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Pablo Molina

La España vaciada (de rojos)

Ahora que ya somos todos de ultraderecha podemos hablar con franqueza de lo que pasa en la España profunda.

Ahora que ya somos todos de ultraderecha podemos hablar con franqueza de lo que pasa en la España profunda.
Pancarta de un manifestante en la marcha por la defensa del campo español en Madrid | Europa Press

Ahora que ya somos todos de ultraderecha podemos hablar con franqueza de lo que pasa en la España profunda, el escondrijo donde nos hemos agazapado todos los que no tragamos a la banda de Sánchez para tratar de acabar con su Gobierno organizando manifestaciones agropecuarias en la capital.

¿Qué pasa en los pueblos, los campos, las huertas y los montes de España? Pues que no hay rojos. Hay gente de izquierdas de los tiempos de Alfonso Guerra, tan trabajadora como los que votaban a Fraga, pero ellos tampoco soportan al pijerío comunista que ha decidido que la España rural tiene que ser un parque temático para disfrute de los urbanitas cuando van a una casa rural con wifi. Los socialistas y comunistas de los pueblos votaban a González y a Carrillo, pero ahora son de ultraderecha también, porque se niegan a que una banda de inútiles y animalistas los condenen a pasar hambre. Otra vez.

Federico ha explicado muy bien por qué odian al campo los políticos izquierdistas. El mundo rural es la tradición y el socialismo, revolucionario. Los campesinos quieren ser propietarios, no funcionarios subsidiados por no trabajar para evitar una cosa subnormal llamada cambio climático. González arrasaba en las zonas agrícolas y ganaderas porque prometía una reforma agraria, que consistía en quitar las tierras a los ricos y dárselas a los trabajadores EN PROPIEDAD. La banda de Sánchez, en cambio, quiere acabar con ellos a base de impuestos y regulaciones disparatadas porque los fertilizantes perjudican a la madre Tierra, los trasvases agitan la España autonómica y las ventosidades del ganado agravan el calentamiento global.

Este cambio de paradigma no es simplemente teórico, sino que está teniendo efectos muy reconocibles en el ámbito político. Por ejemplo, Vox ganó las pasadas elecciones generales en Murcia no porque aumentara su voto urbanita, sino porque arrasó en las zonas dedicadas a la agricultura, mientras que los dos grandes partidos han decidido entregarse a los dictados de un ecologismo radical al que no ha votado nunca nadie. Y menos en la España rural.

La España vaciada, que tanto parecía preocupar al sanchismo podemita, ha sido abandonada a su suerte por esa izquierda urbanita, que ha descubierto que en el ruralicio no quieren a los rojos. Por eso insultan a los trabajadores que se manifiestan en contra de un Gobierno patán que los está llevando a la ruina, mientras financia en las aulas de cultura de los pueblos seminarios de lenguaje inclusivo y talleres de nueva masculinidad.

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