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Pablo Planas

Matonismo parlamentario

Que Iglesias haya aludido a la cal viva de los GAL y no haya tenido ni una sola palabra para las víctimas del terrorismo es miserable y monstruoso.

El Congreso de los Diputados no es una herriko taberna, aunque los precios del bar de los diputados sean tan competitivos como los del choripán y el calimocho de los locales batasunos. Pero no es eso. Ni tampoco lo de las pintas, las rastas, los mamoncetes y el beso en la boca entre Iglesias y Domènech. Allá cada cual y es lo que hay. El drama es que el Congreso se convierte en una tasca okupa cada vez que intervienen tipos como los citados o el ínclito Joan Tardà, de ERC, cuyas formas dialécticas (que no estéticas) resultan hediondas, cargadas de odio, de ansias de destrucción y de venganza.

Ni Mariano Rajoy, atado por los medios que han dado vuelo a Podemos, ni Pedro Sánchez, empeñado en tender puentes con sujetos que piensan como Tardà, están a la altura del reto que supone la irrupción en la vida pública de tales personajes, los colegas y portavoces de Otegi. Que Iglesias haya aludido a la cal viva de los GAL y no haya tenido ni una sola palabra para las víctimas del terrorismo es miserable y monstruoso. Propio, eso sí, de quienes sostienen que la Venezuela de Maduro es una democracia y el Irán de los ayatolás, un jardín de libertades y derechos, mientras reciben fondos a espuertas de tan abyectas procedencias. Por cierto, si Iglesias y Domènech se hubieran dado el beso en Irán, a estas horas estarían en la cárcel y a punto de recibir cincuenta latigazos más una larga condena.

Días antes de la excarcelación de Otegi, Tardà le visitó en la cárcel, junto al exdiputado de la CUP David Fernàndez. Y este pasado martes, Lluís Llach o Anna Gabriel, entre otros, esperaban a las puertas de la prisión para abrazarse con Otegi, su referente y líder absoluto. Quienes justificaron y aún justifican el terrorismo están crecidos y se comportan como los putos amos. No hay quien les tosa y peor aún, quien les recuerde el dolor provocado por ETA en la sociedad española. Carecen de memoria a corto plazo y si piden excavar en las cunetas de la Guerra Civil no es para hacer justicia sino hueco a quienes con gusto darían matarile.

El nivel lo marca Tardà, que se cisca en España y golpeando con la palma de una mano el dorso de la otra dice que ellos se van, que se constituyen en república y que adiós muy buenas. Tardà, miembro de un partido que gobierna en la Generalidad, una institución secuestrada por los nacionalistas y que vive y engorda de las generosas y gentiles ayudas del Ministerio de Hacienda. Es eso de que orinan sobre nuestras cabezas y nos dicen que llueve. Ante el pasmo, pero con la anuencia de Rajoy, Montoro, Sánchez y Patxi López.

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