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Pablo Molina

Esperando a Mr. Marshall

España está esperando a su Mr. Marshall. Con tantas voces dispares en el comité de bienvenida, sólo cabe esperar que los guiris de los euros no pasen otra vez de largo y se nos quede la misma cara que al pobre Pepe Isbert

Este es un fin de semana que puede ser determinante para el saneamiento de nuestro sistema financiero, que pese a ser el mejor del mundo mundial parece necesitar ciertas atenciones. Nada serio, no crean, tan sólo unos retoques que pueden costar algo más de cien mil millones de euros, pero si los españoles hemos aportado ya no menos de veinte mil bien pueden las instituciones internacionales poner también algo de su parte.

El marasmo informativo en que está sumido el gobierno se revela nuevamente en esta encrucijada como el principal impedimento para que los que tienen que aflojar la pasta nos tomen en serio. Es lo normal cuando en un asunto vital como el reflotamiento de nuestra economía opina ya hasta el portavoz de exteriores del Partido Popular, que debería estar entretenido con las canalladas británicas en Gibraltar y dejar las finanzas a los que tienen un mayor conocimiento o, al menos, se les supone por el cargo que ejercen.

Preguntada sobre las informaciones que apuntan a que ya hay contactos fehacientes para instrumentar el rescate de la banca, la vicepresidenta ha preferido en la rueda de prensa posterior al consejo de ministros decir generalidades sobre el curso normal que deberían seguir acontecimientos de este tipo. Aunque la imagen ofrecida roce el patetismo, probablemente lo que ocurre es que ni Doña Soraya, a pesar de que manda mucho, es capaz de saber si alguno de los miembros del coro de plañideras que mangonea en los asuntos económicos ha decidido tirar por su cuenta haciendo gestiones dirigidas a salvar a la Madre Patria de las asechanzas de los mercados.

Como en la inmortal película de Berlanga, los encargados de preparar la visita de los que han de rescatarnos forman un grupo abigarrado en el que cada uno de sus miembros cree tener más razón que los demás, mientras el alcalde, en último término el principal responsable, sucumbe a la cacofonía de los comisarios sabihondos revelándose incapaz de poner un mínimo orden en tan colosal desaguisado.

Lo que resulta innegable es que España está esperando a su Mr. Marshall, porque es evidente que el pufo bancario no puede ser cubierto con la escasa riqueza que produce el país. Con tantas voces dispares en el comité de bienvenida, sólo cabe esperar que los guiris de los euros no pasen otra vez de largo y se nos quede la misma cara que al pobre Pepe Isbert.

 

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