Lo de esta dama es un enigma. De ser una coruñesa abogada comunista y sindicalista (CCOO), que aprendió algo en la Confederación de Empresarios Gallegos y llegó a abjurar de Esquerda Unida en 2017 (hecho que no aparece en su reciente biografía autorizada), en muy pocos años, tres o cuatro, ha pasado a ser la esperanza roja del naufragio moral y organizativo de Podemos, de la propia Izquierda ya hundida y de otras islas residuales del marxismo leninismo provinciano.
¿Por qué es un enigma? Porque, gallega tópica, no se sabe si va o viene, si sube o baja, si va adelante o atrás. Y lo es también porque no se sabe quién la apadrina, quién está detrás de su ascensión vertiginosa. Se dirá que Pablo Iglesias, el "Leninene" desprestigiado de Podemos que tuvo que dimitir por orden de Pedro Sánchez, condición previa para la alianza de gobierno del PSOE con comunistas y separatistas. Pero no está tan claro. ¿Por qué el delfín ajusticiado Iván Redondo ya era partidario a las claras de su liderazgo en la izquierda comunista?
En la España del futuro sólo habrá dos opciones de gobierno mientras las urnas sean urnas libres. O un gobierno de PP, Vox y lo que quede del centrismo anómalo o un gobierno de un PSOE largocaballerizado auxiliado por Unidas Podemos con sus alianzas y mareas y el separatismo vasco, catalán, gallego y otros inventos, dirigidos todos ellos estratégicamente por ETA. Hay que dejar de hablar de Bildu porque tal cosa no es más que ETA blanqueada.
En ese tablero español, Yolanda Díaz quiere ser la "dama roja" –eso de dama roja tiene gracia—, que tiene por misión sumar todos los elementos que, dado que el PSOE se ha radicalizado y perdido sumas útiles de la moderación aunque tenga que bregar con el yugo europeo, deben alcanzar una cantidad de diputados mínima para que el Frente Popular Separatista en el poder siga siendo posible.
Dicen sus biógrafos al dictado que Yolanda Díez es insegura, que tarda tanto en tomar decisiones que puede pasársele el arroz electoral planeado. Lo que no dicen es que esa suma ha empezado restando. Otro misterio. ¿Por qué convocar un acto en el –tomen nota del nombre– Matadero de Madrid y no asegurar previamente presencias relevantes para la ceremonia aditiva? Allí, dice Díaz, estaba la sociedad civil, no los partidos. Vale. Se trata de crear otra marea, otro movimiento, no una plataforma electoral. Pero, ¿queda tiempo para tal empeño cuando desde Teresa Rodríguez a Ada Colau, desde la imputada Mónica Oltra a Ione Belarra e Irene Montero, sólo se exhiben reticencias y desplantes a su figura, y puede haber elecciones anticipadas?
La única ventaja que tiene Yolanda Díaz es que parece que los poderes fácticos fácilmente reconocibles la apoyan como apoyaron en su día a Susana Díaz. Recuérdese cómo figuras de la banca y la empresa se fotografiaban con la trianera antes de su testarazo político. Hasta Mohamed VI la recibió en Rabat, a pesar de que las mujeres en el Islam ya se sabe. A Yolanda Díaz, parecen apuntalarla algunos grandes empresarios, parte del PSOE y logra, inesperadamente, que el papa Francisco le conceda una audiencia. Incluso hay sospechas de que Pedro Sánchez es la mano que mece la cuna de quien ha demostrado ser una vicepresidenta y ministra disciplinada y obediente. Ella lo bautiza cómo proceso de "construcción" frente a proceso de confrontación, donde incluye a Podemos.
En fin, que además de la incógnita, eso de la Dama Roja es un invento con las patas muy cortas. A poco que uno se afane en rascar un poco averigua que Carmen Martín Gaite y Almudena Grandes ya se refirieron a una "dama roja" que no era Yolanda Díaz. Por si fuera poco, ahí está la fabulosa Carmen de Burgos, Colombine, la gran periodista y escritora amante de Ramón Gómez de la Serna, a la que llamaron hace más de un siglo la "dama roja". Paco Umbral llamaba a Dolores Ibárruri, la dama roja, aunque era más roja que dama. Hay otras más, lo que muestra que la originalidad no es lo suyo.
Eso sí, viste caro y variado, se casó vestida de rojo y patentó el ir a los actos de partido con el bebé en los brazos mucho antes de la Bescansa y la ministra Montero del Falcon a Nueva York. Pero nadie es capaz de descifrar cuál es el juego de Yolanda Díaz en la política de la izquierda española. Tras el desprestigio labrado a pulso de las ministras podemitas y el desánimo de sus forofos, ha decidido enseñar a sumar a los propios para que la acepten como lideresa y, de paso, que acepten que Pedro Sánchez tiene que seguir al frente de la ruptura nacional. Eternamente, Yolanda. Pero la eternidad a veces dura pocos días y escasas noches.