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Pedro de Tena

El chulo de Vallecas

El chulo de Vallecas no es tonto. Con su élite de agitadores profesionales ha logrado usurpar el sentimiento de millones de variopintos indignados.

Lástima que Velázquez o Goya lleven muertos muchos años. Podrían habernos pintado al chulo de Vallecas y habernos aportado en sus cuadros algún elemento de interés psicopatológico sobre el personaje. En España, Madrid, Vallecas nos ha nacido un chulo que, a diferencia de otros – pechiliebres le hubiera llamado Delibes–, no es meramente un rufián, un sobrado, un deslenguado del tirano (Jesús Cacho llamó chulos del tirano-Estado felipista a Juan Luis Cebrián y Javier Pradera). Aprendida la receta de unos antecesores que chulearon a casi todo el mundo –recuérdese lo de "tahúr del Mississippi" que Alfonso Guerra espetó a Adolfo Suárez, o aquello de que "Aznar y Anguita son la misma mierda" (podría elaborarse toda una antología de insultos chulescos)–, Pablo Iglesias es un chulo inteligente y algo más sutil. La imagen de la "sonrisa del destino" que ha encaramado en la biografía de Pedro Sánchez pasará a la historia de la malicia como un verduguillo certero a la hora de liquidar políticamente a un político.

Ciertamente, la chulería ha sido llamativa. Configurarle el gobierno a su presunto presidente desde la vicepresidencia autoproclamada, en presencia del Jefe del Estado y sin previo aviso, es una chulería de quilates. Pero no olvidemos que el objetivo de Podemos y su cuadrilla de revolucionarios profesionales biempagados por oscuros poderes extranjeros es, como escribió el propio Iglesias, desarrollar un "poder constituyente" que prescinda de "la mediación del gobierno representativo". Esto es, acabar con la democracia de raíz liberal para dar paso a un régimen comunista-populista, algo que denunció el propio Pedro Sánchez pero que ya no recuerda. Este es el meollo de la cuestión, y el máximo estorbo, en este momento procesal, es el PSOE, porque el socialismo de la Transición, aunque a regañadientes, a pesar de su historia y conservando tics totalitarios, aceptó ser pieza de un sistema democrático al estilo europeo y occidental.

El chulo de Vallecas no es tonto. Con su élite de agitadores profesionales ha logrado usurpar el sentimiento de millones de variopintos indignados y capitalizarlo políticamente al viejo estilo leninista. Ha comprendido perfectamente que su banda –no es una organización reglada y con normas, todavía–, sin tocar poder, sin poder dar sueldos a los más afines y teniendo que concretar utopías y cuentos infantiles en cada votación de las Cortes, en cada momento parlamentario, no duraría mucho en la oposición sin descomponerse. Así que su chulería tigelina o anima a nuevas elecciones para terminar de triturar a un socialismo desnortado o incita a acabar con él desde el gobierno de un Pedro Sánchez maniatado. Naturalmente, una vez conseguida la hegemonía total de la izquierda, procedería a intentar ocupar toda la sociedad española para servir no se sabe a qué intereses.

Los demócratas españoles deberíamos tenerlo claro. Cualquier fórmula de entendimiento puede ser válida siempre que deje a Podemos en la oposición durante los próximos cuatro años. Puede ser un gobierno del PP con apoyo y abstención de Ciudadanos y un PSOE sin Pedro Sánchez. Puede ser un gobierno del PSOE con apoyo de Ciudadanos y abstención del PP. O puede ser, por qué no, un gobierno Borgen, con Albert Rivera de presidente, apoyado por PP y PSOE para acometer equilibradamente las reformas que necesita esta democracia española enferma desde una aceptable estabilidad económica y política. Esto es lo que desarmará a Podemos, lo llagará de contradicciones y, finalmente, lo hará pasar a la historia como una infección pasajera.

Pero haríamos bien en no confundir este toro, que es el toro que España tiene delante, con el toro que describió Alejandro Dumas, que, distraído, abandonó a Cúchares para embestir a unos chulos. Claro que, de altura de miras y amor a la nación española, sobrados no estamos, no.

En España

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