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Miguel del Pino

Pangolín, coronavirus y epidemia

Respetar las tradiciones es sano y respetable siempre que no supongan peligros sanitarios.

Respetar las tradiciones es sano y respetable siempre que no supongan peligros sanitarios.
Un ejemplar de pangolín | Flickr/CC/zimbart

Parece que las investigaciones sobre el origen de la epidemia causada por un coronavirus mutante reconocen al Pangolín chino (Manis pentadactylus) como fuente de contagio para los primeros humanos infectados.

La ingesta de carne de este animal es frecuente en China, en cuya gastronomía entra a formar parte como una verdadera exquisitez. Todavía falta mucho por estudiar pero un contagio del pangolín a partir de ciertos murciélagos podría haber desencadenado la ruta de la epidemia cuya evolución es, por el momento, imprevisible.

No es el primer ejemplo del riesgo que puede suponer para la especie humana la ingesta de carnes atípicas en la cadena alimentaria tradicional, y en este sentido las costumbres gastronómicas de muchos países orientales, que suelen repugnar en occidente, encierran riesgos poco o nada conocidos: este es su principal peligro.

La epidemia que tanto nos preocupa procede de un coronavirus, y los virus, que no pueden reproducirse en el exterior de una célula, mutan de manera constante tratando de ampliar su radio de acción entre el mayor número de especies posible; para ello mutan, de manera que un virus, aparentemente inofensivo para los humanos, se transforma de manera brusca en un nuevo enemigo del que no nos sabemos defender. He aquí el problema.

La ingesta de carne de un animal portador del virus mutante capaz de saltar al hombre es una de las formas de inicio de una epidemia y éste parece ser el caso que nos ocupa: la principal consecuencia lógica es que deberíamos ser extraordinariamente escrupulosos a la hora de incorporar a nuestra alimentación cualquier tipo de carne cuya garantía sanitaria no conozcamos.

Comer animales silvestres es habitual en China, y no nos referimos a las piezas tradicionalmente objeto de caza, sino de cualquier animal infrecuente o ausente en otras cocinas del mundo, como las serpientes, los murciélagos, las ratas, los cánidos, y los pangolines.

Como interesante tema de estudio se presenta el caso de la ingestión por parte del hombre de animales carnívoros u omnívoros que podrían tener un mayor peligro que los herbívoros de albergar microorganismos susceptibles de mutar y convertirse en patógenos para el hombre.

No existen pruebas definitivas sobre el aserto anterior, pero sí vamos acumulando experiencias preocupantes, de las que la más reciente y grave ha sido la famosa encefalitis bovina que se conoce como "enfermedad de las vacas locas". En este caso fue la alimentación del vacuno con harinas de origen animal lo que parece que provocó la aparición en el mismo de un agente infeccioso todavía más sencillo en su organización que los propios virus al que se denominó Prión, una simple proteína sin ácido nucleico que es capaz de comportarse y replicarse como lo haría un microorganismo vivo. No se molesten los guionistas en inventar nuevos seres terroríficos: con virus y priones tenemos suficiente.

Lamentablemente, las reglamentaciones sanitarias de las diferentes naciones y sobre todo de las distintas culturas no son similares ni homologables; otro tanto habría que decir de las referentes a la medicina. Respetar las tradiciones es sano y respetable siempre que no supongan peligros sanitarios, pero perece imprescindible que todos los países civilizados impongan la práctica de sistemas alimentarios y sanitarios que no pongan en juego la supervivencia de nuestra propia especie.

Deriva la palabra "Tabú" de la prohibición de comer determinados alimentos que la religión y la ley impone a determinadas tribus de la Polinesia, y dicho término se ha extendido para hacer referencia a lo propio en muchas religiones asiática y occidentales, especialmente las que tienen origen semítico; pues bien, la mayor parte de las carnes objeto de tabú son procedentes de piezas de alimentación carnívora, lo que debe mover a la reflexión.

No podemos asegurar científicamente que la carne de animales predadores sea más susceptible de albergar virus potencialmente mutables y aptos para dar el salto al hombre que la de los vegetarianos, pero no parece excesiva la aplicación del principio de prudencia.

Los virus inofensivos para nuestra especie pueden en cualquier momento mutar en formas potencialmente peligrosas y su transmisión puede efectuarse a partir de la ingesta, también de la inspiración o el contacto con la piel; incluir en nuestra dieta, para entendernos, "cosas extrañas" siempre ha sido poco recomendable, pero en el momento actual, con la capacidad de desplazamiento que caracteriza a nuestra civilización, puede resultar peligrosísimo.

Volviendo al pangolín, diremos que se trata de un mamífero altamente especializado en la alimentación a base de hormigas y sobre todo de termitas, lo que le convierte en una criatura útil, especialmente en países tropicales y subtropicales donde muchas construcciones se basan en la madera; casi todas sus especies africanas están en regresión, también, aunque en menor medida las asiáticas, que empezaban a ser criadas para convertirlas en alimento.

Es imprescindible que China, el gigante asiático, controle los excesos alimentarios y supuestamente médicos de sus usos populares con tanto rigor y disciplina como parece estar mostrando en el control de la nueva epidemia.

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