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Miguel del Pino

Monte con polémica

WWF se opone a la nueva Ley de Montes por las ambigüedades que se aprecian.

Ante la tramitación parlamentaria de la nueva Ley de Montes la polémica está servida y parece que va a ser muy fuerte, con posible inclusión de recursos de inconstitucionalidad. WWF se opone rotundamente, especialmente ante las diversas ambigüedades que se aprecian en la declaración oficial de intenciones sobre la gestión forestal.

Montes sin blindar

La principal base de la oposición por parte de WWF se encuentra en la dificultad para blindar frente a la explotación urbanística los montes que hayan sufrido incendios. La prohibición actual, en el sentido de que no se pueda edificar durante décadas en aquellos terrenos forestales que hayan sufrido incendios devastadores, parecía un arma eficaz contra quienes provocaban tales incendios para comerciar después con la madera quemada; pero sobre todo, para tratar de convertir en urbanizables terrenos que eran, y debían seguir siendo, exclusivamente forestales.

Porque aunque parezca imposible, hay que reconocer que un altísimo porcentaje de los incendios que año tras año asolan nuestros montes están provocados por el hombre. Puede haber pirómanos, y de hecho han sido identificados, juzgados y condenados bastantes incendiarios que habían actuado motivados por tal perturbación mental, pero los intereses económicos han estado detrás de la inmensa mayoría de las catástrofes forestales provocadas.

La nueva Ley de Montes, objeto de la polémica que comentamos, prevé la posibilidad de que se recalifiquen terrenos de montes que han sufrido grandes incendios siempre que exista un "interés general prevalente", concepto ambiguo donde los haya, a pesar de que la Sra. Ministra haya sido tajante al afirmar que "una urbanización no puede ser nunca objeto de ese tratamiento". Mejor no dejar espacio alguno a las interpretaciones y legislar con criterios y términos claros e inequívocos, responde WWF.

Aparecerán las presiones y surgirán los debates, las polémicas y los recursos, que serán tanto mayores cuanto menos clara resulte la letra de la legislación: no basta con suponer el espíritu anti-especulador, es preciso no dejar resquicio alguno a quienes puedan ser un peligro potencial para las masas forestales.

Porque España está ya deforestada hasta extremos insostenibles. El pasado verano fue especialmente benigno en cuanto a incendios en los montes, pero las últimas décadas han resultado por término medio devastadoras, y no olvidamos la pérdida de vidas humanas que hacen que los incendiarios incurran directamente en el terreno de la criminalidad más abyecta.

Otras amenazas para los bosques

Siguiendo con la exposición de los criterios de WWF existe también el peligro de afectar a la propiedad vecinal colectiva. Cuando han sido los vecinos de las localidades próximas a las masas forestales quienes han disfrutado de la copropiedad, por ejemplo para obtener leña para soportar la dureza del invierno, jamás ha existido riesgo de deforestación y el monte se ha saneado y vigorizado.

Era tradición en muchos pueblos y aldeas españoles que el monte próximo fuera parcelado imaginariamente, sorteándose entre los vecinos el derecho a cortar leña y así sanear los árboles y el monte bajo al tiempo que obtenían un combustible imprescindible para sobrevivir. Los montes así disfrutados por unos aldeanos que se sentían copartícipes en la propiedad han sido un modelo de gestión eficaz y sostenible.

Estas labores de utilización y saneamiento son diametralmente distintas a las de supuesta "limpieza" que frecuentemente llevan a cabo diversas asociaciones y grupos ecologistas, muchas veces juveniles, que salen a limpiar el monte sin conocimientos ni preparación haciendo bueno el dicho de que "de buenas intenciones están empedrados los infiernos". Levantar ramas o piedras sin criterio ni método forestal, acarrea la muerte de miles de insectos y otros habitantes del suelo del bosque que, sobre todo en la fase invernal, se refugian para soportar el frío y también el calor en verano. Muchas de estas criaturas son imprescindibles para el correcto funcionamiento del ecosistema boscoso.

La urbanización no es la única de las preocupaciones que genera en WWF la nueva Ley: se temen otras presiones, como las cinegéticas, aunque hay que reconocer que es mucho más fácil regular este tipo de aprovechamiento que frenar el avance del ladrillo. La especulación inmobiliaria que jamás debe tener cabida en los montes de utilidad pública.

El precedente de las polémicas, todavía encendidas, en referencia a la Ley de Parques Nacionales debería servir de aviso para que los términos restrictivos de la explotación de los Montes públicos queden suficientemente claros. No hay que olvidar tampoco el alcance de los poderes autonómicos, por ejemplo en el terreno cinegético. Una Ley General de Montes puede ser recurrida por las Autonomías al ser ellas quienes disfrutan de muchas competencias al respecto.

En definitiva los Montes aparecen en este comienzo de año envueltos en preocupantes discusiones que deberían ser zanjadas con el máximo consenso posible. Todo sea por el bien de la Naturaleza.

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