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Zoé Valdés

DSK no sabía

¿Creía de verdad que las mujeres que asistían a sus orgías lo hacían por su físico?

Ha empezado el juicio por proxenetismo a Dominique Strauss-Kahn, en lo que se ha denominado el affaire Carlton. En sus primeras declaraciones del martes pasado uno de los hombres más brillantes de la sociedad francesa y del mundo ha manifestado que él no sabía absolutamente nada de lo que ocurría en su entorno, y que mucho menos tenía la información de que en sus orgías, a las que se ha confesado un gran aficionado, participaran prostitutas, por supuesto, contratadas y pagadas para tales fines.

Cuesta creer que un abogado, un economista, un político de la talla de DSK, quien estuvo a punto de ser presidente de la república francesa, no se hubiese enterado que se acostaba con prostitutas.

Cuesta creerlo al estudiar su curriculum erótico-social hasta el día de hoy, las acusaciones anteriores, entre las que se encuentra la de Nafisatou Diallo, la mucama del Sofitel en Nueva York, y la de Tristane Banon, la periodista que también lo acusó de intento de violación. Cuesta creer que un hombre que ha manifestado que es un enfermo por las mujeres y el sexo, y un adicto a las orgías organizadas por subalternos, no supiera que andaba con putas.

Una de las prostitutas, por cierto, ha dicho al tribunal que a ella le pagaban para recibir malos tratos de parte del personal, y que el personal, al que le gustaba pegar, abofetear, y demás lindezas, durante el acto sexual, no era otro que DSK.

Por otra parte, yo me pregunto, dónde tendrá los ojos el señor DSK. ¿Se ha mirado bien en un espejo? ¿Creía de verdad que las mujeres que asistían a sus orgías lo hacían por su físico? ¿O tal vez pensaba que lo hacían por su enorme poder?

Resulta duro creer a DSK, ¿será por eso que su ex mujer, la brillante y poderosa periodista Anne Sinclair, tiró la toalla y pidió el divorcio harta de las mentiras y ridiculeces de su marido?

Hasta hace muy poco a los franceses les daba igual la vida privada de DSK y compañía, francamente a mí también, pero de ahí a desear que volviese a la política va un inmenso trecho.

Ya tenemos bastante con lo que hay, para que, encima, nos caiga un maníaco sexual, depresivo y calculador.

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