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Zoé Valdés

Lo mejor del fin

Con Cuba no se cumplió aquello de que si se caen los regímenes totalitarios del Este éste también se caerá.

Hace algunos años, conversaba yo con dos personas muy importantes en mi vida, una de ellas era un judío alemán, la otra un judío ruso, ambos perseguidos por Hitler y Stalin, ambos salvados in extremis de los campos de concentración, ambos exiliados. Los dos coincidieron en que lo mejor del fin de estos horrendos sistemas, el fascista y el comunista, son los matices que van entretejiéndose, con los que intentan teñir la desesperación y el terror que, por supuesto, también embarga a los tiranos y a sus esbirros cuando ya avizoran su final. Sí, lo mejor está en el fin de "la película", por llamarlo de alguna manera, aseguraron.

Pero claro, con lo de Cuba, la película ha sido abominable desde el inicio hasta el fin. No me refiero a similitudes exclusivamente, no; en comparación con el horror, aunque el horror –dicen, aunque yo estoy en desacuerdo con ese criterio– nunca debiera compararse a nivel de números y espanto, a cantidad de muertos, presos políticos, persecuciones, exilios, etc., sino en relación precisamente a los mecanismos tan sutiles de las dictaduras, uno de ellos el de sembrar agentes donde quiera, crearlos, comprarlos, y convertirlos en sus títeres, como los estupendos titiriteros que son.

De modo que si la semana pasada imaginamos a Nelson Mandela y a Aung San Suu Kyi pidiendo viajecitos y cobertura de prensa, dado que cuando ellos empezaron no existía el furor de internet, pues imaginemos hoy a Ana Frank escribiendo un Diario donde le exigiera a sus captores y represores que la dejaran viajar, dar una vuelta al mundo reuniéndose con personalidades de todas las tendencias, fascistas, comunistas, y el copón divino, con todo lo humano y lo divino habido y por haber, para luego regresar al campo de concentración y seguir escribiendo en su Diario, con la pretensión de que alguna famosa editorial la convirtiera en escritora. Imagínense a Ana Frank llamándose escritora a sí misma en una entrevista con Jaime Bayly, y hasta multi-oficio. Imagínense que Ana Frank mintiera sobre su pasado, y que ningún periodista lo descubriera ni intentara hacerlo siquiera.

Imaginen a Ana Frank haciendo un viaje a Berlín, y otro a Francia o a Estados Unidos, para contarle al mundo, en pleno nazismo, que los militares hitlerianos estarían dispuestos a ayudar a los judíos, que andarían preparándose para una transición que garantice la paz del pueblo judío, y que además de eso, los judíos tendrían que considerar el tener piedad con ellos, y enviarles ayuda económica desde el exilio. Imaginen ustedes a Ana Frank en ese negocete, bueno, no hubiera sido necesario contratar a espías. Imaginen a Ana Frank argumentando que ella se resintió del régimen cuando fusilaron a un militar alemán que conspiraba en contra de Hitler, cualquiera, vaya, no es que hubiera muchos, el mismo Friedrich Fromm, por ejemplo.

Y es que con gente de semejante calaña, ni Matahari habría sido ejecutada durante la Primera Guerra Mundial por espía. Es que con disidentes como los que se gasta Cuba hoy en día Matahari tendría que hacerles los mandados, besarles los pies, y servirles de criada.

Ya viajaron, o sea, la dictadura no es tan mala, porque ya los disidentes viajan. Los demás no, pero ellos, los privilegiados del momento sí que lo hacen y ¡alrededor del planeta! Acompañados algunos hasta de sus familiares. O sea, jugada perfecta: qué buena es la dictadura, y qué efectivos son estos disidentes frente a esos otros "tontos", los que piden libertad sin los Castro. Qué útiles para el país, que después de mucho berrear por los viajecitos lo consiguen. Han ganado por encima de los que se juegan la vida en las calles de la isla.

Y ahora viene la segunda jugada: internet ya se ha amplificado y será ampliamente suministrado en los lugares públicos, lo acaba de anunciar el "gobierno", que no régimen, tal como lo llaman los "disidentes" del Disintur. O sea, otra vez, qué amables son los dos viejos dictadores, y qué eficaz es esta "bichidisidencia", miren cómo han conseguido con los viajes y el berreo sobre internet, que la dictadura afloje las cadenas. Hasta varios Premio Nobel se tragan el cuento y les hacen la publicidad.

¿Y los muertos, y el exilio, y los presos políticos? Pero lo que es más importante: ¿y la disidencia auténtica y los periodistas independientes de verdad? Bien, gracias.

Como afirma el escritor y periodista independiente Luis Cino en este brillante artículo, cuando los espías (eso lo digo yo) viajan, cuando los espías se reúnen con la bichidisidencia, con el ICAP, y con la SINA, es que algo se ha tramado desde hace rato. Y lo único que se puede haber negociado con estos dos criminales es su supervivencia y la seguridad de su nefasta herencia, apañados por los espías y los colaboradores.

Con Cuba no se cumplió aquello de que si se caen los regímenes totalitarios del Este éste también se caerá, no, tampoco se cumplirá eso de que "lo mejor del fin", de ninguna manera. Estoy empezado a cambiar de opinión, los cubanos no nos parecemos en nada a los judíos ni a los disidentes de los países del Este. Por eso no nos respetan. El mundo nos estudia como a raras cucarachas. Es lo que somos. O lo que son ellos. ¡Solavaya!

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