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Miguel del Pino

Los pandas castizos de Madrid

Es la tercera vez que nacen pandas gigantes en nuestro Zoológico, un verdadero hito a nivel mundial y una referencia de calidad científica

Apenas pasadas unas horas del nuevo alumbramiento de Hua Zui Ba, la Panda del Zoo acuarium de Madrid, la Comunidad Científica Internacional vuelve a asombrarse con los resultados del programa de cría de la especie en nuestra capital, en colaboración directa con la reserva china de Pekín. Esta Olimpiada sí la gana Madrid con todos los pronunciamientos.

No por repetirse el éxito debe dejar de valorarse su dificultad. Es la tercera vez que nacen pandas gigantes (Ailuropoda melanoleuca) en nuestro Zoológico, un verdadero hito a nivel mundial y una referencia de calidad científica y de buen hacer que merece toda clase de felicitaciones.

Si se me permite referirme a esta historia en primera persona, la verdad es que mi contribución ha sido insignificante, pero al menos estuve presente en los primeros intentos de aclimatación de los ejemplares adultos que llegaron de China y en la primera reproducción, todo ello en mi condición de Biólogo Conservador en los inicios de nuestro Zoo, lo que me permitió formar parte del equipo de trabajo. Una experiencia profesional inolvidable.

Durante la década de los 70 las leyes chinas de conservación del Panda Gigante eran menos restrictivas que las actuales en cuanto a salida de ejemplares del país. De todas formas sólo lo hacían como un especialísimo regalo cuando China quería demostrar una verdadera amistad hacia una nación, y siempre que sus primeros mandatarios la visitaran. ¿Recuerdan la canción de Enrique y Ana que se hizo tan famosa? "Los Reyes de España fueron a la China para visitar ese gran País". Así fue en efecto: tras la visita Real, el esperado regalo. El Zoo de Madrid cumplió su viejo sueño de alojar a los míticos Pandas gigantes.

Fuerza y continuidad

Tuve la gratificante experiencia de enseñar nuestra capital a la delegación China que acompañó a una primera pareja con nombres realmente simbólicos. Chang Chang (Fuerza) y Shao Shao (Continuidad). Estaba encabezada por el doctor Ni Su Fa, que se mostró muy admirado en nuestras visitas al Prado y al Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Recibimos una completa lista de instrucciones y aquí comenzó el gran desafío para el zoo de Madrid, dirigido entonces por D.Tomás Cerdán y científicamente por la Dra. Margarita Celma, y bajo la supervisión veterinaria de los Dres. Antonio Luis García del Campo y Liliana Monsalve y del veterinario itinerante británico Doctor Taylor. Todo ello en tiempos nada sencillos, ya que el fundamentalismo ecologista tenía en su punto de mira a los zoológicos, que calificaba de "prisiones de animales". Realmente era el prestigio de la institución, y de los zoos españoles, lo que estaba en juego.

Chang Chang era un oso adulto capturado en la naturaleza. Shao Shao era una encantadora hembra nacida en cautividad. Con un macho de estas condiciones la reproducción natural se presentaba muy dificil, de manera que se recurrió al "más dificil todavía": la inseminación artificial con el esperma de Bing Bing, el Panda que entonces vivía en el Zoo de Londres.

Un tesoro entre los bambúes

Y el éxito llegó de manera asombrosa: el 4 de septiembre de 1982 Shao Shao tuvo un parto gemelar, el primero de este tipo que se producía fuera de China. Fue una solícita madre que se convirtió en un icono de la maternidad al mostrar al público su extraordinario repertorio de cuidados maternales, con la novedad de que por primera vez podía ser observada en su cubil por los visitantes a través de un circuito cerrado de televisión. La segunda cría, que le fue retirada para su crianza a biberón, no sobrevivió: realmente todavía teníamos mucho que aprender.

Y llegó el momento del "bautizo" del pandita madrileño. El Zoológico organizó un verdadero referendum entre los niños españoles, que tuve la oportunidad de canalizar a través de mi participación en Cosas el programa de la primera cadena de TVE para la tarde de los viernes, con Marisa Abad, el inolvidable maestro Joaquín Prat y, cómo no, mi querido amigo y desde entonces compañero en los medios de comunicación, el Padre Vicente Mundina.

Como cabía esperar la participación fue masiva y los chavales rivalizaban en ingenio, pero uno de ellos dio en la clave al proponer un nombre que reunía una de las condiciones pedidas, la fonética asimilable al idioma chino, y una insuperable referencia a nuestra castiza capital: propuso Chu-Lín y como es lógico ganó. Para más abundamiento, la filóloga especialista en chino Tatiana Fisac nos aclaró que tenía una hermosa traducción: Chu-lín significa "un tesoro entre los bambúes".

Ni el Zoológico de Madrid ni, por añadidura el resto de los zoos españoles, fueron los mismos después del éxito que supuso este nacimiento y la posterior crianza del pandita madrileño. Se trató de un verdadero refrendo científico y acalló muchas voces del absurdo radicalismo de una parte del ecologismo "anti-zoos" de la época.

Los sucesores

A Chang Chang y Shao Shao sucedieron el macho Bing Xing y la hembra Hua Zui Ba, la reciente madre que ya, en 2010, había traído al mundo a dos gemelos, Po y De De, que en mayo pasado, ya adultos y felizmente criados, viajaron a China en cumplimiento del Convenio de cesión, que estipulaba esta devolución de la posible descendencia.

El reciente nuevo nacimiento de otra cría de oso panda gigante en el zoo confirma que Madrid es tierra de Pandas tan saludables como castizos.

¿Por qué es tan valioso?

Hasta ahora he conseguido evitar la palabra "carismático", con la que de una manera ya tópica se viene calificando al Panda Gigante. Desde luego su papel simbólico es indudable, y como tal fue adoptado por el Fondo Para la Vida Silvestre WWF, que desde 1961 lo utiliza como distintivo y logotipo. También ha sido mascota olímpica, en los Juegos de Pekín de 2008. Su papel de icono en numerosos juegos infantiles, programas televisivos e informáticos y en historias naturalistas y cómics, es sobradamente conocido.

La eterna rareza de la especie es una de las causas de su mitificación. El Panda Gigante depende en buena parte de ciclo reproductor del bambú, la planta indispensable para su alimentación natural en los bosques de las provincias montañosas chinas en la que apenas sobreviven en la actualidad 1.600 ejemplares. Cada cien años el bambú cambia su reproducción vegetativa por una fase de floración, fecundación y semilla, y se hace entonces menos abundante. Esta década de escasez provoca la muerte de numerosos ejemplares y condiciona su permanente rareza.

El breve período de celo y la dificultad de que se produzca el encuentro de una pareja precisamente en el momento del estro es otra de las causas de su escaso índice de reproducción. El panda gigante vive permanentemente al borde de la extinción, de manera que su reproducción en los zoológicos es todo un seguro de vida para la especie.

Una joya científica

Además de por su curioso aspecto con un diseño que parece trazado por un artista, el Panda gigante es asombroso desde el punto de vista científico. Su adaptación a la alimentación basada en el bambú ha producido una particularidad anatómica única, la aparición de un falso sexto dedo, el llamado "pulgar del Panda", que se forma por desplazamiento de uno de los huesos de la muñeca. Este carácter, unido a su especial y muy poderosa dentadura ha provocado muchas cábalas y discusiones entre los científicos, que no terminan de ponerse de acuerdo en si se trata de un verdadero oso modificado por su especial dieta o si deben crear para él una particular familia, los ailuropódidos. La cuestión aún no está definitivamente zanjada.

Fue un sacerdote de la región pirenaica francesa, el jesuita Armand David, quien descubrió el Panda gigante el año 1869 en una de sus expediciones zoológicas a China. Allí se hizo con una piel que envío a Londres, cuya Sociedad Zoológica interpretó como una falsificación creada con los restos de una piel de vaca y garras de oso. Curiosidades de la Historia de la Ciencia

Actualmente sólo cuentan con Pandas gigantes cuatro Zoológicos europeos, Viena, Beauval en Francia, París en estos momentos no los tiene, Edimburgo y Madrid. Los nuestros nacen y se crían sanos fuertes…y castizos. ¡Felicidades a todos y cada uno de los científicos y cuidadores de los ejemplares madrileños"

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