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Miguel del Pino

Neem, el misterioso árbol de la vida

El propio Ghandi era al parecer consumidor diario de tisanas hechas con sus hojas.

El propio Ghandi era al parecer consumidor diario de tisanas hechas con sus hojas.
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Ha habido dos ocasiones en las que el hombre se ha sentido asombrado por la capacidad de supervivencia de un organismo vegetal. La primera de ellas ocurrió en la Segunda Guerra Mundial tras el bombardeo de Hiroshima, la segunda cuando una devastadora plaga de langosta arrasó la vegetación de Mauritania dejando un solo organismo vegetal superviviente.

El árbol que resistió la enorme radioactividad dejada por la primera bomba atómica se llama Ginkgo bilova y es el único descendiente vivo de una clase vegetal, las Ginkgoineas, emparentada directamente con las coníferas, un verdadero fósil viviente que hay se extiende por numerosos países como árbol ornamental, y que constituye un valioso objeto de estudio que podría enseñarnos cómo resistir los efectos de la radiación, es ésta una interesante cuestión científica de la que en otra ocasión nos ocuparemos.

Nuestro protagonista de hoy es el segundo superviviente a que nos referíamos al comienzo. Se trata de la Margosa o Neem, Azadirachta indica, perteneciente a la familia de las Meliaceas, que incluye en su estirpe el árbol de la caoba. Ni siquiera las langostas se atreven a probar el delicado manjar de sus hojas, porque la especie vegetal sabe muy bien cómo defenderse de los insectos.

Entre los insectos y las plantas hay toda clase de relaciones de amor y odio. La mayor parte de las especies vegetales necesitan a los insectos para su polinización, pero en cambio deben defenderse de otros que se constituyen en voraces plagas de sus partes verdes, en destructores de la madera o en transmisores de hongos y otros patógenos. La margosa, o neem, es uno de los más eficaces destructores de insectos.

El asombroso espectáculo de una masa forestal verde que sobrevive en un terreno totalmente arrasado por la voracidad de la plaga bíblica de la langosta no sólo asombró a los científicos, sino que los lanzó a una febril investigación sobre la naturaleza de su resistencia. A falta aún de investigaciones definitivas, parece que la sustancia responsable de ella es la azadiractina, estamos en el buen camino para conseguir lo que podría ser nuestra principal arma para combatir las temibles plagas de insectos.

Existe cierto paralelismo entre el mecanismo de ataque de la azadiractina a los insectos y el de ciertos antibióticos a las bacterias; algunos antibióticos destruyen la pared bacteriana o afectan a la síntesis de proteínas afectando a los ribosomas, las centrales celulares en que estas se fabrican. La azadiractina ataca la formación de quitina, el constituyente principal del esqueleto externo de los insectos y hace disminuir la concentración de proteínas en sus líquidos sanguíneos, que en este caso reciben el nombre de Hemolinfa.

No estamos hablando de conseguir una panacea contra las plagas de insectos parásitos, pero desde luego merece la pena investigar en este sentido, y reflexionar sobre lo que la sabiduría popular de la India había acumulado de manera empírica sobre los productos de este árbol maravilloso.

Las hojas, los frutos, las cortezas y las raíces del Neem, todas las partes del vegetal se han utilizado en la arcaica medicina india y en los ritos de la religión hindú.

El propio Ghandi era al parecer consumidor diario de tisanas hechas con sus hojas. Se le atribuyen propiedades digestivas, diuréticas y hasta antitumorales, dicho sea con toda la prudencia que este tipo de afirmaciones requiere.

No sería el primer árbol que aporta grandes beneficios a la humanidad a través de su utilización en el campo médico: recordemos el ácido acetilsalícico, extraída de la corteza del sauce (Salix viminalis) y comercializado por Bayer con el nombre de aspirina, o el reciente descubrimiento del poder anticancerígeno del Taxol, extraído del mítico y venerable Tejo (Taxus bacata)

Una curiosa polémica se presentó a la comunidad científica y también al mundo de la industria farmacéutica cuando ciertos laboratorios pretendieron la patente del Neem y alguien opuso que no se podía privar de su propiedad a los venerables habitantes de la India remota, prevaleció la faceta histórica, y la patente fue rechazada.

La liberalización del empleo del Neem permite considerar a este árbol como una prometedora fuente de beneficios para muy diversas comunidades humanas. En la actualidad su carácter inofensivo para el hombre y los animales vertebrados, (las aves consumen hojas y frutos sin peligro alguno) la potencian como un extraordinario insecticida de uso en animales domésticos. Es posible que en un futuro próximo se pueda comercializar a gran escala como insecticida de uso en agricultura ecológica.

Por si todo lo anterior fuera poco, el Neem ofrece interesantes perspectivas ecológicas a la hora de formar barreras forestales para frenar el avance de los desiertos, se trabaja ya en el establecimiento de masas de estos árboles al sur del Sahara para evitar la extensión del mismo a las zonas adyacentes, pobladas por seres humanos permanentemente afectados por la sequía.

Natural de la India como su nombre indica, el árbol Neem ha sido introducido en diversos países asiáticos, africanos y sudamericanos; su delicadeza ante el frío que le hace defoliar y morir por debajo de los cuatro grados evitará su implantación en el continente europeo y por tanto en nuestro país, cuando la suavidad del clima le ayuda alcanza los diez metros de altura en tiempo record, y en estado adulto puede elevarse hasta los treinta. Sus bellas flores compuestas de color blanco le han dado el nombre popular de "lila india".

La botica vegetal sigue abierta en la naturaleza, Azadirachta indica podría ser una de las fuentes de recursos más interesante del mundo botánico.

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