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Pablo Planas

El Alcázar no se rinde

Cada día que pasa el muerto en su caja es una humillación para el Gobierno de los patanes.

Cada día que pasa el muerto en su caja es una humillación para el Gobierno de los patanes.
Pedro Sánchez | EFE

Franco. El cadáver resiste en su tumba del Valle de los Caídos las acometidas de las tropas del doctor Sánchez. El Alcázar no se rinde. Hasta la última bala. Ha llegado el frío, óptimas condiciones para la extracción de la momia, pero la maniobra de los deudos del dictador de prepararle un hueco al abuelo en la cripta familiar de la catedral de la Almudena mantiene en punto muerto la ofensiva gubernamental.

No había ninguna necesidad de remover al muerto y en el pecado lleva la penitencia el Gobierno. El caso expone las vergüenzas de un Gabinete inepto, incapaz de proceder con la prudencia, tacto y cautela que requiere un asunto de estas características. Antes de anunciar a bombo y platillo la exhumación, cualquier otro habría cerrado antes una acuerdo con la familia, con los benedictinos del Valle de los Caídos y con el Arzobispado de Madrid. Pero no. Sánchez vendió la piel del oso porque se cree que mandar es hacer lo que a él le dé la gana cuando le dé gana.

Donde no había un problema ahora hay varios, y de calado. El Gobierno chantajea a la Iglesia con las inmatriculaciones y el escándalo planetario de los abusos sexuales, pero se requiere que la familia consienta no inhumar el cadáver en la Almudena para salvar el trance. Los nietos del dictador saborean la situación. Cada día que pasa el muerto en su caja es una humillación para el Gobierno de los patanes.

La última hora en torno al cerco de Cuelgamuros refiere la acción a la desesperada de un sujeto que ha logrado pintarrajear en la lápida un pajarraco y las palabras "por la libertad" en rojo escandaloso. Enrique Terneiro se llama el kamikaze, un tipo que la semana pasada se presentó desnudo en una exposición. Homenaje al David de Miguel Ángel dijo. Si no recibe tratamiento acabará contrayendo la sífilis o cortándose una oreja.

Urge destino alternativo para los restos del generalísimo. A pesar del entusiasmo popular, no ha cuajado la propuesta de enterrar a la momia en la Sagrada Familia de Barcelona. Sin embargo, no hay lugar en España donde más vivo esté el totalitarismo. De hecho, ilustres separatistas como Josep Maria Matamala, el inseparable compañero de Puigdemont, el mismo Puigdemont, Lluís Llach o el joven vicepresidente regional Pere Aragonès, por citar sólo algunos casos, son hijos y nietos de ilustres franquistas, caciques carlistas, jefes falangistas, alcaldes de la dictadura, prebostes del caudillo.

La presentación del Consell per la República en el palacio de la Generalidad constituye un ejemplo palmario de la herencia dictatorial del movimiento separatista. Coros y danzas, lazos amarillos a modo de yugos y flechas y el Cara al Sol de Els Segadors, que en Cataluña se canta en los colegios a todas horas y hasta para finalizar las reuniones de escalera.

En esa región sí que hay un problema, no como en el Valle de los Caídos, pero Sánchez prefiere pelearse con un fantasma. Como dijo Rivera, no acepta que Casado le llame golpista, pero tolera que Torra se presente en la Moncloa con un símbolo golpista en la solapa. Cualquier observador imparcial lo tendría claro. Franco merece reposar en Montserrat, otra abadía benedictina donde persiste una cripta dedicada al Tercio de Nuestra Señora de Montserrat, oficiales y soldados franquistas cien por cien catalanes, ochenta por ciento de mortalidad en la Batalla del Ebro. Muchos de sus herederos gobiernan Cataluña desde 1939.

A Sánchez todo eso le da igual. Sólo le importa volar a su antojo y desembarazarse del cadáver cuanto antes. Franco es una cortina de humo, jodida, eso sí, pero lo que en realidad pretende el doctor es dinamitar la cruz de 150 metros que preside el monumento para dar gusto a su socio Iglesias. Parece ser que en los días claros es visible desde el chalet de Galapagar.

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