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Pablo Molina

Lo que nos va a costar la victoria de Javier Arenas

La proximidad de las elecciones andaluzas es la única razón capaz de explicar la morcillez culpable de un gobierno que ha decidido ponerse de perfil para no perjudicar las expectativas de victoria del PP en una región que jamás ha gobernado.

Las primeras decisiones ejecutivas del gobierno de Mariano Rajoy han descolocado prácticamente a todo el mundo, pero especialmente a los votantes del PP, que esperaban mucho más del gobierno llamado a poner orden en un país arruinado tras la gestión de ZP. La indefinición en asuntos clave de nuestra economía como la reducción del peso del sector público, la pusilanimidad a la hora de controlar los presupuestos autonómicos y la concesión facilona a la demagogia indignada, con una subida de impuestos que ha hecho llorar de envidia a Cayo Lara, son medidas que han provocado el estupor general, sin que hasta el momento nadie en el PP haya acertado a explicar el porqué de tanto despropósito.

Las soflamas de Rajoy durante la campaña electoral explicando que las subidas de impuestos son perniciosas siempre pero sobre todo en tiempos de crisis se compadecen difícilmente con su decisión de elevar la presión fiscal sin tocar el otro lado de la ecuación, ese descomunal gasto público que padecemos. Hasta los que aplauden a Rajoy porque sus primeras medidas aparecen epigrafiadas en los manuales de macroeconomía keynesiana con que estudiaron la carrera allá por los ochenta saben que una elevación forzada de los ingresos fiscales no puede tener un efecto decisivo en el reequilibro contable del estado si no va acompañada de una fuerte poda del gasto público, severidad imprescindible cuando el déficit de las cuentas estatales se dispara y los indicadores económicos siguen bajo mínimos.

El gobierno sigue dilatando la puesta en marcha de un vasto plan de recortes, que probablemente afectarán, y muy severamente, al llamado "Estado del Bienestar", y su presidente no tiene previsto comparecer en público hasta el próximo mes de febrero. ¿Qué puede explicar semejante inacción? Pues evidentemente la proximidad de las elecciones andaluzas, única razón capaz de explicar la morcillez culpable de un gobierno que ha decidido ponerse de perfil para no perjudicar las expectativas de victoria del PP en una región que jamás ha gobernado.

El PP tiene que bregar en Andalucía con la inmadurez política de una sociedad corrompida masivamente tras más de treinta años de socialismo, y no está dispuesto a facilitar al PSOE munición caracterizándose como el ogro que viene a recortar el grifo de la subvención y el PER a los paisanos del agro. A cambio, las reformas que necesita el país entero quedarán aparcadas hasta que el compañero Arenas no disponga lo contrario.

El único consuelo es que las elecciones andaluzas se celebrarán el primer domingo de marzo. Jamás una victoria regional supuso un coste tan alto para todos los españoles.

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