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Santiago Navajas

Feminismo Munchausen

Como no pudieron derrotar al liberalismo desde fuera, con el comunismo, tratan de corroerlo desde dentro, con el feminismo de género.

Como no pudieron derrotar al liberalismo desde fuera, con el comunismo, tratan de corroerlo desde dentro, con el feminismo de género.
Carmen Calvo | EFE

¿Qué tienen que ver Andrea Dworkin y Carmen Calvo? Son célebres feministas. La primera, teórica; la segunda, política. También se parecen en que van de sufridoras profesionales y han hecho de su feminismo una de las infinitas maneras del victimismo subvencionado. Carmen Calvo, profesora de Derecho Constitucional y vicepresidenta del Gobierno, cree que "(las mujeres) pagamos un dramático peaje por ser mujeres". Que eso lo diga una heredera de aquellos socialistas que persiguieron a la política feminista liberal Clara Campoamor es significativo del grado de hipocresía del feminismo filisteo. Esto puede parecer una generalización exagerada pero tenga en cuenta que Calvo, una intelectual académica, ha leído lo que Dworkin sentenció sobre la situación de las mujeres:

"Bajo el patriarcado, el hijo de cada mujer es su potencial traidor y también el inevitable violador y explotador de otra mujer"

Así que, según el principio Dworkin-Calvo, si es usted una mujer seguramente habrá sido asaltada por un par de Manadas y si es un hombre mayor de dieciocho años con casi total seguridad habrá violado a un par de mujeres (salvo Pedro Sánchez, claro está y, quizás, Grande Marlaska).

Otra ideóloga del 8M monopolizado por el feminismo radical, Catherine MacKinnon, creía que (en el resumen apropiado que hizo de su pensamiento la investigadora académica del feminismo Daphne Patai):

"En una sociedad patriarcal, todo coito heterosexual es violación puesto que las mujeres como colectivo carecen del poder para otorgar un consentimiento que tenga valor".

O, dicho de otro modo, que todas las mujeres están alienadas por la sociedad capitalista, así que ni siquiera cuando dicen "sí" quieren decir que sí porque en realidad no saben lo que quieren y son meras marionetas de los hombres que, por definición, son unos violadores. Y, por tanto, el enemigo. Desde otra trinchera del feminismo socialista, Manuela Carmena sostiene que "la violencia está incardinada en el ADN de la masculinidad (...) con un gen de la violencia que ha dominado el mundo." Por ello Calvo define feminismo como "la lucha conjunta de todas las mujeres para tener las mismas oportunidades y para parar las injusticias y los obstáculos que tenemos". De este modo, satanizan a todos los hombres incluyendo a la inmensa mayoría que está de acuerdo con el objetivo humanista de la igualdad entre hombres y mujeres. Un objetivo que defendieron filósofos como Platón en la República y John Stuart Mill en El sometimiento de las mujeres. Cuando termine de leer Manual de resistencia, Carmen Calvo debería intentar leerlos.

Para la dupla Dworkin-MacKinnon lo importante no era conseguir la igualdad entre hombres y mujeres por la sencilla razón de que en una democracia liberal esa igualdad siempre sería, para su radicalismo de extrema izquierda, una engañifa. Por ello de lo que se trata es de quejarse por lo que sea. Aunque España sea un país que destaca como uno de los países más feministas del mundo según todos los índices internacionales, para una feminista radical como Carmen Calvo siempre será un país estructuralmente idéntico a, pongamos, Arabia Saudí. Por ello, de lo que se trata es de erosionar al máximo lo que es, desde su perspectiva de feminismo socialista, el enemigo público número 1 de las mujeres: el Estado de Derecho y la economía de mercado, instituciones ambas basadas en la libertad individual, la espontaneidad social y la sociedad abierta. Por ello introducen medidas iliberales al estilo de la asimetría penal, las cuotas de género, el lenguaje inclusivo y la obligatoriedad de los permisos de paternidad. Como no pudieron derrotar al liberalismo desde fuera, con el comunismo, tratan de corroerlo desde dentro, con el feminismo de género.

El síndrome Munchausen es una dolencia mental caracterizada por autoinfligirse heridas y daños corporales para causar pena y pedir atención. Como analogía, y respetando a los que realmente sufren la enfermedad, sirve como explicación de lo que trata de hacer el feminismo socialista contemporáneo. Carmen Calvo y el resto de feministas doctrinarias han convertido el feminismo en un negocio y un privilegio, desvirtuándolo y parasitándolo.

Las elecciones del 28-A serán también, y en tan grande medida como el conflicto entre constitucionalistas, por un lado, y golpistas y terroristas, por otro, una confrontación entre el feminismo liberal y el feminismo Munchausen.

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