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Percival Manglano

¿Ha sido desleal Aznar?

Que miembros del PP como José María Aznar o Esperanza Aguirre susciten este debate puede ser incómodo, pero es saludable para nuestra democracia.

Es evidente que a José María Aznar le habría irritado que Manuel Fraga diese una entrevista televisada en horario de máximo audiencia para decir en 1997 que estaba disconforme con algunos aspectos de su Gobierno. No es agradable que un antecesor en la presidencia de tu partido te lleve la contraria en público; y lo habría sido aún menos si Fraga hubiese sido un expresidente del Gobierno.

Ahora bien, más allá de lo incómodo de la situación, ¿es este un ejemplo de deslealtad política? Todo depende de cómo se defina la lealtad. Y, sobre todo, ¿lealtad a qué y a quién?

Una de las disfunciones del actual sistema de partidos políticos –particularmente aguda en el muy presidencialista Partido Popular forjado por el propio Aznar– es que la discrepancia frente al líder se interprete, automáticamente, como deslealtad. Se entiende que el partido es un instrumento de alineación de sus miembros para que "todos remen en la misma dirección" en función de los designios de la cúpula.

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando la dirección en la que se está remando es equivocada? Y no es sólo que se pueda opinar que así sea; es que dicha opinión esté basada en lo que preveía el programa electoral del PP, sus principios básicos y la experiencia en su anterior Gobierno. Este, evidentemente, es el caso del actual debate sobre la política fiscal del Gobierno. ¿Qué se debe hacer entonces? ¿Es desleal quien recuerda la falta de fidelidad de la acción del Gobierno a las premisas básicas del partido que lo sustenta?

El impacto de las declaraciones de Aznar refleja la enorme tensión acumulada dentro de un partido político en el cual el debate y la discrepancia no se expresan –salvo excepciones– en sus órganos oficiales y, en cualquier caso, no se aceptan con naturalidad.

Es crucial que el Gobierno deba justificar por qué hace lo contrario de lo que los principios del partido que lo sustentan le dictan. El ministro Montoro lo ha hecho hoy diciendo que no puede bajar impuestos porque la economía no crece. Su justificación es bienvenida, aunque lleva a preguntarse por qué no crece la economía, y si no tendrán algo que ver los treinta impuestos subidos en 2012.

Que miembros del PP como José María Aznar o Esperanza Aguirre susciten este debate puede ser incómodo, pero es saludable para nuestra democracia. Ambos han demostrado ser leales con los principios del PP y con los intereses de los ciudadanos españoles en general al llevar al Gobierno a explicar con mayor claridad por qué hace lo que hace y decide lo que decide.

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