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Pablo Planas

España no puede

Han muerto 50.000 personas, cae el PIB más de 20 puntos, crecen las colas del hambre y va Sánchez y se casca un discurso para decir que somos una "única humanidad".

Han muerto 50.000 personas, cae el PIB más de 20 puntos, crecen las colas del hambre y va Sánchez y se casca un discurso para decir que somos una "única humanidad".
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno | EFE

Lo de Pedro Sánchez no tiene nombre. La categoría de narcisista se le queda pequeña. El sujeto no puede ser más ególatra y vanidoso. De ahí que no tenga reparo en convocar a la crema de la clase empresarial sólo por el gusto de reflejarse en el espejo de césar supremo mientras los personajes del Ibex aguantan el tipo estupefactos ante la sarta de tópicos desgranada por el presidente del Gobierno.

Este lunes ha querido abrir el curso político Sánchez con una charla ante los empresarios en la Casa de América de Madrid cuyo único propósito era demostrar que es él y sólo él quien tiene por el mango la sartén de los millones europeos. El ejercicio ha consistido en pasar lista y tomar nota. Por eso la exquisita afluencia al disparatado y bochornoso evento.

También ha servido la charleta para demostrar una vez más que Pedro Sánchez vive del cuento, del marketing político, de las ocurrencias de Iván Redondo y de las frases hechas de sus escritores de discursos. Así que este lunes tocaba jubilar los primeros eslóganes de la pandemia, toda esa basura del "Salimos más fuertes", por un "España puede" que es un homenaje a Podemos y una burla sangrante y descarnada contra toda la gente que ha muerto o que no se iba a quedar atrás y ahora está sin familia, sin casa, sin negocio, sin trabajo, sin ERTE, sin paro y sin Ingreso Mínimo Vital.

Es decir, una nueva muestra de falta de empatía de un personaje al que no le interesa gobernar (para eso ya están las autonomías, manifestó tras volver de vacaciones) sino ostentar el poder, lucir un poder que en sus manos es una fuerza ciega del destino. Que España puede, dice ese vendedor de coches trucados. "Si quiere", añade desvergonzado y como quien se lava las manos. Y con eso, que es menos que una campaña de captación de socios de un equipo de tercera división, le vale al tipo que reside en la Moncloa sin pegar un palo al agua.

Una hora de cháchara se ha tirado sin decir nada, sin proponer una sola medida concreta, sin reconocer un solo error, sin pedir una sola disculpa, sin dar una sola razón, sin exponer una sola idea. El país está en quiebra, han muerto cincuenta mil personas, cae el PIB más de veinte puntos, aumenta el paro, crecen las colas del hambre, el Ingreso Mínimo Vital es mentira, España está a la cola en todos los listados que valoran la gestión de la pandemia y va Sánchez y se casca un discurso para decir que no hay virus de izquierdas o de derechas, que somos una "única humanidad" y que necesitamos instituciones fuertes. Y lo dice él, que ha estado a punto de cargarse la Monarquía, que no ha demostrado humanidad alguna pactando con Bildu y que es un auténtico virus político.

Pero ha dicho más, ciertamente. Ha dicho que no piensa renunciar a los cuarenta meses que le quedan de legislatura aunque España no pueda.

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