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Pablo Planas

El panfleto del plante al Rey

La culpa no sólo es suya, sino de quien se lo permite, el presidente del Gobierno y la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, gran discípula de Carme Forcadell.

La culpa no sólo es suya, sino de quien se lo permite, el presidente del Gobierno y la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, gran discípula de Carme Forcadell.
Meritxell Batet | EFE

Los grupos políticos separatistas presentes en el Congreso de los Diputados han vuelto a mostrar su desprecio por la democracia y la institución parlamentaria, así como por las más elementales formas políticas y de convivencia. Claro que no es la primera vez. Ya sólo el formato de las tomas de posesión de sus diputados fue un insulto que debería haber acarreado como mínimo fuertes multas o, mejor, una suspensión de funciones de carácter ejemplarizante.

Como prometieron su cargo por la república y por fidelidad al Atlético de Bilbao y no pasó absolutamente nada, estos diputados se han dicho que todo el monte es orégano y han dado un paso más en su deriva antidemocrática y palurda con un patético intento de boicot a la apertura de la XIV Legislatura a cargo de Su Majestad el Rey.

Encabezados por ese genio del cambalache y la actividad trepadora llamado Gabriel Rufián, los representantes del Bloque Nacionalista Gallego, la CUP, Junts per Catalunya y Bildu se han ausentado de la sesión en señal de protesta. Pero como su ausencia se agradece más que se lamenta, han dado en redactar un comunicado contra la monarquía que en realidad es un manifiesto contra la verdad y la gramática. En dicho panfleto, titulado "No tenemos Rey. Democracia. Libertad, Repúblicas", aseguran:

La sociedad catalana, vasca y gallega rechazan mayoritariamente la figura de una institución anacrónica heredera del franquismo que se sustenta en el objetivo de mantener e imponer la unidad de España y sus leyes, negando así los derechos civiles, políticos y nacionales que asisten a nuestras ciudadanías y nuestros pueblos.

Así pues, estos partidos, herederos del terrorismo, se arrogan la representación de las sociedades catalana, gallega y vasca y no satisfechos con tal apropiación afirman que "el Rey no es un interlocutor válido para nosotras y nosotros", que "no tiene la legitimidad de nuestros pueblos" y que no le reconocen ninguna "función pública", entre otras razones por el brillante discurso con el que se opuso al golpe de Estado separatista, una intervención que según estos pobres desdichados fue "autoritaria".

Y si los separatistas han dado la talla de su nula estatura moral, socialistas y podemitas han estado precisamente a esa altura al permitir y en algunos casos hasta aplaudir el plante de unos socios y colegas que representan valores como la violencia, el racismo, la insolidaridad, el egoísmo, el enfrentamiento, la mentira, el populismo y el totalitarismo y que se aprovechan de la democracia y las libertades que representa la monarquía constitucional para atentar contra la democracia y las libertades de la mayoría de los españoles. Pero la culpa no sólo es suya, sino de quien se lo permite, el presidente del Gobierno y la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, gran discípula de Carme Forcadell.

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