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Pablo Molina

¿Qué sabe la viuda de Arafat sobre su fortuna?

¿Qué parte de esa fortuna ha llegado a manos de Suha Arafat? Ella dice que ni un solo dólar, y tacha de rumores infundados y mentiras todas las insinuaciones que se hacen al respecto.

Entre los personajes polémicos que rodearon a Yaser Arafat en vida, quizá ninguno haya concitado tantos odios entre los propios palestinos como su mujer, Suha, la persona que compartió su vida mientras le era provechoso y que todavía hoy, diez años después de la muerte de aquél, sigue llevando la vida de lujo a la que nunca renunció, por más duras que fueran las condiciones del pueblo palestino.

Las sospechas de que Arafat podría haber puesto a su nombre parte de la fortuna que manejaba en la banca suiza han contribuido a hacer de Suha uno de los personajes más despreciados en tierras palestinas. Tanto que ni siquiera se atrevió a asistir a los funerales de su marido en la Muqata. Alguien le dijo que, por su bien, lo mejor era que no hiciera acto de presencia. La viuda entendió el mensaje a la primera.

Suha Arafat, en 2012, junto a un retrato de su marido. | Cordon Press

Suha Daud Tawil nació en Nablus, ciudad del norte de la Margen Occidental, en el seno de una familia cristiana. Su madre era una periodista y poetisa de cierta fama y su padre un profesional de la banca formado en Oxford. Ambos decidieron que Suha se educara en París, donde adquirió los gustos refinados de los que ha hecho siempre gala. Allí conoció a Yaser Arafat. Fue en 1985, cuando Suha estudiaba en La Sorbona: sirvió al rais de intérprete en una visita oficial. Poco después se convirtió en su secretaria y lo acompañó a su exilio en Túnez, donde la aristocracia local, que la llamaba Madame Susu, se disputaba su presencia en las reuniones sociales más distinguidas.

Arafat se casó en secreto con ella en 1990, tras convertirse Suha al islam, si bien los palestinos musulmanes más ortodoxos siempre han dudado de la sinceridad de esa conversión. Él tenía 61 años y ella 27. Dos años después harían público el enlace y Suha pasaría a formar parte del séquito de Arafat y a compartir oficialmente su vida.

Sobre la sinceridad de los sentimientos de Suha hacia su marido dan buena cuenta las palabras que le ha dedicado en las entrevistas que ha concedido desde la muerte del expresidente palestino. En los primeros años decía cosas como ésta, tomada de una entrevista publicada por el diario árabe radicado en Londres Al Hayat:

¿Dónde voy a encontrar un hombre como Abu Amar [el nombre de guerra de Arafat]? Le echo muchísimo de menos como marido, como padre y como luchador. Añoro sus consejos y órdenes.

En febrero de 2013, en cambio, Arafat ya no era ese hombre soñado sino una auténtica pesadilla:

Traté de dejarlo cientos de veces, pero él no me lo permitió. Todo el mundo sabía que no me dejaría marchar. Especialmente los miembros de la servidumbre. Ellos saben muy bien cómo era él.

Su boda, añadió en la misma entrevista, "fue un gran error" del que decía arrepentirse. De lo que no se arrepiente es de ingresar 10.000 dólares mensuales procedentes de la Autoridad Palestina (algunas fuentes elevan esa cifra hasta los 100.000), gracias a lo cual puede seguir llevando el ritmo de vida al que siempre ha estado acostumbrada.

Suha Arafat no fue una esposa ajena a la política. Sus intervenciones en la arena pública provocaron serios incidentes diplomáticos que obligaron a salir a la palestra a los colaboradores del rais y a las cancillerías de los países amigos para paliar los daños. Así, en 1999 aprovechó una visita de Hillary Clinton a Ramala para acusar a los judíos de envenenar a los palestinos:

Es importante señalar el grave daño causado en los últimos años por el uso intensivo diario de gas venenoso por parte de las fuerzas israelíes, que ha causado un aumento de los casos de cáncer en las mujeres y los niños palestinos.

Suha añadió que el 80 por ciento de los recursos hídricos palestinos estaban contaminados y las tierras, saturadas de sustancias químicas prohibidas por la legislación internacional. Dicho esto, se volvió a Paris a seguir sufriendo los rigores de una vida de lujo, bien lejos del pueblo palestino al que decía defender.

Hace poco menos de un año Suha volvió a dar rienda suelta a su vena paranoica, en esta ocasión a cuenta de la muerte de su esposo, cuyos restos pidió exhumar con el fin de demostrar que fue envenenado con material radiactivo (lo suyo con los envenenamientos, masivos o individuales, parece toda una fijación), a pesar de que los análisis demostraron que Arafat había muerto por causas naturales.

No obstante, lo más polémico siempre que se habla de la viuda de Arafat es, sin duda, el dinero que posee, dada la afición del líder palestino a acumular grandes sumas, una costumbre que sus sucesores al frente de las organizaciones palestinas siguen cultivando con gran dedicación.

La revista Forbes publicó en 2003 este informe de Nathan Vardi sobre las finanzas palestinas en manos de Arafat. La Inteligencia israelí calculó la fortuna personal de Arafat en aquellas fechas, un año antes de su muerte, en 1.300 millones de dólares. La cifra es compatible con el testimonio de un hombre de negocios israelí sometido a investigación que admitió haber sido contratado por Arafat para colocar 300 millones en cuentas cifradas de la banca suiza a nombre del entonces presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Si en una sola operación pudieron sustraer ese dinero del control de las instituciones palestinas, por otra parte inexistentes como tales, dado el autoritarismo y la falta de control con que siempre se han manejado las cosas en la ANP, es posible que la cifra total evadida por Arafat se corresponda con las suposiciones de los oficiales israelíes.

Hay que tener en cuenta que Arafat recibía dinero de tres fuentes distintas: la ayuda humanitaria externa (unos 5.500 millones), las transferencias fiscales israelíes y las ganancias de las empresas controladas por la Autoridad Palestina, desde casinos hasta inmobiliarias.

¿Qué parte de esa fortuna ha llegado a manos de Suha Arafat? Ella dice que ni un solo dólar, y tacha de rumores infundados y mentiras todas las insinuaciones que se hacen al respecto. En todo caso, la corrupción entre la élite palestina es un fenómeno tan extendido que tal vez sus miembros sean los más interesados en no remover un asunto sobre el que Suha quizás sepa más de lo que quiere aparentar.


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