el consumo de pájaros, de los antaño populares "pajaritos fritos", no sólo es una barbaridad cultural sino también sanitaria, ya que las fuentes de contaminación por las que atraviesan durante sus largos viajes migratorios son diversas e incontrolables.

La situación legal actual en la mayor parte de las Comunidades, Madrid entre ellas, era en este momento muy diferente a la de los tiempos de las capturas masivas. Durante las últimas temporadas, cada cazador, provisto de su correspondiente licencia, sólo podía capturar un número muy reducido de ejemplares durante la breve temporada de paso migratorio. Dicen estos aficionados que, de prohibirse totalmente su actividad y terminar con su afición, habrán pagado justos por pecadores.

Se habrán terminado los concursos de canto en pleno campo como actualmente se vienen desarrollando, pero esto no quiere decir que no continúen las capturas de fingílidos, ahora de manera ilegal, con aumentos en el expolio de nidos o en la falsificación de anillas simulando que los ejemplares proceden de la crianza en cautividad.

Precisamente la cría en cautividad es la solución que proponen las autoridades conservacionistas y la Sociedad Española de Ornitología. Se trata de una simple utopía, ya que la aclimatación de fringílidos silvestres hasta el punto de llegar a anidar y reproducirse en jaula o voladora está actualmente al alcance de muy pocos especialistas.

En algunos países, como Holanda, donde se crían especies muy variadas en grandes instalaciones donde los pájaros reproductores gozan de semi-libertad, se seguirán obteniendo ejemplares que se anillarán legalmente, pero alcanzarán precios astronómicos al llegar al mercado en número muy escaso.

Sería importante que en España se intentara la crianza científica en grandes instalaciones, como zoológicos o Centros de Recuperación, al menos de jilgueros, pardillos y verderones. Hace casi cincuenta años Félix Rodríguez de la Fuente me hizo una sugerencia en este sentido, adelantándose con su gran intuición a la amenaza de prohibición de la caza legal que se cierne ahora sobre los silvestristas.

Hay que reconocer que es necesario acabar con las capturas a gran escala, pero no lo es menos que el caudal de conocimientos prácticos que atesoran los silvestristas no es ni mucho menos despreciable. Conocen las necesidades alimentarias, las enfermedades, la genética y toda clase de detalles sobre las costumbres de las especies objeto de su afición. Mantener el control actual, incluso aumentando las restricciones y seguir confiando en el celo del Seprona en la vigilancia, parece mucho más inteligente y práctico que una prohibición total con la incomprensión por parte de las autoridades que los buenos silvestristas no merecen.

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