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Ramón Villota Coullaut

Flexibilidad penitenciaria

No hay necesidad de dar alas a los terroristas ofreciéndoles contrapartidas vía beneficios penitenciarios. Es más, lo que no tiene sentido es utilizar el Congreso de los Diputados para usar la terminología de la dimensión política de ETA

Cuando Fernández Díaz habla de dimensión política de ETA, Permach alaba las palabras del Ministro del Interior y  Oyarzabal, desde el PP del País Vasco,  critica a Rosa Díez, los augurios no son buenos. En la lucha contra ETA han tenido tanta importancia los éxitos policiales como una política clara contra el terrorismo y sus apoyos, siendo, además de la vía policial,  la política penitenciaria y la aplicación de la Ley Orgánica de Partidos Políticos sus puntales. Si ahora se empieza a pensar en tomar la temperatura a ETA y a su entorno como  a tantear al PNV –no sé si debiera decir tontear- sobre el fin de ETA, la confianza en una política antiterrorista fuerte y decidida empieza a perderse.

Porque si lo que se está vislumbrando es el fin de ETA y este fin se está produciendo desde una posición de firmeza, más o menos mantenida en el tiempo, con sus altos y sus bajos -que no han hecho más que retrasar su final-, no hay necesidad de dar alas a los terroristas ofreciéndoles contrapartidas vía beneficios penitenciarios. Es más, lo que no tiene sentido es utilizar el Congreso de los Diputados para utilizar la terminología de la dimensión política de ETA. Y es que esa dimensión política ha venido dada por la existencia del terrorismo durante décadas en el País Vasco y Navarra, un efecto que ha ocasionado que parte de la sociedad haya asumido el terrorismo como parte de su vida, e incluso verían con buenos ojos - y de forma bienintencionada en algunos casos- acuerdos para acabar cuanto antes con lo que se ha convertido en una enfermedad social que debe erradicarse.    

Pero esta erradicación pasa por el cumplimiento de las penas y no por la obtención de beneficios penitenciarios no merecidos, colocados en una balanza para excusarse de no dar beneficios políticos a los terroristas, unos beneficios políticos –esa independencia de Francia y España que la mayor parte de la población no desea- que no dejan de ser meras fantasías y que no pueden ni discutirse en una negociación seria. Es decir, remitiéndonos a la flexibilidad penitenciaria,nuestro Reglamento Penitenciario, vía artículo 100.2, puede ser muy útil, pero siempre basándonos en el individuo, en el condenado, en su colaboración con la justicia y en su arrepentimiento real, pero no para utilizarlo en un acuerdo genérico como ETA o su entorno para que depongan las armas o dejen de matar, algo  que no tiene que tener garantizado el éxito ni, aun teniendo éxito, sería un acuerdo moralmente aceptable, ya que no deja de aceptarse un chantaje; yo soy flexible con tus presos, tú abandona las armas.

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