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Pablo Molina

El papelón

Con los socialistas no se puede ir ni a recoger una herencia. Mucho menos a gestionar el Poder Judicial.

Con los socialistas no se puede ir ni a recoger una herencia. Mucho menos a gestionar el Poder Judicial.
Ignacio Cosidó | EFE

A los populares no se les da bien hacer el golfo en asuntos de política general. Se les nota demasiado su falta de profesionalidad, a diferencia de los socialistas, capaces de mangonear hasta lo más sagrado con absoluta normalidad, como si fuera en ellos una segunda naturaleza. Por eso sorprendió tanto la maniobra de Casado para renovar los miembros del Consejo General del Poder Judicial tras un rápido acuerdo con los socialistas.

Una decisión de tal naturaleza cuestionaba además una de las leyes de hierro de la política, según la cual si es bueno para el PSOE no es bueno para España, la gente se cabrea y las consecuencias las paga el PP. Con este enjuague de la Justicia en grado de tentativa se ha demostrado una vez más la plena vigencia de este axioma.

¿Qué necesidad había de perpetrar ese cambalache de togas? La verdad es que ninguna, porque la elección de unos candidatos no prejuzga el sentido de las sentencias futuras, como hemos visto en más de una ocasión. Además, el nombramiento de los miembros del CGPJ por parte de los partidos prolonga las consecuencias del asesinato de Montesquieu perpetrado por Alfonso Guerra, cuando hurtó a los jueces y magistrados su derecho a elegir de entre ellos a los mejores candidatos para el Consejo, tal y como establece la Constitución. Aunque solo fuera por recuperar para el PP la iniciativa en la batalla de la regeneración, hubiera estado bien que Casado hiciera honor a la eterna promesa de despolitizar la Justicia, esa que todos los partidos llevan en sus programas electorales y ninguno pone en práctica cuando llega al poder.

Si la razón para este bochorno era garantizar la imparcialidad del tribunal que ha de juzgar a los golpistas, desde luego el procedimiento no ha podido ser más desafortunado. Porque en democracia las formas lo son todo, y el mal no se debe hacer ni siquiera para lograr un bien superior. Además, para nada, porque el magistrado que iba a convertirse en el vértice de esta operación ha renunciado a participar en el cambalache con un escrito que debería sonrojar a los dos partidos que se habían intercambiado el cromo con su fotografía.

Con los socialistas no se puede ir ni a recoger una herencia, porque el impuesto de sucesiones que te atizan te deja sin blanca. Mucho menos a gestionar el Poder Judicial, precisamente en unos momentos en los que su verdadera independencia resulta más necesaria que nunca.

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