Menú
Pablo Planas

De desenterrar a Franco a enterrar al CNI

El ministro de la Presidencia es el hombre clave en la demolición del Estado desde las entrañas del propio Estado.

El ministro de la Presidencia es el hombre clave en la demolición del Estado desde las entrañas del propio Estado.
Félix Bolaños, ministro de Presidencia. | EFE

El ministro de la Presidencia es el señor Lobo de Pedro Sánchez, el brazo ejecutor de los planes de Antonio, también conocido como Su Sanchidad. Hombre atildado, proyecta una imagen impecable de tecnócrata con un aire tan gris que todo el mundo duda: ¿es Félix Bolaño o Félix Bolaños? Son las gafas de Sánchez.

Su mayor gesta hasta el momento ha sido dirigir la exhumación y traslado en helicóptero de los restos de Franco, hazaña en el campo de las disciplinas funerarias que le acredita sobradamente como enterrador del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), operación en la que ha logrado avances notables en las últimas horas. También se le imputa el magnicidio de Iván In My Opinion Redondo o la milimétrica (es coña) evacuación del personal español o afecto a España de Afganistán, medalla que se colgó nuestro hombre mientras decenas de colaboradores nativos de nuestro Ejército quedaban a expensas de la venganza talibán. Otro de sus grandes éxitos es el "diálogo con Cataluña", conseguido eufemismo de cesiones a los chantajes separatistas.

De tal modo y manera que el ministro de la Presidencia es el hombre clave en la demolición del Estado desde las entrañas del propio Estado y con las herramientas del mismo Estado. Es el fontanero y el bombero de la Moncloa. También el jardinero y, de paso, el jefe de la centralita, responsable último en su momento del óptimo funcionamiento del teléfono móvil de Sánchez, porque cuando el dispositivo fue infectado nuestro personaje era el secretario general de la Presidencia. Que haya logrado desviar el foco hacia la ministra de Defensa, Margarita Robles, y la directora del CNI, Paz Esteban, demuestra su habilidad para escurrir el bulto.

No es descartable en absoluto que la crisis provocada por el delirante "ejercicio de transparencia" en materia de servicios secretos sea el principio del fin del CNI. De ser ciertas las historias que ha contado el ministro, la invitación a Bildu y ERC para entrar a saco en la comisión de secretos oficiales es previa al descubrimiento de que el teléfono de su patrocinador Sánchez había sido jaqueado.

Que los independentistas montaran una campaña contra el CNI no dejaba de ser un mérito para los servicios de inteligencia. Que se les acuse de haber desprotegido las comunicaciones del presidente o, aún peor, de que incontrolados del centro hayan irrumpido en el móvil de Sánchez son palabras mayores para un organismo del Estado que este viernes iba a celebrar su XX aniversario con un discurso del Rey, quien permanece al margen de este disparate.

La conclusión obvia es que Sánchez está dispuesto a quemar el CNI en aras de una transparencia que no cuenta para sus viajes en Falcon. Y solo para sofocar un incendio ideado por el movimiento independentista con ayuda de un departamento de la Universidad de Toronto y difundido por The New Yorker, revista incluida en la agenda de medios untados con propaganda por la Generalidad catalana. Todo esto a las puertas de la cumbre de la OTAN en Madrid. La derivada internacional es que las sospechas recaen en el régimen de Marruecos, al que Sánchez acaba de regalar el Sáhara en la cena con Mohamed VI de la bandera boca abajo.

Tantas catástrofes no pueden ser cosa de una sola persona, así es que será Bolaños, no Bolaño.

Temas

En España

    0
    comentarios